CN-235, diez años de la tragedia

En el accidente aéreo murieron cuatro personas y otras 26 resultaron heridas · El abogado de 12 pasajeros recuerda que el piloto se equivocó al cortar el motor.

Redacción

28 de agosto 2011 - 08:53

Mañana se cumplen diez años del accidente sufrido el 29 de agosto de 2001 por un avión de la compañía Binter Mediterráneo que, procedente de Melilla, se estrelló a pocos metros del aeropuerto de Málaga, lo que causó la muerte a cuatro personas y heridas a otras 26. Ese día, un avión CN-235 cayó sobre la antigua carretera nacional 340 y una zona contigua dos minutos después de que el piloto alertara a la torre de control de que tenía un fallo en el motor izquierdo, por lo que pidió un aterrizaje de emergencia y que se diera alerta a los bomberos.

La nave, que en el momento del accidente tenía 11 años de antigüedad, transportaba 44 pasajeros, su capacidad máxima, y la noche anterior al impacto pasó su última inspección, en la que se engrasó su tren de aterrizaje. La investigación apuntó como principales causas del siniestro la falta de organización por parte de la compañía y la negligencia del copiloto, ya que no accionó los mecanismos indicados en esa situación. A este respecto, el abogado Manuel Temboury, que representó a 12 pasajeros, los herederos del piloto fallecido y una azafata, señaló que la causa del siniestro fue que Binter carecía de suficiente personal de nivel medio (copilotos), por lo que encargaba que realizara esta función a pilotos-comandantes.

El copiloto de este avión era comandante y no había recibido un curso específico para esta función, de forma que "sabía dirigir el aparato pero no realizar las funciones de copilotaje", entre las que figura actuar en caso de emergencia. Al llegar a la aproximación, el avión avisó de fuego en uno de los motores, caso en el que el procedimiento es comprobar el fuego para luego apagar el motor incendiado y accionar una palanca para verter un líquido contra incendio en ese motor.

"El copiloto se equivocó, cortó el motor y vertió el líquido sobre el otro motor" que funcionaba correctamente, por lo que el aparato se quedó sin propulsión, y al estar aterrizando, al piloto no le dio tiempo a reaccionar, rememoró Temboury. En la fase de instrucción del proceso se oyó la cinta de las conversaciones de cabina en las que el piloto recrimina su acción al copiloto. El proceso judicial terminó por el fallecimiento por un cáncer del copiloto, y todos los temas acabaron en sentencias judiciales o bien se cerraron extrajudicialmente con la aseguradora del aparato, Mussini.

De los clientes representados por Temboury, se llegó a pleito con respecto a dos lesionados que obtuvieron cerca de 400.000 euros por problemas cervicales y lesiones graves; un amputado obtuvo un millón de euros y los familiares de un fallecido fueron indemnizados en más de 60.000 euros. Por otro lado, los familiares del piloto fallecido no obtuvieron indemnización al ser parte de la tripulación y, pese a ello, la azafata logró una indemnización de 100.000 euros por lesiones en la mano, pero extrajudicialmente. Entre las anécdotas del caso figura que un tal Juan Nadie se ofrecía por correo electrónico a adelantar las causas del siniestro antes de que la comisión de investigación realizara su informe, datos que con el paso del tiempo resultaron ser ciertos, y que en la actualidad el último tomo de las actuaciones ha desaparecido.

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