Tribuna de opinión

¿Medidas energéticas u ocurrencias?

Una clienta controla la temperatura de una tienda de Málaga

Una clienta controla la temperatura de una tienda de Málaga / Javier Albiñana

Comparto la necesidad del control energético, que no responde a una economía de guerra como se nos quiere vender, sino de defensa de la “locomotora alemana” ante el gravísimo error cometido de su dependencia del gas ruso. Por supuesto el apoyo y la solidaridad con el pueblo ucraniano son esenciales. Pero si las medidas a adoptar agudizan la crisis económica en Europa, flaco servicio nos estamos haciendo los europeos porque nuestro debilitamiento se dejará sentir en la defensa de Ucrania ante la invasión rusa. Dicho esto y simplificando mucho una realidad geopolítica y económica muy compleja voy a exponer las incongruencias y el disparate de las medidas adoptadas por el gobierno.

Lo que está muy claro es que las temperaturas que se establecen en climatización y los horarios para regular el consumo de electricidad responden a la realidad alemana y además son incompletas. ¿Por qué se fijan horarios de apagado y se olvida del encendido? La consecuencia de todas estas ocurrencias es que el sacrificio que se trata de imponer no es igualitario sino altamente discriminatorio para algunos países.

Si se trata de ahorrar energía, lo importante es reducir consumo y eso se controla reduciendo el número de horas totales de encendido, no sólo fijando el horario de apagado. ¿Hay alguien en el gobierno que piense en la realidad y no en la propaganda?.

Recordemos cuestiones más que evidentes que, al parecer, nadie ha contemplado y caen por su propio peso. La Unión Europea se extiende desde el círculo polar ártico al paralelo 36 que discurre de Gibraltar al sur de Grecia. Por tanto, ni las horas de luz y oscuridad son las mismas en toda Europa, ni iguales a lo largo del año, ni las fluctuaciones de temperatura a lo largo del día o la noche son las mismas, ni el clima es el mismo, ni los horarios de vida, ni las costumbres sociales, ni las estructuras económicas son las mismas, ni la geografía, ni el acondicionamiento de los establecimientos comerciales y de restauración son los mismos, ni el peso relativo de estos sectores en sus economías, etc. Centremos nuestra reflexión por simplificar entre Alemania y España

¿Si Alemania no dependiera del gas ruso se tomarían estas medidas? Sin duda que no. Pues bien. Para que la estructura económica alemana, fundamentalmente industrial muy concentrada en grandes empresas y con producción uniforme a lo largo del año, funcione sin grandes problemas, necesita que toda Europa ahorre energía. Por el contrario, la estructura económica española tiene una gran especialización turística, con gran temporalidad y enorme dispersión en miles de pequeñas empresas turísticas y comerciales. Luego ni el control ni sus efectos son similares, en perjuicio de España.

Pero hagamos una simple reflexión comparada del esfuerzo energético en relación a los 27 grados de refrigeración y de los 19 de calefacción.

Si las temperaturas medias de Alemania en invierno oscilan en torno a los tres grados bajo cero eso significa que en invierno 19 grados de calefacción significa un consumo de energía que eleve 22 grados la temperatura en viviendas y establecimientos comerciales e industriales.

Sin embargo, en España las temperaturas medias veraniegas se sitúan en los 28 grados. Eso implica que el consumo de energía español para refrigeración solo supondrá la reducción de un grado. Luego en términos comparativos el sacrificio en bienestar personal de alemanes y españoles es muy diferente 22 grados frente a 1. Es más. Mientras la temperatura ambiente en la casa, si baja se puede contrarrestar con ropa de abrigo, no ocurre lo mismo con las temperaturas altas que, a partir de los 22 grados, hace prácticamente imposible el sueño. Mientras 19 grados en un país frío no deja de ser una temperatura muy soportable con un jersey, 27 grados en un país cálido como España es insoportable por la noche.

También está el tema de los horarios y las costumbres. Quienquiera que haya vivido en Centroeuropa habrá comprobado que en verano a las 22 horas es de día, mientras en invierno a las 16 horas es prácticamente de noche.

Eso influye mucho en las costumbres porque en verano el apagón de las 10 de la noche no afecta en nada a las ciudades, que a esa hora ya tienen las calles vacías al cerrar el comercio sobre las seis o siete de la tarde.

Y en invierno menos todavía porque a partir de las cinco o seis tampoco queda nadie en las calles. ¿Y qué ocurre el resto del día entre las siete de la mañana y las cinco de la tarde? ¿Se reduce la luz de las calles, se apagan los edificios públicos y los escaparates? ¿Cuál es la hora de encendido y cuántas horas al día permanecen así? ¿Alguien lo ha analizado?

Traslademos estas medidas a España. En verano, a las diez de la noche es cuando se cena y la calle está llena de gente disfrutando del ambiente callejero que es precisamente otro de los atractivos españoles que encanta a millones de turistas extranjeros: vivir “la calle”; algo que su clima no se lo permite ni tienen costumbre.

¿Es que nadie ha pensado que en los valles del Guadalquivir y del Ebro, en Extremadura, en la Mancha, en Murcia..., es a partir de esa hora cuando la población sale a “tomar algo de fresco en la calle” ante la imposibilidad de permanecer en el interior de las viviendas sin aire acondicionado?

Pero como a los bares y restaurantes no les permitirán bajar de 27 grados, y las calles se oscurecerán aumentando la inseguridad, la gente se refugiará en sus casas poniendo la climatización que su bolsillo y el ahorro de gasto nocturno le permitan. Así se arruinará la restauración que en verano prácticamente solo vive del negocio nocturno.

¿Apagan los edificios públicos y los escaparates cuando las calles están llenas de gente en Centroeuropa? ¿Alguien ha calculado el número de horas y grados de temperatura de sacrificio de unos y otros ciudadanos europeos? Todo esto además se traduce en una amenaza muy seria a la supervivencia de cientos de miles de puestos de trabajo en España.

Si el objetivo es ahorrar energía para reducir y eliminar la dependencia gasística de Rusia, ¿no sería mucho más fácil de implantarlo simplemente estableciendo unos porcentajes de reducción del consumo perfectamente controlable en la facturación? ¿Y si dejamos en libertad a los ciudadanos y a las empresas para que se organicen de la forma que estimen oportuna para cumplir el objetivo?

A lo mejor resulta que la finalidad es otra. Pero eso no evitará que España sea quizá el país más perjudicado.

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