Málaga

Ultramarinos en Málaga: la tienda de siempre se reinventa para sobrevivir

  • Estos comercios se están convirtiendo en tiendas 'gourmet'

  • Se han adaptado a las nuevas exigencias tecnológicas surgidas tras la pandemia

Dos clientes en el escaparate de La Mallorquina.

Dos clientes en el escaparate de La Mallorquina. / Marilú Báez

“A mí me gustó o nos gustamos. Yo iba a por cambio y aprovechaba para cogerle la mano”. Así cuenta el dueño de Ultramarinos Zoilo cómo nació su tienda, uno de los establecimientos míticos de la capital malagueña, hace ya casi 70 años; a la vez que surgía el amor incondicional por la que después sería su esposa y con la que ha regentado el local durante años.

Y es que este tipo de comercios, fundados el siglo pasado, han sobrevivido tanto al éxodo de vecinos del centro histórico como a varias crisis –entre ellas la del coronavirus–, y han logrado reinventarse y adaptarse a las nuevas exigencias del consumidor, convirtiéndose en gourmet e incorporando la tecnología.

Pasas, pan de higo, salchichón y chorizo de Málaga, queso de cabra o vino son algunos de los manjares que sirven de escaparate para el número 65 de calle Granada. “Son productos de calidad. Las personas que concurren la tienda vienen a por cosas selectas”, explica Yeray, empleado de la tienda de ultramarinos que regenta su tío Zoilo. El joven asegura que ha cambiado mucho la venta de hace diez o quince años, ahora el secreto es “traer productos de calidad para diferenciarse de las grandes superficies”, desvela. Ana y Damián, pareja y clientes habituales desde hace doce años de Ultramarinos Zoilo, confirman que sus productos son “de primera categoría”.

Zoilo y su sobrino Yeray posan a las puertas de su tienda. Zoilo y su sobrino Yeray posan a las puertas de su tienda.

Zoilo y su sobrino Yeray posan a las puertas de su tienda. / M. J. D. A (Málaga)

A sus 86 años, Zoilo sigue yendo todas las tardes a la tienda en la que empezó a trabajar en 1952 cuando aún era de su tío y se llamaba Ultramarinos Álvarez. Tiempo después y tras regresar del servicio militar, se casó con Mari Carmen, quien trabajaba en una huevería al lado de la tienda de comestibles y a la que conquistó, confiesa –entre risas–, yendo a por cambio. Juntos se hicieron con el negocio de ultramarinos: “Ella era muy trabajadora e inteligente para los negocios”, asegura Zoilo. “Aunque ha cambiado mucho el negocio, me gusta seguir viniendo todos los días después de darle un paseo a mi mujer”, explica.

Sin embargo, esta tienda de ultramarinos, convertida ya en un atractivo turístico de la ciudad, no es la única que pervive en el centro de Málaga, ni tampoco la más longeva. La esquina de calle Sagasta y plaza Félix Sáenz hace hueco a La Mallorquina, dedicada a la venta de productos alimenticios desde hace casi un siglo.

“Vendemos de todo lo mejor”, manifiesta José Palma Medina, el actual dueño del establecimiento, al tiempo que su madre, Dolores Medina, asiente y enumera los productos que ofrecen: chacina, jamones, mantequilla y vinos, entre otros muchos.

“Las grandes superficies tienen cosas más corrientes, aquí mira la de cosas que hay, todo de buena calidad”, dice Dolores mientras señala las vitrinas donde están colocados los víveres.

A consecuencia de la pandemia, José Palma cuenta que han tenido que adaptarse a las circunstancias e impulsar su página web y los pedidos a domicilio. No obstante, su madre apunta que “a la gente le sigue gustando venir a mirar las cosas”, ya que explica que su clientela habitual va desde los 46 a los 65 años.

Dolores posa tras el mostrador de La Mallorquina. Dolores posa tras el mostrador de La Mallorquina.

Dolores posa tras el mostrador de La Mallorquina. / M. J. D. A (Málaga)

Dolores, aún tiene grabado en su memoria cuando vio por primera vez la tienda: “Era muy fea y muy antigua. La lástima que no le hiciera fotos”, relata entre risas. José Palma Aguilar, el marido de Dolores, compró el local a la viuda Pura García en 1982, aunque él ya tenía experiencia como tendero en este tipo de comercios. Llevaba despachando en el Mercado Bailén desde 1964, labor que compaginó con La Mallorquina hasta 1992 , gracias a la ayuda incesante de su mujer.

Con 78 años y todavía al pie del cañón, Dolores cuenta que en aquellos tiempos se vendía sobre todo fabada y cosas a granel, y recuerda el gran flujo de gente que pasaba por allí:“La Mallorquina siempre ha sido muy conocida por todos los restaurantes de la costa, ya que los abastecía”, detalla. A la pregunta relativa al origen del nombre de la tienda, José Palma Medina responde que lo desconocen, y añade que su padre lo mantuvo porque ya era muy famoso cuando él la adquirió.

Madre e hijo se muestran optimistas ante el futuro de las tiendas de ultramarinos y coinciden en que este tipo de negocios, en un futuro reciente, evolucionarán y se convertirán en tiendas de degustación.

Juan Carlos trabajando en su tienda Juan Carlos trabajando en su tienda

Juan Carlos trabajando en su tienda / M. J. D. A (Málaga)

En calle Martínez, 10 también sobrevive un comercio de ultramarinos desde 1932, Juan de Dios Barba. Su actual dueño, Juan Carlos Crespillo asegura que sus productos son “típicos malagueños y de calidad”. La saga de los Barba regentó este establecimiento hasta que se hizo con ella el padre de Juan Carlos Crespillo, quien por entonces trabaja como dependiente en la también mítica tienda de ultramarinos Cosmópolis.

La también conocida como la “tienda del bacalao” ofrece a sus clientes alimentos de kilómetro cero y hace una venta personalizada al cliente. Así lo confirma María José, una clienta, a la salida de la tienda:“Me gustan los artículos que tienen porque son de calidad y tienen buenos precios”. Acompañada de su madre, Mari Pepa, cuenta que aprovechan sus paseos para bajar al centro y comprar en ultramarinos.

La madre afirma que, hace años, en su barriada –alrededores de Camino de Suárez– podía comprar en este tipo de comercios, pero que hace unos quince años quitaron la mayoría y no tienen “más remedio” que ir, en ocasiones, a grandes superficies.

Borja Fernández y Carlos Fernández, hermanos y dueños de Jamones San Juan. Borja Fernández y Carlos Fernández, hermanos y dueños de Jamones San Juan.

Borja Fernández y Carlos Fernández, hermanos y dueños de Jamones San Juan.

La mayoría cierran, pero algunos –aunque pocos– abren. Es el caso de los hermanos Fernández. Borja y Carlos decidieron abrir hace tres años Jamones San Juan, una tienda de ultramarinos cuya especialidad es el jamón al corte. Debido a la experiencia que ambos tenían en este tipo de comercios, se lanzaron a la piscina y aseguran estar en su “mejor momento” laboral, hecho que atribuyen a que “después de la pandemia, a todo el mundo le gusta comer bien”.

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