Berenjenal
El Prisma
El Ayuntamiento, y muy particularmente el concejal Julio Andrade, se ha metido en un charco de arenas movedizas. Con la ordenanza de convivencia sólo ha logrado perjudicar al eslabón más débil
NO es la primera vez que les hablo aquí de The Wire, la serie de referencia de David Simon que ha marcado un antes y un después en la historia de la televisión. Tampoco soy original al citar la temporada en la que el comisario de un durísimo gueto de Baltimore decide habilitar una zona sin control policial, donde camellos y drogadictos puedan campar a sus anchas sin molestar a los vecinos. Lo hace, claro está, sin que lo sepan sus superiores, ni el concejal de Seguridad, ni mucho menos el alcalde. La arriesgada y heterodoxa medida da sus frutos: las cifras de delincuencia empiezan a bajar por primera vez en décadas, no hay tiroteos y todo el mundo está feliz. Hasta que un periodista descubre la iniciativa y todo se viene abajo. Los políticos, que habían mirado hacia otro lado, estallan hipócritas ante el escándalo, cual capitán Renault cerrando el casino de Rick's mientras recoge sus ganancias.
En Málaga parece que va a ocurrir al revés con la prostitución. El activo, a veces demasiado, concejal de Participación Ciudadana, Julio Andrade, se ha metido en el berenjenal más antiguo del mundo, al intentar resolver el problema -si es que lo era- que justamente nadie esperaba que el Ayuntamiento afrontara: el sexo en la calle. Al prohibirlo a determinada distancia de viviendas y locales y crear todo un catálogo de sanciones económicas para profesionales y clientes, el Consistorio ha golpeado, como casi siempre ocurre cuando una institución entra al grito de aquí la caballería, al más débil. De ahí el enfado de la ONG Médicos del Mundo y su abandono de la Mesa de la Prostitución, con un portazo fuerte. Su diagnóstico es claro, que por algo son médicos: la actitud municipal es "psicótica" y de "esquizofrenia política".
El Ayuntamiento, y muy particularmente Andrade, se ha metido solo en este charco de arenas movedizas, provocando un grave perjuicio a unas mujeres ya de por sí en serios problemas sociales, económicos y de seguridad. La cacería a las prostitutas recuerda a la de los tiempos de Jesús Gil en Marbella; por suerte aquí los coches patrulla no las llevan al límite del término municipal y las dejan sin zapatos, para que vuelvan, si pueden, descalzas.
En la última reunión de la citada Mesa -el alcalde, que tanto gusta de reunirse con vecinos, peñas y cofradías, también debería de asistir-, las prostitutas pidieron "cierta tolerancia" con su actividad y que la Policía Local deje de "agobiarlas". Andrade, como el abogado que no es, les respondió que no sería legal dejar de aplicar la ordenanza: "No se puede suspender sin que lo ordene un juez". Pedazo de ordenanza.
Tras serle denegada la zona de Arraijanal, que sí cumplía los requisitos de la normativa municipal, pero no de la estética electoral, el colectivo pidió que se habilite una zona cercana a la depuradora del Guadalhorce -el mantenimiento de la libido con semejantes olores debería ser estudiado por alguna farmacéutica, quizás tengamos entre manos la nueva viagra y no lo sabemos-. Algo que, desde luego, no está en la mano del Ayuntamiento. También que se asfalte la parcela y se habilite algún lugar con un poco de intimidad y zonas de aseos. Menudo marrón a tres meses de las elecciones. ¿A cargo de qué presupuestos haría eso el Consistorio? ¿De los participativos? Pero si Andrade ya se lo ha gastado todo en belenes, tronos, talleres de aerobic y verbenas varias. ¿Dará Urbanismo licencia a las obras de la explanada de la prostitución? ¿Y Comercio permiso de apertura? ¿Inaugurará el nuevo espacio De la Torre? ¿Invitará al acto a la oposición?
No se vayan todavía, habrá más. Simon está escribiendo el guión.
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