Tribuna de opinión

Málaga en la mochila

Vista del jardín botánico de la UMA en Málaga. Vista del jardín botánico de la UMA en Málaga.

Vista del jardín botánico de la UMA en Málaga. / Javier Albiñana

Escrito por

Baltasar Cabezudo | Biólogo

EN 1982, siendo profesor de la Universidad de La Laguna (Tenerife), tuve que decidir a qué plaza de catedrático de Botánica incorporarme entre las varias que ese año, mediante concurso de méritos, salieron a traslado en España. La verdad es que no tuve que pensarlo mucho. Como botánico la plaza de la joven Universidad de Málaga era lo suficientemente atractiva como para no dejar escapar la ocasión. El conocimiento previo que tenía del apasionante mundo vegetal de la provincia malagueña me animó a un traslado, complicado, pero emocionante.

La incorporación no fue sencilla, ni para mí ni para mi familia, el provincianismo de alguno de los ilustrados botánicos de la época me lo puso complicado, pero bueno, venia preparado, lo tenía asumido de antemano, conocía el percal. La llegada de un miembro de la denominada escuela sevillana nunca fue asumida por algunos, hubieran preferido alguien de la escuela madrileña y seguir siendo clásicos “rodrigones”.

Mi suerte fue que otros jóvenes botánicos malagueños, deseosos de nuevas perspectivas científicas, me ayudaron en mis primeros pasos por el maravilloso mundo vegetal de la provincia. Sin ellos mis primeras correrías botánicas malagueñas hubieran sido muy complicadas. Un departamento pequeño como el de la época no podía abrirse a muchas líneas de investigación, pero con algunos de los profesores y jóvenes licenciados de entonces, J. Guerra, F. Conde, J.M. Nieto, M. M. Trigo, A. Flores, T. Navarro, A.V. Pérez-Latorre, M. Altamirano, M. Recio y E. Bañares entre otros, formamos un prometedor grupo de investigación con varias líneas básicas para la docencia y la investigación, fundamentalmente el estudio de plantas vasculares, las algas, los musgos y hepáticas y la aerobiología, centrándonos sobre todo en Andalucía y Málaga. Los resultados han sido importantes tanto en el conocimiento y conservación de la diversidad vegetal de Andalucía (floras, vegetación, taxonomía, sistemática) como en botánica aplicada, fundamentalmente en cartografía, alergias polínicas, control de especies invasoras, productos naturales, adaptación de microorganismos fotosintéticos, etc.

No puedo olvidar el esfuerzo realizados por todos para mantener activa una importante revista científica como Acta Botanica Malacitana, que este año publicará su volumen 48, y una colección científica con más de 100.000 muestras botánicas depositadas en el Herbario MGC de la institución universitaria. Todos hemos contribuido también al estudio, valoración y gestión de alguno de los espacios naturales más importantes de Andalucía.

Hoy, ya jubilado, y perdido el mono de mi larga trayectoria en la institución universitaria, no me arrepiento de la decisión tomada ni de los resultados de mis más de 40 años de servicio a la Universidad de Málaga. Me he jubilado de funcionario, pero no de botánico, todavía recorro habitualmente con mi mochila la provincia poniendo al día alguno de mis trabajos inacabados. Me formé en un grupo donde lo importante era el trabajo serio y constante, y si como resultado se conseguían los objetivos propuestos, miel sobre hojuelas. Este año publicaré un estudio sobre la desconocida riqueza briológica de la Axarquía, y estoy preparando para el próximo otro similar del espectacular Valle del Genal. Mientras el cuerpo aguante y la mochila no sea muy pesada, seguiré siendo botánico activo.

Siento no haber sido nunca invitado a formar parte de la extinta Sociedad Malagueña de Ciencias ni a la actual Academia Malagueña de Ciencias, supongo que no he tenido ni tengo los méritos suficientes, qué le vamos a hacer. Para mí fue un placer contribuir a la conservación de la espléndida colección de libros de botánica de la Sociedad Malagueña de Ciencias depositada en la Biblioteca General de la UMA. Siempre he sentido el poco interés, de algunas de las actuales instituciones científicas malagueñas, en recuperar la importante colección de plantas, de alto valor histórico, que en su día tuvieron en depósito, y que seguramente fue regalada a la Universidad de Granada a cambio de algún insignificante título pasajero. Una pena.

Pero bueno, pelillos a la mar, lo importante es haber sido útil a los objetivos científicos y docentes de la institución universitaria malagueña, haber puesto los valores botánicos de nuestra provincia en el candelero nacional e internacional, haber contribuido a la eficiente labor que realizan y han realizado todos los miembros del grupo de investigación del que fui responsable, y haber tenido la recompensa de más de 6.000 citas de mis trabajos y el nombramiento de Profesor Emérito por la Agencia Andaluza del Conocimiento.

Mi mochila de botánico sigue abierta, y espero que tarde en cerrarse.

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