tragedias marinas en la costa malagueña

Historia sumergida en la mar

  • Naves fenicias, romanas y musulmanas, muchas de ellas sin descubrir, siembran los fondos del litoral · A lo largo de toda la costa hay datados cincuenta pecios, 'huellas' del rico pasado marítimo malagueño

Hace unos días se cumplían 55 años de lo que pudo haber sido una verdadera catástrofe marítima en la Costa del Sol. El 20 de agosto de 1957 frente a la costa malagueña en viaje desde la localidad inglesa de Fawley al puerto kuwaití de Mina Al Ahmadi, el petrolero liberiano World Splendour sufría un importante incendio provocado por dos explosiones a bordo. Tras ser rescatada gran parte de su tripulación por un destructor inglés con base en Gibraltar, el capitán y ocho tripulantes, durante horas, combatieron el fuego. Después de quedar extinguido el incendio, el 21 de agosto, dos remolcadores auxiliaron al maltrecho buque que, herido de muerte, se hundía a 15 millas de Fuengirola produciendo un vertido de 1.000 toneladas de fuel.

Este accidente, que volvía a salir a la luz en un estudio que revelaba los más significativos vertidos contaminantes producidos por buques hundidos en las costas españolas tras la catástrofe del Prestige, constituye uno de los casi cincuenta pecios datados a lo largo de todo el litoral de la provincia malagueña.

Y aunque las aguas gaditanas son las primeras, a nivel nacional, en lo que barcos hundidos se refiere, Málaga, con su rico pasado marítimo, ocupa un destacado puesto en esta luctuosa nómina de accidentes en la mar. Naves fenicias, romanas y musulmanas, muchas aun sin descubrir, siembran los fondos del litoral malagueño. Unos pecios que en muchos casos nunca se identificarán y que evidencian la preponderancia marítima que Málaga tuvo en la antigüedad.

En la provincia de Granada, aunque algunos autores sitúan el incidente entre Rincón de la Victoria y la bahía de La Herradura, el 19 de octubre de 1562, se hundían debido a un fuerte temporal 25 galeras españolas mandadas por don Juan de Mendoza. Más de 5.000 muertos constituyen el saldo de aquella catástrofe que marcó el reinado de Felipe II y que Cervantes mencionó en un pasaje de El Quijote.

Y aunque la mala mar ha sido la principal responsable de la gran mayoría de los hundimientos en las costas malacitanas, diferentes actos de guerra han causado también accidentes marítimos irreversibles. El 21 de julio de 1656, un ataque a la ciudad por parte de la flota inglesa, causaba el hundimiento en el puerto de tres navíos, dos galeras y una embarcación menor. Pero, curiosamente, el mayor incidente bélico ocurrido en el litoral malagueño, apenas dejó secuelas en los fondos marinos. En plena guerra de Sucesión española, el 24 de agosto de 1704, dos importantes flotas: una francesa con colaboración española y otra anglo-holandesa se enfrentaban en una singular batalla naval que quedó en tablas. Rebautizada hace un par de años como Batalla Naval de Vélez-Málaga a raíz de un estudio realizado por dos historiadores veleños (hasta la aparición de esta investigación se había venido denominando como Batalla Naval de Málaga), este enfrentamiento, si bien causó muchas bajas (se baraja una cifra total de 5.000 muertos entre ambos bandos), paradójicamente no se acompañó con un significativo número de barcos hundidos.

Pero quizás el más significativo naufragio de finales del siglo XVIII fue el que tuvo como protagonista al navío de línea español Septentrion. Construido en Cartagena entre los años 1750 y 1753, el 3 de noviembre de 1784, un fuerte temporal lo varaba en la playa a ocho millas del puerto de Málaga. Semanas después del accidente, tras rescatarse toda su artillería, los pertrechos y gran parte de la jarcia, el casco del barco salía a pública subasta.

Ya en el siglo XIX, los naufragios malagueños se incrementaba considerablemente a consecuencia de unos días de marejada en marzo de 1852. Las goletas Nueve de Mayo y Nicolasa, los bergantines goleta Favourite (de bandera francesa) y Hernán Cortés, los laúdes Nuestra Señora del Carmen y San Antonio se perdían en el puerto y en las inmediaciones de este. En mayo de se mismo año, el bergantín goleta Carmen zozobraba entre Torremolinos y Fuengirola. A mediados del siglo XIX, el puerto de Málaga vivía el dramático siniestro del vapor Génova; un incidente que tendría una singular repercusión un siglo después. Y como si el azar hubiera querido apoderarse de los accidentes marítimos malagueños de las últimas décadas del siglo XIX, las costas malacitanas veían como en apenas diez años, tres buques se hundían debido a dos colisiones. El 28 de julio de 1876, la fragata Dinorah se iba a pique tras chocar con el vapor Dorunda y en 10 de febrero de 1885, el mercante inglés Zoe colisionaba contra la fragata Danebrog. El resultado de este abordaje se saldaba con el hundimiento de ambos buques.

Y aunque la nómina de buques fatalmente siniestrados entre 1801 y 1900 alcanza la veintena, el último naufragio decimonónico, es, sin duda alguna, el más conocido de la historia marítima malagueña. El 16 de diciembre de 1900, la corbeta alemana Gneisenau se hundía a la altura del espigón de Levante. Un naufragio que el paso de los años ha ido adornando de excesivos tópicos y muchas inexactitudes.

En plena Primera Guerra Mundial, ya en el siglo XX, el 20 de mayo de 1917, el vapor correo Sagunto se incendiaba y hundía atracado en puerto. Perteneciente a la Trasmediterránea, el buque fue reflotado y reparado. Muchos años después, protagonizaba la película Krakatoa, al Este de Java. En ese mismo año, 1917, el litoral malagueño vería cómo los mercante ingleses Clan Maclachlan y Menapier se hundían tras sufrir sendos abordajes.

Ya en la década de los treinta, en concreto en 1931, Málaga saltaba a las primeras planas de todos los periódicos del mundo a raíz de la colisión que frente a las costas de Marbella tenían el portaaviones inglés Glorious y el trasatlántico de bandera francesa Florida. Un siniestro marítimo que se saldó con numerosos muertos y desaparecidos y que no se llevó a pique a ninguno de los dos buques accidentados.

Durante la Guerra Civil española, las costas de Málaga se sembraron de muy diferentes hundimientos. En septiembre de 1936, el destructor Almirante Ferrándiz se perdía a 18 millas al Sur de Calaburras cañoneado por el crucero Canarias. El submarino C-3, el guardacostas Uad Muluya, los buques Naranco, Amalia y Artabro y vapor correo Delfín, constituyen lo más destacado de la lista malagueña de naufragios en el trienio 1936-1939.

Continuando con esta dramática nómina de barcos perdidos, el vapor noruego Fjord y el portaaviones inglés Ark Royal se hundían en 1941 tras ser atacados por submarinos alemanes durante la Segunda Guerra mundial. En la década de los sesenta y setenta, el tráfico comercial de entrada y salida del Estrecho de Gibraltar volvía a tomar protagonismo y las aguas malagueñas se convertían en el lecho de muerte de buques tales como: el mercante italiano Gianni Zeta (19 de julio de 1963), el buque de bandera liberiana Gold Sky (19 de diciembre de 1968), el carguero norteamericano Yellowstone (12 de junio de 1978) o el pequeño mercante de bandera griega Hiona (9 de septiembre de 1978). A remolque desde Abu Dhabi, el buque de cargas especiales Mammoth Scan, tras no poder entrar de arribada al puerto de Málaga (escorado 45 grados y con una vía de agua), el 2 de enero de 1981 se hundía en el mar de Alborán tras un fallido intento de rescate.

Un año después, el 16 de octubre de 1982, el pesquero factoría ruso Zheleznovoclosk se perdía frente a Fuengirola tras chocar con un carguero chino. En abril de 1985, el remolcador Torrebermeja se hundía en el puerto de Málaga mientras realizaba una maniobra. Al año siguiente, el mercante español Alpro se perdía frente a Benajarafe debido al corrimiento de parte de su carga. En este accidente fallecían dos tripulantes y cinco se daban por desaparecidos. Ya en la década de los noventa, el 27 de octubre de 1992, el buque de carga rodada Isla del Hierro chocaba contra la escollera de la bocana y se hundía junto al muelle 3 A-3.

Una dramática lista de hundimientos con nombres propios a la que había que añadir una muy extensa nómina de pequeñas embarcaciones que, por múltiples causas, también descansan en los fondos submarinos de litoral de la provincia.

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