20 AÑOS DE 'MÁLAGA HOY'

Los Asperones en la ‘nevera’

Vecinos de los Asperones, en una imagen de 2004. Vecinos de los Asperones, en una imagen de 2004.

Vecinos de los Asperones, en una imagen de 2004. / JORGE GUERRERO (Málaga)

Escrito por

SONIA CRESPO

ERA el año 2004, se acercaba el verano y yo necesitaba librar el lunes siguiente aunque no recuerdo muy bien para qué. El por entonces subdirector del periódico, Antonio Méndez, accedió a darme el día libre a cambio de que dejara “un par de temas de nevera” para el fin de semana. Los periodistas llamamos temas de nevera a aquellos trabajos periodísticos que pueden vencer mejor la presión de la actualidad. Es decir, que se pueden publicar hoy, mañana o al otro porque se refieren a asuntos que probablemente en ese lapso de tiempo no van a cambiar.

Yo me dedicaba a la información política y municipal, y de ahí pocos son los temas que un periodista se puede guardar porque lo que se aprueba en un Pleno o en una Comisión se cuenta el mismo día, y los chivatazos sobre distintos temas o los publicas pronto o la fuente se busca otro canal de difusión. Me acordé entonces de que mi amiga Vero, educadora social, acababa de empezar a trabajar en un proyecto de lucha contra la exclusión en los Asperones. Vero no me puso ningún reparo pero me advirtió nada más verme llegar al barrio: “Si te preguntan quién eres, les dices que eres maestra”. “¿No les gustan los periodistas?”, le pregunté a Vero. “No lo sé. Desde luego lo que no les gustan son las trabajadoras sociales, o las asistentas sociales, como ellos las llaman. Pero no nos vamos a arriesgar, así que tú dí que eres maestra”, sentenció Vero. Era la primera vez que yo no me identificaba como periodista y dudé. No me parecía ético, pero accedí al fin ante el poder convincente de mi amiga.

Empezamos a recorrer el barrio, despacio, parándonos a saludar a las mujeres que nos encontrábamos por las calles, si por calles podemos entender trozos de asfalto desconchado y sin aceras. Solo nos cruzábamos mujeres, en zapatillas de andar por casa, algunas con pijamas y otras con ropa de calle. La mayoría venían de dejar a los niños en el colegio María de la O. Vero me explicó que en Asperones los hombres no hacen esas tareas y que, además, muchos estaban presos. Carmela, una mujer de unos 50 años, según mi percepción, paró a Vero y le enseñó un trozo de papel de libreta: “Maestra, ¿he escrito bien el nombre de mi Santiago? Es para que la Junta le dé la merienda”. Cuando Carmela se marchó, Vero me explicó que era una alumna del Taller de Alfabetización que ella impartía y que acababa de cumplir 28 años. Limpiaba casas en B y tenía cinco hijos. El mayor, Santiago, tenía ochos años y estaba sordo. El marido de Carmela entraba y salía de la cárcel y cada vez que iba a casa le pegaba, pero ella no quería denunciarlo. Me di la vuelta y fui a buscar a Carmela. La alcancé y le dije : “Soy periodista”. “¿Periodista? Yo quería ser periodista”, me dijo con unos tristes ojos negros. Y a mí me rodó una lágrima

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios