La batalla
Seminaristas 'adictos' a los rezos, el móvil e internet
La nueva remesa de aspirantes a cura llegada al Seminario está formada por siete jóvenes de aficiones heterogéneas unidos por una intensa vocación sacerdotal
Tienen una media de 28 años y no les faltan las aficiones de los chavales de su edad, pero tienen algo en común que no abunda entre la juventud actual, una pasión por el sacerdocio. Son los nuevos inquilinos del Seminario: Curro Cerezo (18 años), Antonio Calle (19), José Miguel del Castillo (22), Javier López de Luna (29), Mariano Pérez (30), Miguel Antequera (33) y Serafín Corral (46). Su historia de amor con la Iglesia arrancó el 30 de septiembre pasado, con la cálida acogida de los seminaristas veteranos y los que iban a ser sus profesores durante siete años y con una cena de bienvenida que nunca olvidarán. "Nos bajaron al comedor y estábamos allí tan tranquilos cuando empezó a sonar una sirena, se apagaron las lunes y empezaron a gritar: "¡Todo el mundo fuera, una fuga de gas!", rememora el mayor de los novatos, Serafín Corral. A la vuelta les esperaban las carcajadas de todo el Seminario y sobre la mesa, sus regalos de bienvenida.
Los curas del futuro hacen bromas y novatadas. Pero no sólo en eso se parecen a los jóvenes de su edad. Tienen teléfono móvil, ordenadores portátiles con los que navegan por internet y un sinfín de aficiones. "Entrar al Seminario no significa desconectarse del mundo porque, de hecho, para ser un buen sacerdote hay que estar lo más cerca posible del mundo de hoy", explica José Ruiz Córdoba -Pepe para los seminaristas-, el sacerdote que ejerce como su formador en el primero de los siete años de los que consta la Licenciatura en Estudios Eclesiásticos.
Los siete jóvenes que están bajo la tutela de Ruiz Córdoba no están solos. Conviven con otra quincena de aspirantes a sacerdote en un enorme y vetusto edificio que en su día llegó a acoger hasta 700 seminaristas. Si hay algo en lo que todos insisten es en que no son "bichos raros" y en que su vocación no ha anulado sus gustos y aficiones. Cada uno es de su padre y de su madre en este "grupo heterogéneo", como ellos mismos lo definen, en el que conviven desde un licenciado en Historia del Arte como Javier López de Luna hasta lectores empedernidos de Carlos Ruiz Zafón como Mariano Pérez, pasando por un ex dependiente del sector del comercio como Miguel Antequera o Curro Cerezo, que pinta y toca la guitarra. Unos lo tuvieron claro desde la adolescencia, como López de Luna, y otros se han subido al carro hace muy poco, como Antonio Calle. "Mi vocación tiene muy pocos meses", atestigua este joven que acaba de cambiar el campus de Teatinos por el Seminario. Sus compañeros de la Facultad de Filosofía y Letras lamentaron que abandonara la carrera de Historia, pero al final comprendieron que lo suyo "no era ninguna locura".
La rutina de rezos, clase y estudio se prolonga de lunes a viernes. Y los fines de semana se reparten entre familia y amigos, acciones pastorales y periodos de retiro. Son jóvenes aspirantes al sacerdocio, pero consumen música, literatura y también información. Los dos periódicos que llegan al Seminario a diario -uno local y otro nacional- son leídos con avidez por el grupo, que así está al tanto de todo lo que ocurre en el mundo. La crisis económica, el creciente desempleo, el drama de la inmigración y la lacra del terrorismo forman parte de sus conversaciones cotidianas porque ellos, por encima de todo, quieren ser sencillos y estar cerca de la gente. Su formador lo resume en una frase: "Que sean curas que le hablen a Dios de los hombres y a los hombres de Dios".
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