“La deriva de permitir todo turismo sin control va a acabar con lo logrado”
Aurora Luque | Poeta, escritora y traductora
La poeta almeriense, que ha desarrollado su carrera profesional en Málaga, advierte de la “pesadilla” en la que se está convirtiendo el centro, “un lugar vulgar y masificado”

Poeta, escritora, articulista, traductora y profesora de griego clásico durante más de treinta años, Aurora Luque (Almería, 1962) es desde este pasado mes de diciembre numeraria de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo.
–¿Qué supone el nombramiento?
–Para mí fue una sorpresa saber que me nominaban y también un honor. Los poetas que ocupan actualmente la sección de Literatura, como José Infante, Francisco Ruiz Noguera y María Victoria Atencia, son muy queridos y admirados, así como otros académicos. También supone una responsabilidad, porque se trata de ocupar el lugar vacante de Manuel Alcántara. Lo veía como una desmesura, algo inmerecido porque el listón era muy alto.
–¿Hay oportunidades en la ciudad para la cultura más allá de los museos?
–En Málaga ha pasado una cosa muy buena y es que la batalla política se ha librado en el campo de la cultura y, sobre todo, de los museos. En otras ciudades se han hecho disparates, aeropuertos vacíos, circuitos de Fórmula 1, parques de aventura, cosas con muy poco fondo y muy poco útiles al desarrollo humano. Que la guerra política entre la Junta y el Ayuntamiento haya estado en el campo de los museos ha sido una suerte para Málaga, con un alcalde ilustrado y una Junta en la que Carmen Calvo se empeñó para sacar adelante el Museo Picasso. Esa competencia ha sido buenísima.
–¿Qué ocurre en el terreno literario?
–En el mundo literario la situación no es tan buena. Ni para los actores ni para otros artistas a pie de calle. Los escritores tenemos que salir a buscar editoriales fuera, por ejemplo. Málaga tiene una laguna ahí, los artistas y los creadores en formación han de tener más oportunidades. Aunque no es exclusivo nuestro. Es un problema nacional.
–¿Y si la literatura tiene poco espacio, qué ocurre con la poesía?
–La poesía nunca ha tenido hueco en ninguna parte. Es absurdo -tal y como está este país, que no hay ningún tipo de apoyo ni ganas de crearlo- pensar se va a poder vivir de los premios y las ventas de tus libros. Eso es inconcebible, por desgracia. Es verdad que hay ayudas puntuales, habría que recuperar al menos el nivel anterior de la crisis y no está sucediendo.
–¿La cultura sufrió especialmente con la crisis?
–La cultura es el sector más frágil. Según las estadísticas, el gremio más desfavorecido por la crisis no fue el de la construcción, fue el de los artistas. Antes los narradores, entre novela y novela, colaboraban en los periódicos y ya apenas pueden porque los propios periódicos han tenido que hacer recortes, o contar con menos firmas invitadas por las presiones de la crisis. Los honorarios por lecturas y conferencias son los mismos de 1995. Ningún político habla de arreglar eso, a nadie le importa que haya más o menos escritores publicando en prensa ni que exista más o menos opinión libre. Interés real no hay en la creación desde los tiempos de Cervantes.
–¿Por qué sería necesario proteger la cultura?
–Cuando hay un mecenazgo importante y amplio de miras las épocas son más brillantes por sus frutos. Los artistas necesitan tener tiempo para crear. En cada época el arte ha estado auxiliado de alguna manera porque el tiempo libre es lo realmente valioso para la creación.
–¿Casa bien la poesía con la realidad más palpable?
–Sí, siempre. La poesía siempre va de lo último, de lo inmediato, de lo presente. Una de sus tareas es denunciar sutilmente, criticar, ironizar. La poesía siempre habla del presente, lo que pasa ahora es que nuestro presente está hecho unos zorros. Políticamente está la cosa para ir a buscar una utopía.
–¿Y con la denuncia política y social?
–La denuncia política es muy necesaria. De hecho hay más contenido crítico en la poesía de los más jóvenes. Hay una conciencia mayor, sobre todo, feminista y ecologista, que ha venido a la literatura para quedarse. Pero es verdad que estamos envueltos en unas redes tecnológicas y sociales que más que unir nos atrapan y esto está determinando muchos discursos.
–¿Estos discursos están más polarizados?
–Las redes están haciendo mucho daño en el terreno político. Cada uno va a escuchar lo que quiere escuchar en informaciones dudosas y no contrastadas. La polarización es muy peligrosa y la veo ligada en parte al auge tecnológico. No hay un debate real, ni voces autorizadas verdaderamente informadas y que sean respetadas como antes con los artículos de opinión en los periódicos. Ahora, la gente construye su opinión partir de los propios grupos de amigos y noticias falsas acarrean una manipulación contra la que no tienen herramientas de análisis porque no han leído textos rigurosos. Soy un poco pesimista con la situación. El discurso mal fundamentado muchas veces lo vehiculan los políticos y es muy peligroso, porque los jóvenes se lo asumen sin contrastar. Falta densidad, falta contenido, faltan ideas reales sólidas e inspiradoras, falta fondo.

–¿No hay espacio para el verdadero análisis?
–No. Empezó la televisión a recuperar algunos debates y se ha visto que son falsos debates, ruidosos e inconsistentes. Ese debate clásico de gente formada a la que se le respeta, que fundamenta sus ideas y ha leído libros y teorías de gente que ha pensado antes sobre las raíces de los problemas, está faltando. Tenemos una cultura política muy superficial.
–¿Que panorama político tenemos entonces?
–Una zorrería, en el sentido de astucia, de juego calculado, de decir lo que conviene, de no reconocer lo que ha hecho bueno la competencia. Y eso es de una deshonestidad tremenda. Y lo malo es que parece ir a más. Los que ya tenemos una edad no nos podemos creer lo que se está empezando a cuestionar.
–¿Por ejemplo el feminismo?
–Por supuesto. No entendemos cómo se pueden cuestionar los logros del feminismo, que han cuajado en leyes del Estado porque eran una reivindicación de igualdad. Tiene que haber cuotas, porcentajes y una igualdad real. Y eso no lo soporta el patriarcado. La verdadera hostilidad empieza cuando el feminismo llega a las leyes, es cuando sale la bestia que lleva 3.000 años machacando con la zarpa a todas las que querían salir de la espiral predeterminada y hacer una vida diferente. Y ha salido porque hay logros reales. Por eso la reacción es tan hostil, tan brutal y anti feminista. Lo más cruel que he visto es que un padre denuncie a un profesor porque ha puesto en su clase el vídeo de Ana Orantes, una mujer quemada viva tras ser maltratada durante 40 años por su marido. Que piense que puede ser dañino para el niño me parece de un desquiciamiento moral tremendo y de una verdadera falta de ética de los que lo han apoyado.
–¿Qué puede y debe hacerse en el seno familiar?
–Hay muchas cosas en contra de la igualdad en la vida cotidiana. Aún me escandalizo en las jugueterías donde la mayoría de los juguetes son sexistas, los roles clásicos tendrían que estar ya superados. Las películas, igual. Los dibujos para niños siguen siendo violentos, los superhéroes son machos alfa que intentan conquistar territorios y machacar a palos a los malos. Y los padres tienen que estar discutiendo todo esto minuto a minuto. Hay una moda ahora peligrosa que es llamar con desprecio “políticamente correctos” a los logros en igualdad. Dicen algunos que lo políticamente correcto está acabando con los cuentos infantiles y no, es que los cuentos infantiles eran productos del patriarcado y transmiten unos valores que ya no sirven. Es hora de contar otros cuentos. Los padres tienen una responsabilidad enorme, pero también un trabajo increíble. Hay que educar en valores civilizados de este siglo, no en los del XVII.
–¿Qué papel tiene que jugar la escuela?
–En España hay un problema que no se resolvió en el momento que tocaba, y es que la escuela pública fuera aconfesional y mucho más prestigiosa, más fuerte y más dotada de medios, como la francesa. Se privilegió a la concertada, que ahora se ha crecido en cuanto a segregación y elitismo. Y hay otro disparate enorme, que es un cáncer: la selectividad, que hace perder el año más creativo de los jóvenes. La idea de competitividad ha envenenado el Bachillerato, que se ha convertido en una carrera de obstáculos, en la obsesión de buscar una décima como si fueran atletas. A nadie le importa que se estudie Picasso o que se llegue a los últimos temas, como la guerra civil. Este cálculo no tiene nada que ver con aprender. Hay un gran desprecio al saber, a la gente formada, al aprendizaje reflexivo, al conocimiento.
–¿Sería necesario el pacto de estado por la educación?
–Sí, lo que pasa que ahora no me fiaría de lo que se pactara ni de que haya que tragar con lo que quiere la extrema derecha. Hay cosas con las que no se puede transigir. Cómo se va a discutir el derecho de las mujeres a no ser asesinadas por sus parejas. El pacto haría falta pero estamos atrapados. Se han perdido mejores oportunidades de hacerlo, hemos hecho el tonto con las penúltimas elecciones, buscando migajas de poder y se nos ha echado encima la gran calamidad. En realidad no pierdo la fe en que la gente se dará cuenta de que eran las conquistas reales que hay que recuperarlas y potenciarlas. También da mucha pena ver a los progresistas desunidos. Ese pacto parece más lejos que nunca. Deberíamos haber sido más valientes en la batalla por la educación pública cuando había realmente más apertura en la sociedad y más medios y no se hizo y eso nos va a seguir pasando factura. La Universidad pública también peligra y se va a terminar vaciando de sentido.
–¿Cuándo tendremos gobierno?
–Es tremendo este desoír a los demás. Hacía tiempo que no estaban tan disgregadas las posturas y que no se formaba tanta polémica para nada. Que mal lo están haciendo a pesar de tener programas acordes. Se están parando en minucias y no le están echando valentía, sentido del estado ni altura política. Es hora de ponerse a trabajar ya de una vez. Me parece muy patético y está generando una desconfianza nefasta. La única fe que no pierdo es en la lucha feminista: es la única revolución progresista en marcha, activísima, transversal y planetaria.
–Volviendo a lo cercano, ¿cree que el centro está colapsado?
–Soy muy crítica con esto. Málaga no ha sabido poner freno a la invasión del turismo de masas. Me parece una barbarie ese centro histórico en el que no se puede andar, que haya cafeterías que vetan el café a los locales porque a las seis las mesas están preparadas para las cenas de los turistas y tiendas de toda la vida que han desaparecido y ya todo son franquicias. Para mí es una pesadilla ir al centro, lo han convertido en un parque temático, en una ciudad vulgar, masificada. Se está construyendo una Málaga como un parásito dentro del centro que solo favorece a los hosteleros. Es un modelo demencial que ya ha pasado factura en ciudades como Lisboa, Barcelona o Venecia, donde quedan apenas 40.000 venecianos. Ahí hace falta una intervención política, porque se está casi vetando Málaga a los residentes malagueños. Se nos está yendo de las manos y nos vamos a cargar todo lo bueno que se ha hecho, que ha sido mucho. Hay una gran cantidad de actividades culturales y hay grandes gestores. Habría que luchar para que los viajeros desearan conocer la ciudad, no dejarse caer para emborracharse como en un Benidorm cualquiera. Porque esta deriva de permitir todo tipo de turismo sin ningún control va a acabar con lo bueno que se ha logrado.
–¿Qué le parecen las luces de Navidad?
–Me parece una catetada, bobos viendo bombillas con una música de feria brutal y vulgar, me horroriza y creo que va a ser muy perjudicial a medio y largo plazo para la ciudad, que está dejando de ser Málaga para convertirse en Disney Málaga.
Poeta en la patria más acogedora para los artistas
Nació en Almería, pasó su infancia en un pueblo de la Alpujarra, estudió en Granada, y siente Grecia como su patria ideal. En Málaga vive desde hace más de 30 años. “Entrar en la Academia de Bellas Artes de San Telmo supone hacer más fuertes los lazos con una ciudad de la que no me he querido ir nunca”, dice Aurora Luque. “No es un tópico, es una ciudad realmente acogedora, sobre todo para la gente de letras, para los creadores y los artistas”, afirma y relata que el ambiente que se encontró al llegar “no era lo asfixiante” que podían ser Granada o Sevilla. “Cada uno llega de donde sea sin que nadie tenga que preguntarle y en eso Málaga es más libre aún que Barcelona”, asegura la escritora para la que es crucial la lucha feminista. De hecho, su discurso de ingreso en la Academia de San Telmo versará sobre María Rosa de Gálvez, dramaturga del siglo XVIII, “una escritora magnífica de la que no se habla”. Con gestos así, el de darles el lugar que corresponde, “van cambiando las cosas”.
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