Sonata de otoño para conductores
Para calmar los ánimos después del retraso anunciado de la inauguración del Metro, Málaga celebra la Semana de la Movilidad l No basta con peatonalizar el asfalto que queda en el centro: se trata de favorecer un cambio de cultura l Pero mientras el peatón sea tratado como un estorbo, mal iremos
TAMBIÉN es mala suerte. Málaga celebra la Semana de la Movilidad justo cuando ciertas irremplazables urgencias familiares me obligan a coger el coche cada mañana. Detesto conducir en ciudad y me confieso peatón militante. También soy usuario de la EMT y aguardo con ganas la posibilidad de viajar en Metro (lo de celebrar la Semana de la Movilidad justo después del anuncio del retraso de la inauguración del Metro hasta febrero de 2013 tiene mucho de irónico: ya que no puede usted dejar el coche en el garaje para tomar el subterráneo, hágalo para ir a pie y contaminar menos), pero lo mío, definitivamente, es andar. Las pocas ideas que se me ocurren me llegan a la cabeza (algunas son buenas, lo juro) mientras camino, y para venir a la redacción lo mejor es rumiando lo que vamos a contar el día siguiente mientras se disfruta de un bonito paseo.
stos días, con la llegada del otoño, comienza la temporada idónea para el peatón: el calor afloja, las mañanas refrescan, el ambiente se limpia y apetece recuperar de este modo la ciudad, callejeando como los gatos, una vez superados los sofocos. Así que, la verdad, cuando arranca esta estación siento un profundo pésame por quienes se ven obligados a meterse en sus coches y aguantar los atascos, incluido yo mismo cuando las circunstancias obligan. Siempre he pensado que Málaga es una ciudad ideal para dar rienda suelta a las extremidades inferiores, sobre todo por su clima privilegiado y su condición llana, digna de su litoral mediterráneo; pero, a la vez, los obstáculos que impiden esta práctica con normalidad son abundantes y a menudo el peatón es considerado un estorbo en la refriega cotidiana del tráfico. Un ejemplo reciente es el de la reforma de la Plaza de la Merced: las obras que continúan en la Plaza María Guerrero, coronadas por un nuevo semáforo confuso como pocos (todavía hay que acostumbrarse a la idea de que los automóviles pueden acceder directamente desde el túnel de la Alcazaba en dirección a la calle Álamos), desplazan al viandante a un pequeño camino de tierra que invade el carril del tráfico.
Málaga está llena de aceras que terminan de repente, farolas y postes de luz que envían al paseante a la calzada y barreras arquitectónicas que afectan no sólo a personas con problemas de movilidad, también al peatón como criatura móvil en general. Las aceras anchas se cuentan con los dedos de la mano, y resulta paradójico el modo en que la reforma de algunas calles a cuenta del Metro (¿terminará alguna vez la catástrofe de la calle Cuarteles?) no sólo no ha solucionado el problema, sino que lo ha empeorado. En los últimos años, los ciclistas han tomado posiciones firmes y han trasladado a la sociedad un debate necesario sobre su existencia, su visibilidad y sus derechos. Pero los peatones siguen siendo los malos de la película: aceras y plazas se ocupan por cualquier motivo hasta hacerlas impracticables, no sólo a costa de la comodidad sino de la seguridad de los caminantes.
La Carta de los Derechos del Peatón, aprobada por el Parlamento Europeo en octubre de 1988, reza en su artículo primero: "El peatón tiene derecho a vivir en un entorno sano y a disfrutar libremente de los espacios públicos en condiciones que garanticen adecuadamente su bienestar físico y psicológico". ¿Saben los paseantes malagueños que hasta Europa les brinda este amparo? ¿Que podrían reclamarlo en caso de verlo vulnerado? En 2009, un estudio a nivel nacional impulsado por la asociación Catalunya Camina suspendió en materia de movilidad peatonal a Málaga, Zaragoza y Valencia "porque son ciudades pensadas para el coche y no para el transeúnte". Cabe entonces actuar aquí en consecuencia y partir de, por ejemplo, la constitución de una asociación de peatones. Pasear por Málaga no es un privilegio. Es un derecho.
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