Entrevista a Alejandro Pestaña | Presidente Colegio de Administradores de Fincas de Málaga

"Los egipcios hacían antes las pirámides. No entiendo tanto retraso en las obras del Metro"

  • El presidente de los administradores de fincas critica que “cada año vengan miles de personas y vean una Málaga paralizada” por las obras del suburbano

  • No es partidario del hotel del puerto

Alejandro Pestaña preside los administradores de fincas

Alejandro Pestaña preside los administradores de fincas / Javier Albiñana (Málaga)

Alejandro Pestaña ha sido recientemente elegido presidente del Colegio de Administradores de Fincas de Málaga. Lleva casi 40 años trabajando en un oficio en el que hay que estar al día en todo tipo de legislación y lidiar con los vecinos. Reconoce que hay reuniones tensas pero, afortunadamente, nunca le han agredido físicamente. Está muy implicado en defender la accesibilidad y la seguridad en las comunidades de vecinos, convirtiéndose en un experto en ambas materias.

–Con tanta vivienda turística, ¿se ha convertido ser administrador de fincas casi en una profesión de riesgo?

–Ha sido una sorpresa, un boom. El problema es que la sociedad siempre va por delante de la legislación y ha habido una melé. Ya hay más de 28.000 viviendas turísticas registradas y solo es necesaria una declaración responsable, por lo que ha sido fácil para muchas personas. Ahora hay una nueva legislación que permite a los vecinos evitar que haya viviendas turísticas en su comunidad con 3/5 de los votos, pero no es retroactiva, por lo que ya es inamovible en aquellas comunidades, sobre todo de la almendra del centro, en las que ya había viviendas turísticas con anterioridad a esta ley. El responsable de todo lo que ocurra en la vivienda es el propietario, no la agencia intermediaria que lo alquila, y hay muchos que aún no lo han entendido.

–¿Se pueden controlar de alguna forma?

–Además de la nueva legislación, hay por ejemplo plataformas que descartan alquilar las casas para despedidas de soltero porque suelen ser problemáticas. Hay una estadística que dice que son más problemáticas las mujeres que los hombres.

–¿Y eso?

–Porque los chicos suelen salir y las chicas suelen recibir en la casa a las visitas por seguridad o por lo que sea y hay más ruido.

–¿Qué está suponiendo esa proliferación de viviendas turísticas en el día a día?

–Se están produciendo circunstancias que antes no se producían como, por ejemplo, que se vuelve a oler a tabaco cuando está prohibido fumar en las zonas comunes. También los vecinos se quejan mucho del ruido de las ruedas de las maletas.

–¿Qué puede hacer aquella comunidad de vecinos a la que le ha llegado tarde la nueva legislación?

–Tienen que ser exigentes con que esos pisos estén legalmente registrados. Se podría obligar incluso a un propietario a cesar en el uso de la vivienda, siempre que un juez lo diga y precinte la vivienda.  

–¿Ir al juzgado es entonces prácticamente la única opción?

–Al principio lo normal es hacer una reclamación a la Policía Local, que va y abre expediente.  

–¿Para qué sirve eso?

–Como prueba. Hay que pedir a la Policía Local que intervenga al menos tres veces en fechas y horarios distintos para comprobar las molestias que ocasionan los turistas. Se pide una copia del expediente a la Policía Local y con eso se puede ir al juzgado, junto a las declaraciones de los vecinos y otras reclamaciones previas.

–¿Se ha juzgado ya algún caso en Málaga por el ruido ocasionado por los turistas en las viviendas?

–No. Y si ha llegado no ha trascendido y no ha habido sentencias de ningún tipo. La justicia es lenta y este tema es reciente.

–¿Cuántas comunidades de vecinos ha podido gestionar usted en su vida?

–La primera la cogí hace 38 años y aún la mantengo. En total han podido ser unas 180.

–¿Cómo ha sido la evolución?

–Antes se valoraba poco la figura del administrador, que era el señor que hacía las cuentas y lo veías una vez al año. Si no te veían era bueno porque quería decir que no había problemas y que el edificio funcionaba bien, pero no se entendía. Eso ya ha cambiado.

Alejandro Pestaña en su oficina Alejandro Pestaña en su oficina

Alejandro Pestaña en su oficina / Javier Albiñana (Málaga)

–¿Por qué suelen ir tan pocos vecinos a las reuniones?

–Porque no les interesa y creen que va a ser aburrida y conflictiva. Muchos de los que van son porque tienen un asunto propio que quieren tratar, aunque no sean asuntos de junta de propietarios. Muchos vecinos dicen que no pueden ir a la reunión porque hay un partido de fútbol, pero cuando no lo hay tampoco van.

–¿Ha tenido miedo en alguna reunión?

–Físico no, pero se produce muchas veces una tensión que acabas con un dolor de cabeza de muerte, aunque al final te acostumbras. Sé que ha habido agresiones físicas a compañeros, pero en mi caso han sido solo verbales. Una vez un vecino inició una campaña difamatoria contra mí, le presenté una querella criminal y estuvo un fin de semana en el calabozo al estar en busca y captura. Somos profesionales como un notario, un abogado, un juez o cualquier otro. No tienen por qué chillarnos o insultarnos nadie.

–¿Hay pugnas por ser el presidente de la comunidad o se pasan la pelota unos a otros?

–Hay de todo. Hay gente que hace incluso campaña electoral durante un año entero para ser presidente y otros que no quieren serlo de ninguna manera. Por eso la ley establece tres métodos: por elección propia, por turno o por sorteo. Si le toca, además, le toca. No se puede escabullir a no ser que lo diga un juez o que haya algún caso excepcional. Por ejemplo, una vez le tocó ser presidente a un vecino ciego. No se negó, pero pidió que se le pasaran todos los documentos a braille para poder leerlos antes de firmarlos. La comunidad entendió que el coste sería importante y se aceptó su renuncia. Lo normal es que la gente, de primeras, intente escabullirse. “Yo no tengo tiempo para eso” es lo que dice todo el mundo, pero no puede.

–¿Cómo se puede acabar con los morosos?

–Es difícil porque también hay que hacerlo en el juzgado y hay un gran atasco en el sistema judicial. La gente pierde la confianza en el sistema y en el administrador. Hay morosos que, cuando ya se está en el proceso judicial, paga una cantidad o todo, pero si se paraliza vuelve a dejar de pagar al mes siguiente y se vuelve a bloquear el funcionamiento normal de la comunidad al no tener liquidez. El problema es que hasta el embargo final de la vivienda al moroso pueden pasar años.

–¿Y qué pasa con los okupas?

–Igual. No se considera un delincuente y el propietario es el que tiene que demostrar que lo es porque el okupa suele decir que le han alquilado el piso y que ha pagado. Si te enteras que han entrado en tu casa al momento llamas a la policía, denuncias la rotura de la cerradura y se les expulsa.

–¿Y si te has ido dos semanas de vacaciones y no te has enterado de nada?

–Si han cambiado la cerradura, la policía llega y ni siquiera puede entrar. Hay que denunciarlo en el juzgado y presentar pruebas. Tuve un caso, por ejemplo, en el que entraron unos okupas en la casa, cambiaron la cerradura y además pusieron en la puerta un dibujo de una mano con un cuchillo, unas gotas de sangre y una frase que decía: “quien se acerque lo pincho”. Era claramente una amenaza y, aún así, se tardó 28 meses en poder echarles.

–¿Qué se puede hacer?

–Lo mejor es poner una alarma porque si entran, salta y se ve al momento que están violentando la casa, llega el servicio de vigilancia contratado y la policía. La policía colabora, pero tiene sus limitaciones. En cualquier caso, lo normal es que haya menos problemas cuando es una primera residencia porque tienes todas tus cosas allí y los vecinos te conocen, pero si es una segunda residencia vacía es más difícil porque el juez sí puede entender que ha sido alquilada. Los okupas se suelen fijar en las viviendas vacías, con agua y luz, tienen ojeadores y están muy organizados. Hay gente que se dedican a violentar las casas y luego se lo alquilan a otro por entre 1.000 y 3.000 euros.

Alejandro Pestaña posa durante esta entrevista Alejandro Pestaña posa durante esta entrevista

Alejandro Pestaña posa durante esta entrevista / Javier Albiñana (Málaga)

–¿Qué espera del nuevo gobierno andaluz?

–En nuestro sector le pido que paguen las subvenciones aprobadas para la rehabilitación de edificios, algunas de las cuales están impagadas desde 2006, y que reduzca la complejidad de las solicitudes.

–¿Cree que ahora se avanzará más en la obra del Metro?

–Los egipcios hacían antes las pirámides. No entiendo que haya tanto retraso. Espero que haya menos desencuentros ahora que los gobiernos del Ayuntamiento y de la Junta son del mismo partido. En cualquier caso, no se puede permitir que vengan miles de personas cada año y vean una Málaga paralizada por el metro.

–¿Qué cree que debería mejorar Málaga?

–El año que viene celebramos en Málaga el congreso nacional de los administradores de fincas y hemos podido ver que Málaga tiene un tirón enorme. Va a ser el congreso que atraiga a más colegiados y acompañantes. Pero perdimos la gran oportunidad de los cruceros, porque no vienen tantos como los que estaban previstos porque los domingos había muchos comercios cerrados. Málaga tendría además un sobrevalor añadido si se apostara y se difundiera más todo lo que se está haciendo en el sector agroalimentario, con maravillas como La Mayora. Málaga no debe promocionarse solo en el turismo.

–Usted es experto en accesibilidad. ¿En qué momento se encuentra la ciudad?

–Hay un problema muy importante en el centro de Málaga. Las personas que van en silla de ruedas tienen dificultades para pasar por muchas calles del centro por las terrazas. El 47% de la población de Málaga está relacionada de forma directa o indirecta por la discapacidad y tiene que ser atendida. La eliminación de barreras es fundamental. El 4 de diciembre de 2017 terminó el plazo para que se adaptaran todos los edificios a la accesibilidad y la mayoría no lo han hecho aún. Tendría que haber sanciones para que los vecinos hagan las cosas.

–¿Le gusta el proyecto del hotel del puerto?

–No. Considero que va a tapar Gibralfaro desde el sky line exterior de Málaga porque es más alto. El hotel no es insignia, como tampoco la noria que ahora sale en todas las fotos de Málaga cuando está copiado de otras ciudades y no es típico de aquí.

–¿Cree que algún día se hará algo en el Guadalmedina?

–Mi abuelo, cuando yo tenía 12 años, me dijo que había proyectos para el embovedado del Guadalmedina y que yo ni siquiera lo vería hecho.

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