Dos pueblos de Málaga, una ruta de senderismo y vistas que parecen sacadas de una postal (¡y acaba en tapas y cervezas!)
Un recorrido lineal con vistas espectaculares, desde los campos de cultivo de Alfarnate hasta los pinares de Villanueva del Rosario
14 kilómetros entre montañas, cañadas, encinas y miradores inolvidables
Desde la plaza del Puente hasta el Tajo de la Madera: una travesía natural entre historia y paisajes
En el corazón de la provincia de Málaga, una ruta de senderismo une dos pueblos con personalidad propia: Alfarnate y Villanueva del Rosario. Este recorrido, que serpentea entre sierras, cañadas y bosques, es mucho más que una simple caminata: es una inmersión en la geografía más agreste de la región, donde los contrastes del paisaje se suceden a cada paso.
La ruta, que puede ampliarse hasta superar los 30 kilómetros para senderistas experimentados, se presenta en esta ocasión en sentido de salida desde Alfarnate. Con un total de 14 kilómetros lineales, la travesía exige preparación: altitud, cambios meteorológicos y ausencia de fuentes potables hasta bien avanzada la jornada son factores a tener en cuenta antes de comenzar. Es la Etapa11 de la Gran Senda de Málaga.
El inicio se sitúa en la plaza del Puente de Alfarnate, un enclave tranquilo que pronto deja paso a campos de cultivo y al imponente perfil de la sierra. El primer tramo transcurre en relativa calma, con un camino suave que se dirige hacia el puerto del Quejigal.
El sendero atraviesa el vado del arroyoMorales, enlazando con la Vereda de Archidona, también conocida como la vereda del Fraile, una antigua vía pecuaria cargada de historia. Más adelante, tras cruzar la carretera A-4152, comienza el ascenso hacia la conocida senda de Escarigüela. Es un tramo exigente, que culmina en el puerto del Quejigal, desde donde el paisaje se transforma radicalmente.
Panorámicas y naturaleza en estado puro
Desde las alturas del puerto, se abre ante el caminante un horizonte de pinares y montañas. En el descenso hacia la zona del Quejigal, aparece la posibilidad de desviarse hacia Villanueva del Trabuco o continuar por la senda original. En este punto también se indican rutas de escalada hacia Darrin y Toriles.
Cinco kilómetros después del inicio, el camino bordea el parque de arborismo Pindongos, rodeado por una laguna y altas arboledas. Aunque se trata de una parada ideal para familias, la ruta continúa su curso hacia el HoyoVirote, una hondonada cubierta por un denso bosque de pinos, encinas y cornicabras.
Más adelante, la cañada asciende bajo la sombra de quejigos, árboles que dan nombre a la zona. El punto conocido como la era de Juan Moreno, situado en el séptimo kilómetro, ofrece vistas privilegiadas de la Sierra de Loja, que dominan el horizonte con su silueta inconfundible.
El techo de la Gran Senda de Málaga
El sendero continúa entre las sierras del Jobo y Gorda, con el Morrón del Chamizo vigilando desde el este. Aquí se alcanza la cota más alta del recorrido: 1.385 metros. Este punto coincide con uno de los hitos de la Gran Senda de Málaga, marcado por la fuente de Toma y Bebe, cuyo nombre evoca la ancestral relación del ser humano con el entorno natural.
A partir de aquí, comienza el descenso hacia la dehesa de Hondonero, un paisaje abierto y agreste que regala algunas de las panorámicas más espectaculares de la jornada. El mirador de Hondonero, a 9,5 kilómetros del inicio, es uno de los lugares más fotografiados de la ruta. Accesible también por carretera desde Villanueva del Rosario, se trata de un balcón natural hacia el norte malagueño.
Un final entre patrimonio y gastronomía
La última parte del recorrido gira hacia el norte, bordeando el impresionante tajo de la Madera, una formación rocosa de tonos rojizos que domina la entrada al municipio. Tras catorce kilómetros, el camino culmina en la Ermita de Nuestra Señora del Rosario, uno de los símbolos locales.
Para quienes aún guarden energía, un corto desvío lleva hasta el nacimiento de El Chorro, donde el agua brota en un paraje sereno. El sendero finaliza junto a los arroyos del Cerezo y la Canaleja, cruzando un pequeño puente que marca la llegada a Villanueva del Rosario.
Con la travesía completada, la recompensa no tarda en llegar. En las calles del pueblo, bares y tabernas ofrecen lo que muchos esperan con entusiasmo tras una ruta exigente: tapas caseras y una cerveza bien fría, el colofón perfecto para una jornada de montaña en el interior de Málaga.
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