Málaga

Benigno Pendás: "Es muy dudoso que la amnistía esté dentro de la Constitución"

Benigno Pendás, este viernes, en la facultad de Derecho.

Benigno Pendás, este viernes, en la facultad de Derecho. / JAVIER ALBIÑANA (Málaga)

Benigno Pendás (Barcelona, 1956) es catedrático de Ciencia Política de la Universidad San Pablo, letrado de las Cortes Generales desde 1981, presidente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, y consejero Nato del Consejo de Estado en calidad de presidente del la citada academia. Pasará el presente curso académico en la Universidad de Málaga, como año sabático, en el Área de Ciencia Política, lo que se traduce en la puesta en marcha del Seminario Grandes Conceptos sobre Teoría Política Contemporánea, que impartirá a lo largo de varias sesiones y cuya primera ponencia, bajo el epígrafe Democracia. Certezas y Desafíos, tuvo lugar este viernes en la facultad de Derecho.  

¿Qué diagnóstico le merece la democracia española en estos momentos? Quiero decir: ¿cuáles son los asuntos que habría que proteger con más cuidado y cuáles reformarse a la mayor brevedad? 

En primer lugar, debo decir que los españoles tuvimos un enorme éxito político en la Transición con la Constitución del 78, que es lo mejor que hemos hecho en esta materia desde hace siglos. Por tanto, lo principal es mantener, preservar y reforzar en la medida de lo posible los principios fundacionales que en ella se recogen. Me preocupa, pues, como a muchos ciudadanos, la evolución del tema territorial y las dificultades que está generando en el posicionamiento de los partidos políticos. En cualquier caso, la solución debe estar dentro del marco constitucional: la mayoría de ciudadanos no querríamos transitar por otro camino. 

¿Cómo valora que se haya puesto la amnistía sobre la mesa? ¿Piensa que la dicotomía entre rotura y reconciliación que está provocando es atinada?  

No es sencillo pronunciarse de una forma tajante, porque, como hemos abordado en el seminario, hay que evitar la polarización, algo que ocurre mucho en las democracias actuales. Lo que es necesario es explorar perspectivas sensatas y razonables que solucionen el problema. También estoy convencido de que España supo defenderse, en 2017, de una actitud que rompió las reglas del juego. Respecto a la amnistía, creo que el tema no es si está o no dentro de la Constitución, como se viene planteando; de hecho, es muy dudoso que lo esté. Lo que necesita una mayor reflexión es saber si es políticamente oportuna. No se puede salir de la legalidad sin consecuencias. Las amnistías, normalmente, se han planteado en el pasado como salidas a una dictadura, como fue el caso del año 78, para poder entrar en un régimen democrático. Y las circunstancias no son las mismas. En definitiva, es un asunto que, repito, habría que debatir en el Parlamento de forma seria y rigurosa, y por el que no hay que tomar posturas radicales siquiera antes de empezar. 

¿Considera entonces a Puigdemont y su grupo de influencia como un interlocutor válido para la investidura?

Con quien realmente tiene que hablar quien pretenda ser presidente del Gobierno, antes el candidato Feijóo y ahora el candidato Sánchez, es con los representantes formales de los partidos; si esos interlocutores obedecen instrucciones de personas que permanecen fuera de España y que no están, digámoslo así, presentes en los asuntos del día a día, ese es su problema. Puigdemont está formalmente apartado de la vida política y cual sea su influencia es algo que son ellos quienes tienen que decidirlo. 

Una vez solventado ese escollo es probable que nos instalemos en un escenario de gobernabilidad complicado; más aún que el de los últimos años...  

La legislatura, si efectivamente comienza, va a ser complicada, porque la mayoría parlamentaria será frágil. Ya está siendo muy complicada conseguirla para la investidura, probablemente será, si no imposible, sí difícil a la hora de resolver otras cuestiones importantes que tiene la sociedad española. No sería positivo que se llevara a cabo una legislatura en la que apenas se pudieran hacer buenas leyes porque no exista una mayoría suficiente o porque se produzca un bloqueo de la institución parlamentaria. 

¿Debería abordarse, como han propuesto algunos actores, una reforma de la Constitución y de la ley electoral para adaptarla a las necesidades actuales? 

Nuestra Constitución reúne los elementos esenciales para el desempeño normal de la vida política: la monarquía parlamentaria, el Estado de Derecho, el Estado de las autonomías... Y todos siguen siendo perfectamente válidos. Me preocuparía abrir en este momento un debate constitucional, porque está muy claro que hay posiciones que son radicalmente contrarias entre sí. Cuando se aprobó, los españoles sabíamos que queríamos tener un elemento de cohesión, que nos permitiera convertirnos en una democracia, que nos dejase integrarnos en Europa. A día de hoy, las posiciones son tan diferentes y están tan fuera de la posibilidad de acuerdos que yo no entraría en una reforma constitucional. En cuanto a la reforma de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General, ocurre un poco lo mismo. Con este sistema, ha gobernado la derecha y la izquierda, unas veces con mayoría simple y otras con absoluta. El sistema representa razonablemente bien la posición de los ciudadanos. Otra cosa es que, como ocurre, en este momento haya partidos con muy poca representación y que incluso han tenido malos resultados electorales con una influencia política superior. No se pacta entre iguales, sino entre partidos que han tenido un gran éxito electoral y otros que han tenido un resultado negativo. La regla fundamental en cualquier democracia es la de la mayoría a través de acuerdos. 

Benigno Pendás. Benigno Pendás.

Benigno Pendás. / JAVIER ALBIÑANA (Málaga)

¿Y qué cree que puede haber ocurrido para que sea tan complejo pactar y para que el debate político se haya polarizado tanto?

Lo primero que hay que destacar es que esto es un fenómeno universal. Es decir, no sólo ocurre en España, también en países de la UE, con partidos extremistas tanto de derechas como de izquierdas, y cada vez con más frecuencia; eso se ve en sus resultados electorales. Por tanto, podría decirse que es un fenómeno que tiene que ver con las crisis económicas, con un cierto desafecto de los ciudadanos hacia las instituciones políticas. Tenemos que hacer un esfuerzo muy serio por preservar nuestro sistema, porque con posiciones extremistas no se llega a ningún sitio. En esto también tiene mucho que ver el populismo que, en general, tienden a ofrecer soluciones simples a problemas complejos. Los problemas políticos, igual que los de la propia vida, no se arreglan así. Quien ofrece recetas mágicas no tiene razón.

Un ejemplo de polarización es el debate en torno a la nueva posibilidad de emplear lenguas cooficiales en el Congreso. ¿Cómo lo valora? 

Esa es una cuestión quizá más de la práctica política del día a día que, si se hubiera establecido bajo unas circunstancias distintas, probablemente no hubiera producido tanto debate y tanta polémica. Ha acabado produciéndola porque se ha planteado como una concesión a posibles pactos o acuerdos de investidura. Los debates que vemos al respecto están bajo esa influencia. Creo que no hay que hacer una montaña de lo que es una cuestión mucho más práctica y cotidiana. 

En ocasiones, el Gobierno de coalición, ahora en funciones, ha tenido diferentes posturas acerca de un mismo asunto. El caso más reciente es el conflicto de Israel. ¿Cree que esto, de alguna manera, puede menoscabar sus decisiones?

Hay asuntos de Estado en los cuales un Gobierno de coalición, incluso el Gobierno y la oposición, tienen que estar de acuerdo, que haya discrepancias en cuestiones de gran alcance internacional y que son básicas para la paz no es bueno. Habría que cuidar que eso no se produjese. Cada cual tiene que saber cuál es su propia responsabilidad individual y también el presidente del Gobierno, que lo es de todo el Gobierno, pues debe ser capaz de encauzar, digamos, esos desacuerdos que pueden ser legítimos en el debate político cotidiano, pero que no deben o no deberían plantearse dentro un ejecutivo

La renovación del CGPJ sigue en el aire y sin visos de resolverse pronto. ¿Qué piensa de ello? ¿Se está poniendo la suficiente voluntad por las partes implicadas?

No, y creo que hay que hacerlo cuanto antes y además hay que hacerlo bien. La independencia del Poder Judicial es un fenómeno sustancial para el funcionamiento de un sistema democrático y de un Estado de Derecho. Los propios jueces llevan muchos años insistiendo en la necesidad de que se renueve y de que recupere todas sus competencias. Ya empieza a haber problemas en instancias tales como el Tribunal Supremo para poder resolver los asuntos que tienen pendientes. Dada la exigencia es un clamor. Hay muy buenos juristas en España y excelentes juristas en todos los niveles, con sensibilidades distintas, que pueden hacer un magnífico papel en el Consejo General del Poder Judicial. Espero y deseo que se solvente a la mayor brevedad.

Para terminar. Tiene en su haber distintos libros, pero quizá el que ha tenido más acogida, por ser un proyecto ambicioso, sea Biografía de la Libertad (I) Renacimiento: nostalgia de la belleza.¿A qué cree que se debe? 

Agradezco mucho la pregunta, porque es el proyecto en el que estoy centrado desde el punto de vista académico y al que espero poder dedicar todo el tiempo necesario en los próximos años de mi actividad. La idea es que haya seis tomos desde el Renacimiento, que es el primero ya publicado y estoy pendiente de publicar el segundo en los próximos meses, hasta llegar a nuestros días. No es una tarea sencilla, requiere reflexión y mucha sutileza en el análisis. Creo que la acogida radica en el tema, en la libertad. Que escogí porque siempre he creído que es lo más importante para la condición humana. Sin libertad perdemos la dignidad, sin libertad perdemos la conciencia de ser seres humanos. Y ni es fácil su defensa ahora, ni lo ha sido nunca. No podemos pensar que es algo que nos viene dado. Siempre hay que estar alerta. 

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