Infraestructuras · El suburbano acerca el pasado

Un Metro arqueólogo

  • Los responsables de los trabajos de arqueología subrayan el valor de la obra, al permitir "profundizar" en la historia de Málaga y "dotarla de personalidad".

Polémica, controvertida, escenario del beligerante discurso de los mandatarios... Y a pesar de todo ello, necesaria. La obra del Metro de Málaga, que viene marcando a fuego el día a día de la capital de la Costa del Sol desde que a mediados de 2006 arrancó su construcción, mordiendo con el acero de las máquinas pantalladoras el suelo cercano al Martín Carpena, es, al tiempo, exponente fiel de esa transformación a la que sigue aspirando la urbe. Infraestructura clave para entender el futuro de lo que quiere ser la ciudad, pero también para profundizar en las raíces de su pasado.

El Metro, con toda la ingeniería que lo rodea, con el gigantesco aparato que lo convierte en el mayor proyecto vivo hoy en la comunidad andaluza, es, al tiempo, un descubridor único. Su traza recorre bajo tierra parte de la piel oculta, que escondida ha dormitado durante siglos y guarecido los secretos de sus orígenes. Y en ese rescate del valor pasado, la construcción del suburbano se convierte en el mejor de los aliados. No existe en la historia de la capital una infraestructura que haya aportado tanto a que Málaga se reconozca así misma.

"Ha servido sobre todo para dar mayor conocimiento y contundencia a la historia de Málaga, para dotarla de personalidad", afirma Ana Arancibia, responsable de Taller de Investigaciones Arqueológicas, empresa vinculada al proyecto del suburbano desde sus orígenes. Sobre el lateral norte de la Alameda, abierto en canal durante las semanas que se extendieron los trabajos arqueológicos relacionados con el tramo del Metro entre el puente de Tetuán y la futura estación Atarazanas, Arancibia reflexiona sobre esas otras bondades de esta gran infraestructura.

Desde su prisma de arqueóloga, incide no solo en los beneficios que trae consigo por la generación de un medio de transporte propio del siglo XXI, sino porque su construcción ha abierto la puerta de par en par a "profundizar" en la antigüedad de la ciudad. "Los descubrimientos que se están haciendo hacen que la historia sea más contundente; una obra pública que ayuda a que la arqueología, que es un bien de dominio publico, también salga a la luz", resume.

La secuencia de acontecimientos pone en valor cada una de las palabras de Arancibia. Cada zanja abierta a lo largo de Carretera de Cádiz (línea 2), la Avenida Juan XXIII y la calle La Unión (línea 1), el entorno de la Explanada de la Estación, ha motivado el encuentro de lo moderno y lo muy antiguo. "Todo lo que el Metro ha ido sacando es un hito; estamos en el extrarradio, zonas donde nunca se ha actuado", apostilla la arqueóloga, que menciona de manera directa los alfares encontrados en Juan XXIII; parte de lo que fue la ciudad de época romana y medieval, en Pintor Nogales; los alfares musulmanes al exterior de la muralla, en los suelos próximos a Renfe... Y por supuesto, la muralla nazarí. "Almohade", corrige de inmediato.

La responsable de la firma contratada para garantizar el seguimiento arqueológico pone en valor lo descubierto en Juan XXIII, donde emergieron restos de los alfares "que se hicieron desde época fenicia hasta el principios de la época romana". "Tener la oportunidad de ver toda esa evolución implica ver toda la línea de una Málaga muy comercial, industrial desde época fenicia", añade.

A este hito suma un segundo igualmente relevante, el detalle que se ha podido extraer de los arrabales. "Hoy sabemos que era un arrabal con su muralla, con sus calles, bien trazado (...) La trama que ha quedado de esa cimentación es la que nos ayuda a decir que Málaga en el siglo XIII era una de las más importantes del Mediterráneo, por la extensión que tienen sus arrabales hasta el siglo XV", destaca.

La firmeza de las convicciones de la arqueóloga no esconde la existencia de un estigma evidente sobre esta labor, en muchas ocasiones incomprendida o relacionada con los retrasos en las infraestructuras. Arancibia es consciente de ello, como también lo es Miguel Ángel García Cañizares, director del proyecto del Metro de Málaga, quien ironiza: "La culpa del retraso de una obra no lo tienen los arqueólogos, sino los que hicieron el muro en su día; aunque gracias a ellos estamos nosotros aquí".

"En una obra pública, sobre todo en un ámbito urbano, son temas que te encuentras; no puedes luchar contra ello, es un elemento más, como puede ser la geotecnia o la afección al arbolado o a los comercios; tiene su tratamiento, su legislación y si se incluye dentro el proyecto lo tienes que hacer tuyo", reflexiona García Cañizares, quien no esconde que "tradicionalmente la obra civil ha demonizado todo aquello que le molesta. 'Ya están aquí los arqueólogos', se decía".

Para suerte de todos, con el transcurrir de los años, a las constantes propias de toda obra pública, "calidad, costo y plazo", se han acabado añadiendo "la seguridad y el tema medioambiental, incluyendo la arqueología". Lejos de actuaciones que pasaron por encima de la arqueología (recuérdese lo ocurrido en la construcción del aparcamiento de la Plaza de la Marina), en el desarrollo de la obra del Metro, al menos en apariencia, todo ha sido ajustado.

"Tanto la Agencia de Obra Pública de Andalucía como la Consejería de Fomento han tenido claro desde el primer momento un respeto por el patrimonio arqueológico; si hay que hacer inversión con dinero de verdad se ha hecho y se ha atendido", incide el responsable del suburbano. ¿De qué magnitud hablamos? "Puede ser del orden del 2% de la inversión final; de unos 8 o 10 millones de euros", precisa. La aparición de la estructura de la muralla almohade en Callejones del Perchel, con una dimensión mucho mayor que la prevista, se ha convertido en uno de los grandes quebraderos de cabeza para el Metro. "Tres millones en el sostenimiento de la muralla; la intervención arqueológica ha tenido otros cerca de tres millones; otros dos o tres millones en los trabajos de la concesionaria, y en la Alameda se prevén otros 600.000 o 700.000 euros, pero ahora hay que ver qué se hace con los restos del fuerte de San Lorenzo", agrega.

Arancibia admite esa controversia existente en torno a la figura de la arqueología. "La gente cuando ve al arqueólogo ve la suma del arqueólogo en toda la ciudad, no en una obra específica. Y entonces lo mismo eres culpable de lo que pasa en la Plaza de la Marina o de lo que pueda salir en las afueras de Málaga", comenta, Frente a esta imagen desvirtuada, insiste en que al igual que la construcción de los muros pantalla tiene su calendario, la parte correspondiente a la arqueología también.

"Es una parte más; cuando ejecutamos nuestro trabajo tenemos unos plazos y unas reglas dentro de la obra", afirma, al tiempo que llama la atención sobre el hecho de que la labor arqueológica no implica solo "dotar a la ciudad de historia", sino que trae consigo "muchos puestos de trabajo". En este punto de la reflexión, recuerda algunos de los chistes que oía cuando se trabajaba en la calle Alcazabilla, en la recuperación del Teatro Romano. "Decían que si volviesen los romanos tardarían menos tiempo que hacer el teatro que los arqueólogos excavando", rememora. Hoy, como bien subraya, Alcazabilla es referente urbano de la capital, con un teatro romano al servicio de todos. Un mensaje aplicable a todos los que, al ver un arqueólogo brocha en mano dentro de uno de los tajos del Metro, piensa en cómo podrá afectar a la obra.

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