Málaga

‘Malaka’, ficción en La Palmilla más auténtica

  • Manolo Trigo, Ismael Gómez y El Ferna, nombres destacados del barrio, hablan junto a la actriz Laura Baena del desarrollo del rodaje y cómo la serie ha calado en las gentes del barrio

Laura Baena, Ismael Gómez y Manolo Trigo charlan con vecinas del barrio.

Laura Baena, Ismael Gómez y Manolo Trigo charlan con vecinas del barrio. / Javier Albiñana (Málaga)

En el bar de Ferna se sirven desayunos en casi todas las mesas. A las 10:30 es puro bullicio, punto de encuentro. Mujeres y hombres que no tienen trabajos a los que acudir charlan animadamente antes de seguir con sus quehaceres. Cuando la actriz Laura Baena llega a La Palmilla todos la saludan y la llaman por el nombre de su personaje en Malaka, La Tota. Después del rodaje, y una vez vistos los resultados en la pequeña pantalla, ya es una más, la famosa con la que se identifican, con la que todos quieren un selfie.

Manolo Trigo e Ismael Gómez la acompañan por algunas localizaciones de la serie como lo han hecho en la ficción, guardando bien las espaldas de la líder del clan que maneja parte del narcotráfico de la zona. Ellos son nombres bien conocidos del barrio, respetados, y se han encargado de que el rodaje, de casi cuatro meses de duración, haya ido sobre ruedas.

Manolo Trigo estaba creando con Jesús Rodríguez El Chule una cooperativa de trabajo social y reinserción social cuando la productora Globomedia les presentó su propuesta de rodaje en el barrio. Así que a través de ella se encargaron de las localizaciones, la logística, el transporte, la figuración y todo lo que mandara el director Marc Vigil y su equipo.

Álvaro Anglada, Beatriz y Pedro vinieron a contactar con nosotros, con El Chule, con Ferna y conmigo, a conocer a la gente, a ver si se podía hacer aquí o no y se hicieron acuerdos buenísimos, Comapal se ha podido iniciar como empresa gracias a esto”, explica Manolo Trigo, que también ha participado como actor delante de la cámara.

Laura Baena saluda a una de las vecinas. Laura Baena saluda a una de las vecinas.

Laura Baena saluda a una de las vecinas. / Javier Albiñana (Málaga)

“Estuvimos tres o cuatro semanas antes de rodar pateando el barrio calle por calle”, comenta Manolo y Laura Baena destaca que en la serie “no hay plató, ni cartón piedra, todo es natural y por eso ha sido difícil el trabajo, nos hemos metido en sus casas, ha sido una convivencia total y absoluta con la gente del barrio, una experiencia inolvidable y enriquecedora, porque te vas nutriendo de otra forma de mirar y de vivir”.

"No hay plató, ni cartón piedra, nos hemos metido en sus casas, ha sido una convivencia total”

Ismael Gómez es El Bola en Malaka. También ha sido la persona encargada de “coordinar la seguridad, el control de las calles, la reserva de espacio y la logística en el rodaje”, comenta. Y destaca que “la gente ha sido muy servicial, nos ha ayudado en todo, desde una vecina que nos ofreció luz cuando no había hasta los que han abierto sus locales cerrados o los baños de sus pisos para el equipo”.

La actriz junto a dos coordinadores de seguridad del rodaje, también figurantes. La actriz junto a dos coordinadores de seguridad del rodaje, también figurantes.

La actriz junto a dos coordinadores de seguridad del rodaje, también figurantes. / Javier Albiñana (Málaga)

Y si la música de las casas se metían en la grabación, pues la quitaban sin problema. Y si el director quería ropa tendida o a una vecina en el tendedero, pues lo conseguía. “Es muy real todo, cuando ves la serie parece que estás ahí dentro, eso es lo que dice todo el mundo, están muy enganchados a la trama”, comenta Ismael. Laura Baena añade que es “la primera vez que Televisión Española hace una serie tan cruda, hasta la música se te mete por las venas, La Tremendita te pone los pelos de punta”.

La actriz entró en el proyecto porque, directamente, la pensaron para el papel. La gitana dirige con mano de hierro el clan de Los Cucos y su fuerza es apabullante. “Es una joya, un personaje muy rico, con mucha potencia”, dice Baena y asegura que ha buscado un modelo masculino para hallar la forma en la que dirigirse a sus gentes, “la forma de mirar, de andar, de mandar”, agrega.

Una de las peluquerías nigerianas que salen en 'Malaka' Una de las peluquerías nigerianas que salen en 'Malaka'

Una de las peluquerías nigerianas que salen en 'Malaka' / Javier Albiñana (Málaga)

Para ella, igual que para el resto del equipo, los horarios, las escenas nocturnas y rodar en escenarios naturales, ha sido lo más complicado. “Hemos trabajado a destajo, pero todos como una piña, éramos como una familia”, asegura la actriz.

“El tema de los aparcamientos, el dejar las calles vacías completamente de coches ha sido lo peor de la logística”, apunta Ismael. “Al equipo de rodaje le doy un 10, porque han venido con mucho ánimo, con risas y así es como se trabaja bien”, agrega el que ha sido El Bola en la ficción.

Desde vecinos del barrio de toda la vida, a los llegados más recientemente. “Nigerianos, marroquíes, todo el barrio ha participado, son personas muy serviciales”, dice Manolo Trigo caminando por las calles de la barriada 26 de Febrero, lo que en la serie llaman “el Bronx”. En este populoso distrito, en el que se vive mucho en el exterior si el tiempo lo permite, el único momento en el que sus aceras, terrazas y parques se quedaron desiertos fue durante la emisión de Malaka el pasado lunes.

"Dejar las calles vacías completamente de coches ha sido lo peor de la logística"

“Había casas con tres televisores y las tres encendidas con TVE puesta”, apunta Manolo. Por ver su calle, sus vecinos o así mismos en “la película” valía la pena. Beauty David lleva una pequeña tienda de barrio y fue una de las figurantes. “No tuve que hablar, solo me dijeron que moviera la cabeza pero todos me dicen que me han visto en la tele”, comenta.

Como ella y su establecimiento, todo es real en Malaka. La peluquería nigeriana, el campo de fútbol del 26 de febrero, las casas de varios vecinos, los portales desvencijados, todo. “Se ha quedado todo tal y como estaba cuando los localizadores vinieron, ni se ha pintado una pared, ni se ha intervenido en nada”, comentan Ismael y Manolo. “Durante el rodaje se ha respirado un ambiente de alegría, en un barrio con tanta sumisión a la droga han visto que sirven para otra cosa, han dejado sus trapicheos e historias para venir a hacer un trabajo honrado, esos días estaban en otro mundo”, subraya Trigo.

Uno de los edificios del 26 de febrero Uno de los edificios del 26 de febrero

Uno de los edificios del 26 de febrero / Javier Albiñana (Málaga)

Fernando José Muñoz, El Ferna, es otro de los líderes del barrio. Lleva los equipos de fútbol del 26 de febrero y luchan contra el absentismo gracias a la pasión de los pequeños por el balón. “La gente nos conoce desde hace muchos años, nos respeta, y nos hemos prestado a ayudar en la medida de nuestras posibilidades”, comenta. Toda la colaboración que quiso aportar la productora al club fue destinada a material deportivo “para los niños”, indica.

Eso sí, El Ferna no pasó porque le cambiaran el nombre en el guión. Nada de Fali, él en la ficción también se llama Ferna y sirve una caña tras una barra con su polo de trabajo. “Todos aquí están esperando que se grabe la segunda temporada”, afirma. En cuanto a la imagen que se da del barrio, El Ferna considera que “lo malo está, porque se ha visto, pero también hay cosas buenas que se están haciendo, se está intentando salir adelante y creo que la serie nos va a pegar un golpe para que vayamos hacia arriba”.

"Lo malo está, porque se ha visto, pero también hay cosas buenas que se están haciendo, se está intentado salir adelante"

También destaca el hostelero que el productor Álvaro Anglada “vino con toda la verdad por delante y mucho respeto, teniendo muy claro el barrio en el que estaba y en las personas en las que se tenía que apoyar”. El Fernan ya ha visto dos veces cada capítulo porque su mujer insiste en captar cada detalle.

“A la gente le ha llegado la serie porque hablan como nosotros, actúan como nosotros y han estado muy apegados, es la primera vez que se hace algo así en Palma-Palmilla y creo que hemos estado a la altura”. Ahora solo esperan que el idilio continúe, que vuelvan a fijar su mirada en esta parte de la ciudad tantas veces olvidada.

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