Cormoranes y gaviotas

el prisma

En un país con el déficit energético de éste, y con la crisis de éste, lo irresponsable sería desdeñar recursos en base a apriorismos y simplismos. Y parece mentira que haya que recordar que es gas

Javier Gómez

16 de diciembre 2012 - 01:00

CADA sábado hay que agradecer la justicia poética que nos aporta J. J. Blanes. Si de lunes a viernes muchos políticos se ríen de todos nosotros, parece sano que al llegar el fin de semana seamos nosotros los que nos riamos de ellos con sus opinómetros, verdadero escaparate político de maniquíes tan desnudos como ridículos.

Esta semana no le dio tiempo a J. J. a exponer la vergonzosa campaña emprendida por el PSOE contra las prospecciones de gas en la costa malagueña. Vergonzosa y lamentable por demagógica, por falsa, por irresponsable y por manipuladora. Como muchas de las cosas por cierto que ha hecho la dirección del partido en la última década en Málaga y que lo han llevado a la fosa electoral en la que se encuentra. Partamos de la base de que la extracción de gas en la Costa del Sol es un asunto tan polémico como oportuno para el debate. Pero para un debate serio, más técnico que político y en el que debería prohibirse la entrada a los oportunistas de siempre. Un debate que retrata tanto a los políticos como a los medios de comunicación, a los que también, sí, nos cuesta ponernos en contra de la marea o plantearnos siquiera si la opinión pública navega con el rumbo correcto. Se supone que nuestro trabajo es aportar datos, no sumarnos a conclusiones precipitadas ni a juicios sumarísimos sin ellos, como parecen hacer tantos políticos, alcaldes y alcaldesas, diputados, consejeros e incluso el propio ministro de Industria y Turismo, que un día dice una cosa y al siguiente la contraria. La demagogia no tiene siglas y de ella dan lecciones todos los días populares, socialistas y los de IU.

Hasta ahora sólo he leído a un científico opinar sobre el asunto de las prospecciones de gas con cierto rigor, al geólogo e investigador del Instituto Español de Oceanografía Víctor Díaz del Río. En las páginas de este periódico, hace un par de semanas, afirmaba que el impacto de la prospección y explotación de gas es mínimo y que incluso causa más el propio fondo del mar expulsando ese metano. También recordaba que el Estado ha usado en el pasado las mismas técnicas que pretende emplear Repsol para explorar los fondos marinos sin recibir ningún tipo de objeciones.

Si el impacto ambiental es mínimo, si la búsqueda de esas bolsas de gas se hará a diez kilómetros de la costa -por donde pasan, desde o hacia el Estrecho, unos 100.000 barcos al año, de los que entre 4.000 y 5.000 son petroleros y por tanto un factor de riesgo bastante mayor sin que nadie ponga el grito en el cielo- y si la extracción de ese hipotético gas es bastante limpia, ¿a cuento de qué la polémica que han alimentado ambos partidos, uno contra otro, por la tramitación de algo lógico? Lógico porque en un país como con el déficit energético de éste, con la crisis económica de éste, lo irresponsable sería desdeñar recursos en base a apriorismos y a simplismos. Y parece mentira que haya que recordar que es gas, no petróleo. Repito: gas, no petróleo. Esto sólo puede ocurrir en España. Porque Spain is different. Somos tan cínicos que autorizamos la búsqueda de gas, luego nos llevamos las manos a la cabeza por ello, incluso prometemos que no se buscará ni extraerá mientras lo estamos tramitando -Soria recuerda en esto a Manuel Chaves y sus solemnes promesas a incumplir-, pero todos sabemos que si se encuentra el gas se extraerá.

Tanto populares como socialistas son responsables de que Repsol y otras compañías estén buscando gas en aguas malagueñas. Porque fue el Gobierno de Aznar el que dio los primeros permisos en 2004, pero luego el de José Luis Rodríguez Zapatero aprobó la declaración de impacto ambiental de las prospecciones, por mucho que ahora lo niegue con una desmemoria impropia de él Miguel Ángel Heredia, secretario provincial socialista y diputado de las miles de preguntas.

Aunque mucho más pequeñas que las petrolíferas, no son precisamente bonitas las plataformas de extracción de gas, pero si acaso se acaba construyendo una me pregunto si todos los turistas vendrán con los prismáticos o telescopios necesarios para verlas desde la costa, ya que se ubicarían a una decena de kilómetros. Y puestos a imágenes feas, mucho más horrendas son las más cercanas barbaridades urbanísticas que jalonan la Costa del Sol, sin que ninguno de esos promotores que ahora se pone al frente de la oposición a la búsqueda de gas dijera en su momento nada contra ellas. Tampoco es preciosa la chimenea de la fábrica de La Araña, pero eso no fue ningún reparo para que la Junta de Andalucía -a la que pertenecían algunas de las caras que ahora impúdicamente recorren el litoral repartiendo pasquines- la aprobara e incluso financiara, porque entre otras cosas se supone que así contamina menos y así se mantenían cientos de puestos de trabajo.

"Señor ministro, no queremos un Prestige en la Costa del Sol", reza uno de los eslóganes de la impresentable campaña socialista. Alguno, por la expectativa de un puñado de votos, sería capaz de embadurnar un cormorán con alquitrán y grabarlo en las playas de Marbella.

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