Territorio Comanche | Opinión

32 años de las grandes inundaciones de Málaga

  • La ciudad no estaba preparada para eso. En esencia, no hay sistema hidrológico que lo esté, con lo que la ciudad actual tampoco, pero aquella Málaga mucho menos

Vista de cómo iba el río Guadalmedina en 1989.

Vista de cómo iba el río Guadalmedina en 1989. / M. H.

Se han cumplido esta semana 32 años desde que un 14 de noviembre el azul Mediterráneo característico del cielo de Málaga se tornase en caldera, para posteriormente oscurecerse e iniciar una serie de episodios torrenciales, mas propio de lo que se denominaría una tormenta perfecta, que de una tromba de agua torrencial mediterránea. De hecho, no fue una sola tromba de agua. A los iniciales 150 litros por metro cuadrado en una hora y media que se registraron, siguieron las intensas lluvias de los días 15 y 17, y después los días 26 y 27 del mismo mes y el 8 de diciembre. Es decir, que, en noviembre del 1989 en el observatorio del aeropuerto, se produjo un total de 497 litros, valor absolutamente anómalo respecto a sus registros, sobre todo, cuando la pluviometría media de Málaga es de unos 535 litros.

La ciudad no estaba preparada para eso. En esencia, no hay sistema hidrológico que lo esté, con lo que la ciudad actual tampoco, pero aquella Málaga mucho menos. Veníamos del desarrollismo a tutiplén en el marco del denominado boom de turismo, con su Torremolinos La Nuit, sus suecas, su Marbellous, su Jaime de Mora y Aragón, su Puerto Banús, y su Málaga la bombonera flor de la Costa del Sol. Inversión, dinerito fresco sin preguntar procedencia, y recalificaciones en un litoral que estaba siendo alicatado por cuatro perras. Primero se construía el edificio y después ya las infraestructuras irían llegando, si eso. Era la Málaga en la iban las barriadas delante de las calles. Barriada de Suárez, Miraflores de los Ángeles, Carranque, Cruz de Humilladero, Ronda Intermedia, Portada Alta… una detrás de otra siguiendo el mismo patrón.

Y en estas, se produce una precipitación de 150 litros en apenas 80 minutos, en una ciudad como Málaga, que se abría paso desde el Guadalmedina al Guadalhorce, y desde el litoral hasta los Montes. Las consecuencias no se iban a hacer esperar mucho: en breves minutos se activó todo el sistema hidrológico, las calles se convirtieron en arroyos, las zonas llanas sobreconstruidas ejercieron su papel de represa de las aguas, y la inundación alcanzó en muchas áreas mas de dos metros de altura. También hubo costo de vidas humanas. Un autentico caos. Pero no terminó ahí, puesto que como siguió lloviendo prácticamente hasta el 8 de diciembre, y los suelos arcillosos malagueños estaban completamente saturados, cada litro que llovía se convertía en escorrentía superficial, puesto que los suelos eran incapaces de infiltrar.

De aquello se aprendieron algunas lecciones, y rápidamente se activaron Ayuntamiento y Gobierno empezando una serie de actuaciones importantes que también eran urgentes. Eran los tiempos en los que estaba Pedro Aparicio de alcalde, Pepe Asenjo de concejal de infraestructuras y Bernardino León en Emasa, como responsables del resurgir de la Málaga post diluvio. Hubo que construir una red de saneamiento y pluviales con capacidad suficiente para conducir y evacuar el agua de los muchos arroyos que cruzaban la capital, que no olvidemos, que lo que ocupaba eran zonas inundables, desde el arroyo de Miraflores, Leñar, del Café, Pilones, Alcazabilla, Calvario, del Cuarto, De los Ángeles, al de las Cañas, de Teatinos, y Campanillas… por el oeste. El río Guadalmedina también tuvo una actuación hidráulica para garantizar que la lamina de agua en su tramo final fuese mas rápida y permitiese evacuar mas caudal, hasta 625 m3/seg y así evitar que se desbordase en sus tramos medios.

Efectos del agua procedente del arroyo de las Cañas en la Avenida Europa. Efectos del agua procedente del arroyo de las Cañas en la Avenida Europa.

Efectos del agua procedente del arroyo de las Cañas en la Avenida Europa. / M. H.

Pero la ciudad en su expansión hacia el oeste, por barrios obreros, iba creando una densa infraestructura tanto urbana como industrial que se había visto afectada, en este caso, por el desbordamiento del río Guadalhorce, que duplicó su caudal justo en su tramo final, o lecho de inundación (que casualidad) tras conectar con el río Campanillas, prácticamente a 9 kilómetros de la capital, inundando todo el polígono industrial que lleva su nombre, y parte de las barriadas mas occidentales del momento. Ahí se llevo a cabo el encauzamiento del río, concretado en la actual Y invertida, que permite ahora evacuar unos 4000 m3/seg, el doble del caudal generado en 1989.

Estas actuaciones no estuvieron exentas de polémica, y por supuesto los partidarios de la solución i discutían acaloradamente con los de la y cuando en realidad eran muy pocos los que entendían de qué exactamente hablaban. Vamos, como ahora en las redes sociales. Hoy la y” se ha convertido en el Paraje Natural de la Desembocadura del Guadalhorce, y por supuesto dicha solución ha resistido grandes eventos torrenciales posteriores.

¿Volvería a repetirse? Sin duda. En Málaga el riesgo de inundación es muy elevado. Con un peligro de torrencialidad que se incrementa, debido a la frecuencia de lluvias extremas, en una ciudad muy expuesta a sus consecuencias, situada al final de una red de drenaje que se inicia en el Arroyo de Gálica y termina en el río Guadalhorce, y justo entre el piedemonte y el mar Mediterráneo, lo que la convierte en muy vulnerable, con toda una serie de puntos negros, conocidos suficientemente por toda la ciudadanía malagueña, que sistemáticamente se anegan ante eventos torrenciales.

Ah, también se redactó el Plan de Defensa de Málaga contra inundaciones, en el Marco del Proyecto Lucdeme (1995), retomado posteriormente por la Junta de Andalucía (1999), en el denominado “Cinturón Verde”. Propugnaba la actuación forestal de toda la cuenca vertiente que afectaba a Málaga, para evitar los caudales de avenida de agua y barro ante eventos torrenciales. Dinero tirado. En la actualidad sigue durmiente. Ya saben, los bosques no se inauguran.

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