Primera de abono

Morante marca el ritmo de la vuelta de los toros a La Malagueta

  • Morante de la Puebla corta el único trofeo de la tarde en el festejo de la reinauguración

  • La banda sinfónica brilló con las actuaciones entre toro y toro, interpretando piezas de Bizet, Falla y Artola, entre otros

Media verónica de Morante de la Puebla

Media verónica de Morante de la Puebla / Javier Albiñana

Habían pasado más de 700 días desde que se hizo el paseíllo en La Malagueta por última vez.  Fue en la feria de 2019, la de la reinauguración, la de la reforma. La que sería la última hasta hoy. Dos años desde el cerrojazo final bastaron para que el Pan y toros del paseíllo se escuchara como siempre. Y como nunca. El reencuentro del coso con unos veranos olvidados. Con toreografías, firmas de los muletazos en las tablas, y los ojos de Picasso observantes, la corrida homenaje al pintor malagueño discurrió con las miradas en el albero y los oídos en la banda Sinfónica. Habrá  quien diga que es un sacrilegio semejante simbiosis. Que se amarguen en la belleza. Bizet, Falla, Artola, Barbieri. Los violonchelos en el tendido 7 y el director marcando la banda sonora de un festejo que se apagó en los animales.

Derechazo de Morante de la Puebla Derechazo de Morante de la Puebla

Derechazo de Morante de la Puebla / Javier Albiñana

Llegó Morante vestido de celeste y oro, el mismo traje que utilizó en su encerrona con los jaboneros de Prieto de la Cal. El mismo traje con el que escuchó el silencio de la decepción en El Puerto. El mismo traje con el que buscó resarcirse. Le bastaron ocho lances a la verónica. No hizo falta más. El público ya rugía antes del primer capotazo y enloqueció con el ramillete de chicuelinas para dejar a Respondón ante el caballo. Después vinieron tres verónicas más y una media que recordó a tiempos atrás. La apoteosis. Duró poco el de Juan Pedro y anduvo Morante entre la elegancia y la delicadeza de una atmósfera en la que sonaba Suspiros de España. Dejó una estocada tendida que le sirvió para saludar a un público que en pie reconocía la entrega del diestro.

Nada con el cuarto de salida. El respetable, impaciente al predecir que poco fondo tenía el chico Tremendo comenzó a tocar las palmas por tangos. Flojo de fuerzas y de trapío, Morante sacó el poco gas que tenía el de Parladé. Dieron igual los enganchones, el desorden y la pérdida de la muleta. Entre la nada y el todo cabe un mundo, y en él estaba Morante. Sin estallar en júbilo, pero rozando lo instantáneamente bello. Enroscándose en los molinetes, buscándose en los pases de pecho y acariciando la pala del pitón en los desplantes. Un cúmulo de detalles que ahondaron en la armonía del gusto. Sonó un aviso. Y menos mal. Nadie se olvidará que vio torear a Morante durante diez minutos. Dejó una estocada en lo alto y asomaron los pañuelos con generosidad. Oreja.

Juan Ortega, a la verónica Juan Ortega, a la verónica

Juan Ortega, a la verónica / Javier Albiñana

Los ojos de los burladeros fueron testigos del sensacional saludo capotero de Juan Ortega. Brindó a Luis Rivera. Doblones por bajo hasta llevarlo al tercio y detalles de gusto en los remates del inicio. Las notas de Concha flamenca compartían el foco de atención con los muletazos de un elegantísimo Ortega que encontró, al abrigo de las tablas, los trazos de mayor calado. Se rajó a mitad de faena Macanudo y falló con los hierros el sevillano. Saludó a los sones de El toreador, de Bizet. Nada pudo hacer con el 5º. Un parado animal de Juan Pedro que permitió ver la faceta más resolutiva del sevillano. Eso bastó para que saliera al ruedo a recoger la ovación tras una estocada desprendida.

 

Ayudado por alto de Pablo Aguado Ayudado por alto de Pablo Aguado

Ayudado por alto de Pablo Aguado / Javier Albiñana

Llegó Pablo Aguado. Desmonterado. Encontrándose con un ruedo que le esperaba desde 2019. Mantuvo un trasteo correcto rubricado con un mal uso de los aceros. Hubo que esperar al 6º para ver al espada enroscarse en las embestidas de Suicida. Una tanda fue suficiente para que la esperanza volviera. Encontró la profundidad en la mano izquierda, rectificando la posición entre muletazos para quedar cruzado. Los enganchones se intercalaron con remates de gusto. Voluntarioso durante la faena, Aguado dejó una buena estocada y, tras petición insuficiente, dio la vuelta al ruedo.  

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