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Opinión | Territorio Comanche
  • Tenemos una extraordinaria gama de productos, que no solo tienen una altísima calidad, sino que además va a permitir a nuestros paisanos seguir manteniendo dicha actividad en sus pueblos, evitando los procesos de despoblación tan temidos

  • El informe

Sabor a Málaga

Entrada a la Feria Sabor a Málaga, en el Paseo del Parque. Entrada a la Feria  Sabor a Málaga, en  el Paseo del Parque.

Entrada a la Feria Sabor a Málaga, en el Paseo del Parque. / Pepe Gómez

Escrito por

José Damián Ruiz Sinoga

SE celebra este año el undécimo aniversario de la feria Sabor a Málaga. Máxima representación gastronómica provincial que vuelve a ocupar parte del Paseo del Parque y que año tras año se ha ido consolidando como una referencia ineludible. Tuvo un antecedente en la denominada “Feria de los Pueblos” pero le faltaba algo, quizá lo justo para consolidar una idea razonablemente brillante: una marca. Y la encontraron allá por 2011. A partir de ahí, los diferentes gestores de la Diputación la han asumido, la han hecho funcionar, y la han consolidado de tal manera que la antigua feria de los pueblos abandonó espacios cerrados, o cuasi cerrados hasta llegar a ocupar definitivamente mucho más que El Parque.

Sabemos de la heterogeneidad espaciotemporal de la provincia de Málaga, y de ahí su variada oferta que va desde sabores, aromas, frutas, pescados, carnes, vinos, cervezas, espirituosos y un largo etcétera. Toda una serie de productos autóctonos que debieran formar parte de los hábitos cotidianos de consumo de los malagueños, pero que a veces y precisamente derivado de valorar más lo de fuera que lo propio, no ha sido exactamente así. Vale, pues todo esto se agrupa en la marca promocional Sabor a Málaga.

Se trata de unificar bajo una imagen global los productos de mayor calidad de la provincia, para que el consumidor pueda identificarlos en los puntos de distribución, restauración y alojamiento tanto de la provincia de Málaga como de fuera de ella. Pero también se pretende impulsar la comercialización de todos los productos vinculados a la marca, poniendo de relevancia la calidad y la exclusividad de cada uno de ellos. Indudablemente se trata de una lanzadera para mostrar el valor del sector agroalimentario de la provincia, que puede contribuir a la dinamización de la economía local y a la creación de puestos de trabajo en el sector agropecuario y agroalimentario de Málaga, y esto es muy importante cuando cerca de 1.300.000 habitantes de la provincia, según el último censo de población, reside a menos de 15 minutos del litoral, es decir, el 81,25 %. Máxima expresión del desequilibrio demográfico provincial.

La buena gestión de la marca durante ese periodo, coincide con unos tiempos como los que hemos vivido recientemente, en los que la pandemia nos ha marcado el importante peso de lo rural, del consumo de lo cercano, de la importancia del “kilómetro cero”, etc, permitiéndonos valorar nuestros recursos. En efecto, como así plantea el presidente de la Diputación Provincial: “Cuando los compramos, sabemos que estamos adquiriendo productos de calidad y que, al mismo tiempo, contribuimos a mejorar la economía de la provincia, a fijar el territorio en los municipios y a fortalecer el sector agroalimentario”.

Sabor a Málaga ha contribuido a acercar ese entorno inmediato de un territorio nada vaciado, de una gran actividad económica basada en el sector primario. Así que en realidad, la referencia del Paseo del Parque es lo de menos, puesto que la marca sigue activa los 365 días al año, y eso sí que ha sido clave. Que los malagueños sepamos y tengamos asumido en nuestra dinámica cotidiana de consumo, que a muy pocos kilómetros de aquí tenemos una extraordinaria gama de productos, que no solo tienen una altísima calidad, sino que además va a permitir a nuestros paisanos seguir manteniendo dicha actividad en sus respectivos pueblos, evitando los procesos de despoblación tan temidos. Ha sido una de las conclusiones del Proyecto GEOVACUI, por el que nuevamente, permítanme que saque pecho.

Y es que hemos de enfatizar el importante peso de los consensos, como ya hemos planteado en repetidas ocasiones, y que supone que nadie pierde, aunque ninguno gana por goleada. Y así se consigue que se declare el Parque Nacional Sierra de las Nieves, o el SIPAM de la uva pasa de la Axarquía u otros muchos ejemplos que somos capaces de citar. En esa línea seguro que vamos mejor que yendo cada uno por su lado y marcando salidas individuales y cortoplacistas.

Es digno de elogio, en los tiempos que corren de crispación, oír hablar bien a alcaldes y alcaldesas entre sí, unos respecto a otros, con independencia de su filiación política, que haya no solo cooperación sino colaboración territorial directa, que compartan servicios y funciones, frente a la estrategia del enfrentamiento, más antigua que el hilo negro, y que tan pocos beneficios estructurales genera. El territorio y su población por encima de las siglas.

En esa línea es de reconocer que el actual presidente de la Diputación, Francisco Salado, del PP, haya sido nombrado Embajador de Benaoján, de la mano de Soraya García Mesa, del PSOE. Enhorabuena a ambos. Resulta ciertamente ridículo que haya que enfatizar que ese debiera ser el camino, pero así están las cosas.

Y sí, aunque a las diputaciones provinciales parece que hay que darles una vuelta, redefinir su función mejor, en la de Málaga se están tomando decisiones desde el sentido común, y quizá haciendo muchas cosas bien… peeeeeeeeero hay elecciones pronto, así que veremos, que ya sabemos lo que sucede en los partidos cuando pasa esto, y alguien saca la cabecita para bien.

¿Se imaginan que sucedería si en Málaga capital se tomase nota de esa actitud? ¿Si la Málaga divertida y feliz se abonase a los consensos frente al unilateralismo? No es necesario cambiar de prisma para que llegue a verse el reconocimiento.

PD: ni una cajita de pasas de Almáchar o El Borge, ni un peyugón de lomo en manteca de Colmenar, ni unos roscos carreros de Alfarnate, ni sus aceitunas de Álora, ni su lomo embuchado o su mollete de Benaoján, ni unas castañas del Genal, ni su torta de Algarrobo, ni sus espárragos de Sierra Yeguas, ni su aguacate de Vélez-Málaga, ni su paletilla de chivo de Canillas… Ná de ná me ha llegado. No sé con qué voy a gastar las 14 bolsas de piquitos que me he comprado por si alguien se dejaba caer, guiño, guiño. En la cocina aguardo. “No somos naiden”.

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