Refugiadas ucranianas en Málaga, un presente hecho trizas
Guerra de Ucrania
Luvb Osepchuk, con su pequeña de 7 años y su sobrina Valeriia Dutka, se refugia de la guerra en Málaga con su madre
En Ucrania se han quedado sus dos hijos varones
Málaga/María juega y sonríe. Tiene 7 años y no se da cuenta de la dimensión real de la tragedia. Los bombardeos, las sirenas de alarma y los militares quedan muy lejos del parque Huelin. Pero su madre, Luvb Osepchuk, no puede parar de llorar desde hace días. Tomó la decisión de abandonar su ciudad, Chernivtsi, y huir de Ucrania para refugiarse junto a su madre, María Melnyk, que vive en Málaga desde el año 2000. Atrás se ha dejado a su marido y a sus dos hijos varones, que tienen 20 y 22 años y no pueden salir del país. También su tienda, su modo de vida, su presente, hecho trizas, reducido a cenizas desde que comenzó la guerra el pasado 24 de febrero.
“Las sirenas sonaban dos o tres veces cada noche y teníamos que bajar al sótano, no bombardearon nuestra ciudad pero ya están cerca”, explica Luvb. Chernivtsi se encuentra a escasos kilómetros de la frontera con Rumanía. Aunque lejos de Crimea y el Dombás, los territorios más castigados por la ocupación rusa en los primeros días, el miedo es inevitable. Ya han atacado la vecina Ivano-Frankivsk y otros puntos del oeste del país y los hombres de su vida están llamados a luchar para defender su territorio. Pensar en ellos la llena de amargura.
“Estoy muy mal porque se han tenido que quedar allí”, lamenta. Y su tristeza aumenta porque no le ven una salida fácil al conflicto y porque creen que Putin “va a continuar” hasta hacerse con toda Ucrania. “Me levanto por la mañana y veo que no ha sido una pesadilla, pero sigo sin poder creerme que esto esté pasando”, agrega Luvb. Y señala que Ucrania era un país con un “buen nivel de vida que ahora está destrozado”.
Ella quería esperar, porque la contienda estaba a unos mil kilómetros de su casa, pero sus vecinos comenzaron a marcharse y su madre insistió en que saliera de allí. Su hermana Svetlana se ha quedado allí para cuidar de los cinco hombres de la familia, su marido, su hijo, su cuñado y sus dos sobrinos. Luvb y su pequeña María cogieron un microbús el pasado domingo y llegó a Málaga el jueves. Salieron por la frontera rumana. Luego recorrieron por carretera Hungría, Eslovaquia, República Checa, Alemania, Francia y España.
“Solo paraban en las gasolineras, llegaron con las piernas hinchadas después de tantos kilómetros”, comenta María Melnyk. La abuela pagó la mitad del viaje a las dos pasajeras, 300 de los 600 euros que les ha costado llegar a Málaga. Llegaron casi con lo puesto, con algo de ropa y sus documentos en una bolsa. Ahora tienen que recomponerse y no saben por dónde empezar ante tanta incertidumbre.
Con ellas también se reunió hace unos días Valeriia Dutka, sobrina de Luvb y nieta de María. Tiene 21 años y estaba cursando el último semestre de su carrera de Artes Gráficas en una universidad ucraniana. “Esta guerra nos ha roto todo, ha acabado con nuestros planes, sin trabajo, sin dinero, todo ha quedado paralizado”, explica.
Valeriia llegó a Málaga en avión desde París. Pero antes perdió el dinero de un vuelo que hacía escala en Londres y al que no pudo subir por no tener el visado. Ahora intentará empadronarse con su abuela y buscar alternativas en la UMA para poder terminar sus estudios. “Mis amigos se pasan el día metidos en búnkeres, casi sin agua ni comida, es un tiempo horrible para Ucrania”, agrega la joven, que querría volver “cuando la situación se normalizase”.
“También les tengo que conseguir la tarjeta sanitaria y algún trabajo”, comenta la abuela, que recibe una pensión de 560 euros. Casi el total de lo que cobra se le va en el alquiler del piso, así que alimentar a tres personas más no le será fácil. “Me han dado algo las familias a las que ayudo”, apunta. En Ucrania estudió Económicas y era empleada de banca. Pero la situación era tan inestable en su país, que decidió buscar una salida en España.
“Quería mandar dinero a mis hijas para que estudiaran, para que pudieran comprar medicinas y casarse”, recuerda. Como cuidadora y limpiadora cotizó los últimos años de su vida laboral para poder jubilarse con cierta paz. Lo que no esperaba era este revés tan grande para toda su gente. “Pensaba volver a Ucrania para estar con mis hijas y mis nietos”, dice. Pero ahora todo ha cambiado. Dieciséis días de guerra han arrasado con la esperanza de un futuro en su país.
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