Bueno, bonito, barato... Y en crisis

Parados se suman a la venta ambulante en el rastro de Martiricos que también acusa la caída de ventas

Una multitud agolpada en el puesto de Toñi Fernández, que ayer vendía cada prenda a un euro.
Encarna Maldonado / Málaga

18 de mayo 2009 - 01:00

Martiricos es un hervidero de carretillas. Las hay con limones, con ajos, con pimientos y con bebidas. Da igual qué. Se trata de tener una carretilla, apañar una mercancía mínima y vender a un euro lo que sea. David Chaves tiene 32 años, cuatro hijos, las manos cuajadas de anillos brillantes "por si hay que poner a cavilar a alguien" y su nombre apuntado en las listas del paro. Hasta hace cuatro meses era gruísta. Ya no. Ayer esperaba que el calor apretara para vender sus refrescos y botellas de agua entre la muchedumbre de Martiricos, quejoso "porque la Policía me echa por no tener licencia, pero el Ayuntamiento no me la da".

José Gómez también está que trina. Su vida de vendedor ambulante en cinco mercados de Málaga le cuesta al año más de 7.000 euros en impuestos, seguros y tasas a la Seguridad Social "y esto ya no da". Ayer vendía camisetas y faldas infantiles a dos y cinco euros. Apenas araña unos céntimos en las primeras y dos euros en las segundas. Pero lo peor "es que no se vende nada. Mucha gente, pero poca compra. Nos tienen que rebajar los impuestos para que podamos aguantar", exigía. Además su yerno Evaristo Torres, de 23 años con una hija y otra de camino, se ha unido al negocio. "Tengo siete años cotizados como encofrador, pero ahora estoy en el paro", así que el joven ha comprado alguna mercancía y trata de venderla en el puesto de su suegro. "Una ruina", dice, mientras enseña su cita para adherirse al plan Menta dirigido a formar en otros oficios a trabajadores de la construcción desempleados.

Toñi Santiago, su marido y sus hijos no pierden ojo en su puesto: centenares de camisetas se amontonan. Todas a un euro "y encima me piden rebajas, porque, rubia, la crisis es para todos". "Vendo tan barato porque son de tiendas que quitan. Fíjate qué genero", dice talentosa, haciendo cuentas de lo que le queda después de vender cada prenda a un euro.

Juan Carlos Cortés realquila cada años el puesto, cuando abandona con su familia, empujado por la alergia al polen de olivo, su Jaén natal. "Todo está mal pero si me apuras, aquí, en la Costa, hay un poquito más de vida que en el interior". Seguidor de la Iglesia Evangélica de Filadelfia, que tanto ha calado entre los gitanos, se muestra tranquilo porque "si no tengo dinero, tengo la seguridad de tener a Cristo en el corazón", dice casi al paso de una fila de Hare Krisnas que todos afirman sin pestañear que les espantan las ventas.

Enriqueta Palma vende ropa interior y reconoce que le gusta su oficio porque tiene mano con la gente. Recuerda añorante los "buenos años" que ya pertenecen al pasado. Acude a cuatro mercados a la semana, aunque siempre pendiente "de si llueve o hace viento porque esto tiene muchas inseguridades y muchos impuestos". Asegura que el domingo pasado llegó a Martiricos a las siete de la mañana y no regresó a su casa hasta las cuatro de la tarde. La recaudación de la caja sólo llegó a 80 euros.

Y como todos, se aprovisiona de mercancías en los polígonos comprando al por mayor y negociando céntimo a céntimo con los chinos, únicos mayoristas ya del sector de la venta ambulante.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último