Las rutas y lugares naturales más extremos de Málaga: vértigo y secretos que pocos se atreven a pisar
Explora la Málaga más salvaje y espectacular, cuatro rincones naturales impresionantes que no creerás que están tan cerca
'El secreto mejor guardado' de Málaga al que se accede solo a través de este sendero
Málaga es conocida por su clima privilegiado, su vibrante oferta de ocio y sus inconfundibles playas. Sin embargo, más allá del turismo de terraza y sombrilla, la provincia esconde rincones naturales de una belleza abrupta y sobrecogedora. Lugares donde la naturaleza se impone con fuerza, donde los paisajes parecen diseñados para poner a prueba al caminante, y donde el vértigo convive con el asombro.
Desde desfiladeros de infarto hasta formaciones rocosas que parecen sacadas de otro planeta, pasando por bosques únicos y acantilados que se enfrentan al mar, Málaga ofrece algunos de los enclaves naturales más extremos del sur peninsular. Una geografía repleta de contrastes que cautiva a quienes buscan paisajes con personalidad y rutas fuera de lo habitual.
Caminito del Rey y Desfiladero de los Gaitanes, donde la adrenalina camina a tu lado
Ubicado entre los municipios de Álora, Ardales y Antequera, el Desfiladero de los Gaitanes es uno de los cañones más espectaculares de Andalucía. A través de sus paredes, que alcanzan hasta 300 metros de altura, discurre el famoso Caminito del Rey, una pasarela colgada que recorre este paraje con vistas tan impresionantes como vertiginosas.
Este sendero, reformado para su reapertura en 2015, atraviesa paisajes de piedra y agua con un trazado que desafía la lógica y recompensa con panorámicas inigualables. Pero el Desfiladero no se queda ahí: en sus alrededores se pueden explorar cuevas de alto valor geológico, como las de Ardales, y es un punto de referencia para la práctica de la escalada, con vías que desafían incluso a los más experimentados.
Sierra de Grazalema, entre pinsapos y cañones ocultos
Compartida entre las provincias de Málaga y Cádiz, la Sierra de Grazalema es un enclave natural que se extiende entre montañas, barrancos y bosques con un ecosistema de gran singularidad. A pesar de que muchos de sus rincones pertenecen al territorio gaditano, su influencia alcanza pueblos malagueños como Benaoján y Montejaque, puertas de entrada a uno de los espacios protegidos más especiales del sur peninsular.
El Pinsapar de Benamahoma, uno de los últimos reductos del abeto andaluz, es uno de sus principales tesoros. También destaca la Garganta Verde, un profundo cañón esculpido por el arroyo Bocaleones que ofrece un recorrido fascinante entre paredes de roca y vegetación exuberante. Estos parajes no solo sorprenden por su belleza, también por su escasa accesibilidad, lo que los convierte en auténticos secretos naturales.
Torcal de Antequera, un paisaje de otro mundo
El Paraje Natural del Torcal de Antequera es una de las mayores joyas geológicas de Europa. Este impresionante conjunto kárstico, resultado de millones de años de erosión, crea un paisaje surrealista de bloques de piedra, simas y formaciones rocosas de formas imposibles.
Recorrer el Torcal es adentrarse en un escenario que parece más propio de otro planeta. Lugares como el Callejón Oscuro, el Tornillo del Torcal o el mirador de las Ventanillas permiten descubrir un terreno único, repleto de contrastes y silencios. Para quienes buscan una experiencia aún más profunda, existen cuevas como la del Toro o la Marinaleda I, donde la práctica de la espeleología permite descubrir las entrañas de esta maravilla natural.
Acantilados de Maro, donde el mar y la roca se enfrentan
A las afueras de Nerja, entre abruptas paredes y calas escondidas, se despliegan los acantilados de Maro, uno de los tramos más indómitos de la costa malagueña. Esta zona, que forma parte del Paraje Natural de los Acantilados de Maro-Cerro Gordo, destaca por sus verticales muros de piedra que se sumergen en el Mediterráneo y por su paisaje casi intacto.
El acceso a algunas de sus calas es complejo y reservado para los más decididos, lo que ha permitido conservar su carácter salvaje. Desde los miradores naturales que jalonan la zona, es posible disfrutar de vistas que alcanzan, en días claros, hasta la costa africana. Además, las aguas cristalinas que bañan estos acantilados albergan una notable biodiversidad marina, lo que convierte la zona en un enclave ideal para la práctica del esnórquel y el submarinismo, siempre con las debidas precauciones.
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