Barrios en bancarrota
Dar un pellizco a la pensión de la suegra, pedir ayuda de un hijo que trabaja o recoger cartones son algunas de las fórmulas de los desempleados para llegar a fin de mes · Un puñado de ellos ponen cara a las listas del SAE
Plaza de Carlinda. En Modas Isabel se respira ese ambiente de tienda de barrio en el que todos se llaman por el nombre. Isabel Carrión lleva 23 años al frente del negocio y dice que nunca ha visto el panorama tan negro. Cuenta que en la zona ya han cerrado media docena de comercios. La droguería, la papelería, la de manicura, un bazar... y que hay más que van a bajar la persiana, como la zapatería y otro local de todo a cien. El consumo ha caído en picado porque el paro se ha cebado con esta barriada de la capital donde muchos hombres trabajaban en la construcción. Los tenderos notan el recorte en el presupuesto de las familias. "Antes podía llegar a vender unos 1.000 euros diarios; ahora no llego ni a los 100. Mi tienda por las tardes está muerta, los bares han dado un bajón...", relata Isabel.
A pocos metros está la droguería de Remedios Zambrana, pero tiene los días contados. La abrió en octubre buscando un ingreso porque dos de sus hijos están en paro. El proyecto ha fracasado y sus dos vástagos siguen en paro. Ambos están a punto de agotar la prestación por desempleo. "Uno tiene una hija de 10 años y el otro, una hipoteca. Con la ayuda, va a cobrar 426 euros y el préstamo es de 488 euros mensuales", detalla Remedios. Dice que con tanto paro como hay en la barriada, "no se vende". Como prueba, muestra los regalos de Reyes todavía en las estanterías. Ella es viuda y tiene una pensión pequeña, pero quiere arrimar algo de dinero a casa. Por eso dice que aunque sea improvisará una tienda en una habitación de su casa.
En la frutería que está al lado, la cantinela es casi la misma. Toñi Ramírez también acusa los golpes del paro. De forma directa e indirecta. Directa porque su marido, que es fontanero, lleva dos años sin trabajo. Él no cobra ni la ayuda. Los dos ya viven solos porque el hijo se ha independizado, pero tienen que pagar 365 euros mensuales de hipoteca. Y también sufre los efectos del desempleo de forma indirecta porque sus ventas caen sin parar. "Los clientes van a lo más barato, a las ofertas. Echo aquí muchas horas y a fin de mes encima tengo que poner de mis ahorros. Pero siendo autónomo tampoco es fácil cerrar. Estoy aguantando a ver si la situación se recupera", explica.
En la peluquería Laura, se repite el argumento. Una clienta, Ana Arrabalín, cuenta que su hijo ha acabado Magisterio y pese a que tiene formación está parado. Mientras lava el pelo a una mujer, Laura Salazar, la peluquera, reconoce que hay menos demanda debido a los altos índices de desempleo. "Las clientas siguen viniendo, pero aguantan más en echarse el tinte o en cortarse el pelo", relata.
Paco apura un café en un bar cercano. No quiere dar su apellido, sólo Paco. Después de trabajar durante 33 años, se ha quedado sin empleo. Es transportista y está a punto de que se le acabe la prestación por desempleo. Es viudo, no tiene hipoteca y su hijo ya está colocado. A unas malas, podrá arreglárselas con la ayuda. "Pero para las criaturas que tengan cargas familiares esta situación es un problema grave", reflexiona. Y cuenta que amigos a los que nunca vio parados y que eran encargados de obras, ahora están cruzados de brazos. Tiene 50 años. Ha echado el curriculum, pero de momento sigue esperando. Para llegar a fin de mes, ha recortado gastos y salidas. "El tabaco, no", admite.
La Carretera de Cádiz es otra de las zonas de la capital más castigadas por el paro. En la oficina del Servicio Andaluz de Empleo (SAE) de La Paz hay menos gente que otros días. Un funcionario explica que es fin de mes: "El aluvión de trabajadores a los que no se les renueva el contrato llegan en la primera quincena". Juan Antelo, de 44 años, está allí con su mujer, Mari Carmen Pedrosa. Viven en la zona de Vistafranca. Él lleva dos años sin trabajo y viene a solicitar la ayuda. Ella ha trabajado en la cocina de un hotel o cubriendo bajas en una residencia, pero ahora no le sale nada. Por suerte ya no tienen hipoteca y el hijo mayor colabora con los gastos, pero dentro de dos meses los cuatro miembros de la familia tendrán que arreglárselas con los 426 euros de la ayuda. "A partir de julio nos iremos a pedir a la puerta del Mercadona", bromea Juan .
Para vivir, unos desempleados tiran de la pensión de suegra, algunos de los ingresos de un hijo que está colocado y otros de los ahorros de épocas de mayor bonanza. Miguel Ruiz ha ido a sellar al SAE. Lleva cuatro meses sin empleo después de haber trabajado 34 años sin parar como camionero para la construcción. En su casa viven el matrimonio, la hija y la suegra. Saca una lista escrita a mano. Son sus gastos fijos: 810 euros sin la comida. Por eso, dice que recoge cartones para llevar algo más de dinero a casa. Él, como algunos otros, culpan al Gobierno de la situación. Unos pocos arremeten contra los inmigrantes que "trabajan para subcontratas de grandes obras y a los que se les paga por debajo de lo estipulado en los convenios". Otros creen que es una coyuntura mundial. Pero todos esperan que la racha acabe y pronto.
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