Suiza: ciudades con encanto
Europa a un paso
Hacen oro del tiempo, de las vacas, de la farmacopea y, además, guardan el oro de los demás. Pero lo que no olvidaremos en nuestro viaje es que en este país hay un motivo para visitar cada rincón
ACASO la idea, bastante generalizada, que se tiene de Suiza sea la de un país enclavado en las elevadas montañas alpinas, lacustre, rico, donde se fabrican las horas, se deposita el dinero y se cultivan las vacas. La patria de Guillermo Tell y de Heidi. Pero Suiza es mucho más. Suiza también es llana. Posee una meseta interior o Mittellan que queda delimitada por el lago Costanza, los Alpes y la cadena montañosa franco-suiza de Jura. Esa Suiza es la que vamos a visitar. También este pequeño país ha sido el refugio del pensamiento europeo, no en vano acogió a Erasmo, Goethe, Rouseau, Nietszche, Calvino o Lenin entre otros. Pero sobre todo, Suiza es la patria de la unidad en libertad y respeto a la diversidad, la razón y la fe; esto dijo Borges refiriéndose a ella: "En el centro de Europa, en las tierras altas, crece una torre de razón y de firme fe". El pueblo suizo, además de respetuoso, es eminentemente práctico. Como señaló Voltaire, se dedica a cultivar las "artes útiles" y sacar provecho de ellas. Cuando César en el 58 a. C. la incorporó al Imperio ya existían pobladores celtas con una gran habilidad para trabajar el oro. De casta le viene al galgo. Hacen oro del tiempo, de las vacas, de la farmacopea y además guardan el oro de todos los demás. Pero lo que no olvidaremos en nuestro viaje es que en Suiza hay un motivo para visitar cada rincón.
Comenzaremos, entrando por Francia, visitando Ginebra. Nos sorprenderá, nada más llegar, el gran chorro de agua que surge del lago Leman con más de 140 metros de altura, sus grandes avenidas, plagadas de relojerías, y sus precios. Desde el puente del Mont-Blanc tendremos una preciosa panorámica de la ciudad y del Ródano con la Ile Rrouseau y la I'lle con su torre del siglo XIII. En uno de los lados del puente se encuentra el Jardín Anglais, donde podremos ver el célebre reloj de flores. Desde éste mismo puente accederemos a la catedral de St. Pierre, de estilo románico-gótica en la que predicó Calvino. No dejaremos de ver el Monument de la Reformatión con las cuatro colosales esculturas de los reformadores calvinistas, el Ayuntamiento y, cercano a él, la fachada de las Atarazanas y mil cosas más. Cerca se encuentra la bella ciudad de Nyon, con su puerto y un magnífico castillo digno de visitar. Los aficionados al fútbol podrán acercarse la sede de la UEFA.
Proseguimos viaje visitando Lausana. Situada en un valle sobre el lago Leman, la señorial ciudad es residencia de las mayores fortunas del mundo (y se le nota). Su catedral de Notre-Dame es la obra gótica más importante de Suiza con un magnífico pórtico de los Apóstoles del s. XIII. En sus alrededores veremos los edificios del Gran Consejo y el Castillo. A la bajada nos fijaremos en las escalinatas cubiertas y llegaremos hasta el Palacio Rumine y el Ayuntamiento. La comida deberemos hacerla en el barrio de Ouchy, donde está el puerto y donde podremos contemplar el lujosísimo Hotel de Inglaterra. Los vinos blancos suizos son exquisitos.
En los alrededores de Lausana podremos visitar Montreux para ver, como no podía ser de otra forma, el Castillo de Chillón que inspiró a Lord Byron su famoso poema El prisionero de Chillón y después, ya en Vevey, donde vivió Charlot, veremos la antigua sede central de Nestlé y una escultura preciosa en recuerdo del actor. Algo más lejos se encuentra la ciudad de Sion con su espectacular complejo fortificado de Notre-Dame de Valere. Esta visita es recomendada sólo para los que vayan con mucho tiempo.
Y nos vamos a la hermosísima capital federal, de la que se enamoró Goethe. Berna, a orillas del río Aare, el primero de todos los ríos del mundo en el diccionario, nos ofrece maravillosos edificios, algunos medievales, calles, fuentes, monumentos y hasta osos. Sólo la vía Marktgasse con su torre del reloj astronómico ya nos dejará maravillados. La ciudad antigua, abrazada por un recodo del río, es Patrimonio de la Humanidad. En sus alrededores se encuentra un foso defensivo con osos, animales epónimos de la ciudad. Es divertido hacer un recorrido para ver todas sus fuentes y, en la Bahnhof, con un gran centro comercial, causa impresión contemplar el aparcamiento de bicicletas. No dejaremos un solo rincón de Berna sin visitar. Merece la pena.
Marchemos, amigos, y sigamos nuestra visita a las ciudades de la meseta Suiza. Paramos esta vez en Friburgo. Sus murallas con sus torreones encierran una maravillosa ciudad medieval. Catedral de San Nicolás, Ayuntamiento, iglesia de San Jorge, barrio del Auge, puente de Berna, escaleras cubiertas, fuentes y mil maravillas más se nos muestran en ésta pintoresca ciudad asomada al río Sarine. Friburgo es la única ciudad del mundo que tiene una curiosa calle, cercana a la catedral, rotulada como Calle de las esposas fieles (su mérito tendrían para que se la dedicasen) que no dejaremos de ver. Desde Friburgo nos iremos hacia Murten, encantadora ciudad amurallada. Pero antes, en el camino, pararemos en el pequeño pueblecito de Avenches sólo para ver, en su museo del teatro romano, el asombroso busto de oro macizo del emperador Marco Aurelio. Murten es la típica ciudad medieval, data del siglo XI, en la que destaca el castillo y las dos iglesias, la alemana y la francesa. Es agradable para pasear, tomar una de las excelentes cervezas suizas y, si hay hambre, unas salchichas insuperables.
Proseguimos hacia Lucerna, con su monte Pilatos, donde vaga el espíritu de Poncio, que dejó impresionado a Schopenhauer. Musa de Wagner que en ella compuso sus mejores óperas. Se asoma al lago de los Cuatro Cantones como la ciudad encantada. Nos recrearemos ante la vista del medieval puente de madera Kapellbrucke, con su torre del agua y nos deleitaremos con sus edificios medievales, su calles y su parque Löwendenkmal donde yace el fabuloso León de Lucerna. Un sueño.
Ponemos punto final a nuestro recorrido en la ciudad de Basilea. Se aposenta sobre las dos orillas del Rin. En la ciudad antigua (Grossbasel) o Gran Basilea, en la orilla izquierda, nos deslumbrará el edificio gótico tardío del Ayuntamiento, especialmente por su llamativo color rojo, y la románica catedral de los siglos XI-XIII. En ella hay una lápida con un epitafio de Erasmo de Rotterdam y numerosas muestras, auténticas joyas, del arte románico y gótico. En el Museo de Bellas Artes (Kunstmuseum), nos encontraremos, nada mas entrar, con el grupo escultórico de los Burgueses de Calais de Rodin, amén de numerosas obras de los grandes maestros de la pintura desde el s. XV al XX. La visita de ésta parte de la ciudad nos hará conocer todo lo importante y hermoso que hay en ella, así que de la orilla derecha, Kleinbasel o "Pequeña Basilea", ni hablamos.
Volvemos por donde hemos ido (recomendado) cargados de chocolate, y los que puedan con algún reloj que el tiempo es oro.
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