Málaga

Los comercios centenarios de Málaga resisten a la pandemia

  • Los precios del alquiler y la falta de vecinos en el centro ha hecho pasar a estos negocios con un siglo por apuros económicos

  • Ahora van viendo “la luz al final del túnel”

José Palma posa junto a jamones y viandas en los ultramarinos La Mallorquina

José Palma posa junto a jamones y viandas en los ultramarinos La Mallorquina / Jorge Pedrosa (Málaga)

Cuando en marzo de 2020 empezaron a decretarse cierres de puentes aéreos los comerciantes del Centro Histórico de Málaga comenzaron a notarlo. Cada vez quedan menos vecinos en un espacio que antaño estaba lleno de vida local. Muchas fachadas y rótulos fueron cambiando con los años, pero aún quedan algunos que mantienen el cartel durante más de cien años. Casi todos ellos se encuentran en el Centro Histórico y han debido ir adaptándose desde que se fundaran el siglo pasado o el anterior. Todos ellos han vivido crisis económicas, la Guerra Civil e, incluso, otra pandemia, la de la gripe del 29, aunque sus actuales regentes no pueden recordarlo más allá de alguna anécdota. Lo que sí es seguro es que estos negocios centenarios resisten al paso de los años, incluso algunos, como los buenos vinos, van a mejor.

La tienda de calzados y alpargatas Hinojosa cumplía 100 años el mismo día que Pedro Sánchez declaraba el estado de alarma y obligaba a cerrar los comercios, prueba de que en cien años aún podían quedar cosas por vivir. Alberto Hinojosa y su hermano regentan ahora el negocio, que heredaron de su padre en 1994. Asegura que desde que él está al frente del negocio es lo peor que ha pasado, “ni la crisis de 2008, cerrar 3 meses por completo es algo que nadie espera. La Guerra Civil tuvo que ser peor, pero no lo sé, claro. Aunque dicen que aquí sólo fueron seis meses”.

Alberto Hinojosa posa junto a una caja registradora del siglo XIX en su tienda de alpargatas. Alberto Hinojosa posa junto a una caja registradora del siglo XIX en su tienda de alpargatas.

Alberto Hinojosa posa junto a una caja registradora del siglo XIX en su tienda de alpargatas. / Jorge Pedrosa (Málaga)

Llega una clienta y le recrimina a Alberto que no le saluda: “¿No vas a saludar? Se está perdiendo la buena educación”, bromea. Son muchos años ya como clienta y hay confianza, “perdón, que ahora con las mascarillas no se conoce a nadie, ya no sabemos si el de delante está riendo o llorando”, se excusa Alberto. En su clientela fija está la clave: “el turismo es bueno, pero nuestro público es local de Málaga y provincia, vienen ya de generación en generación: padres, abuelos, hijos nietos...”.

Aunque el invierno ha sido “regular” y tuvieron que pedir un préstamo para poder sobrellevar la crisis, los meses de abril y mayo han sido “buenos y se ve que la situación está levantando poco a poco”. Ahora están volviendo a pedir nuevo stock, después de casi un año viviendo de la mercancía que tenían en tienda.

A la Mallorquina le quedan tres años para hacer la centena y este es el momento más duro que recuerda José Palma, su actual gerente. Él la heredó de su padre y después de él espera su hijo. En estos ultramarinos se siguen vendiendo las viandas, conservas y otros productos como antaño, con la cercanía que se espera del comercio familiar, lejos de la frialdad de las grandes cadenas de supermercados. Pese a ello, por la esquina de calle Sagasta y la plaza de Félix Sáenz pasan cada vez menos vecinos del barrio, “porque no quedan, los precios están subiendo y se van a otros barrios y por aquí sólo vienen cuando tienen que hacer gestiones”, lamenta Palma.

Varios clientes junto a los escaparates de los ultrmarinos La Mallorquina Varios clientes junto a los escaparates de los ultrmarinos La Mallorquina

Varios clientes junto a los escaparates de los ultrmarinos La Mallorquina / J. P. (Málaga)

Por suerte, asegura, ellos no han tenido que pedir préstamos para afrontar la crisis, “somos una empresa pequeña y teníamos ahorros de los que hemos podido tirar para sobrevivir”. Pese a ello han tenido temporadas mejores y peores, el verano no suele ser una buena época para ellos y en invierno han tenido que cerrar, “nuestros clientes en verano se van de vacaciones, aunque ahora se están llevando muchos productos como souvenirs para regalar a sus familias y amigos de fuera”, resume José.

Dependen también mucho del turista en la Antigua Casa de Guardia, el comercio más longevo de la capital. Fundado en 1840, era una de las tabernas que acrecentó el dicho de: “Málaga, la ciudad de las mil tabernas y una sola librería”. Pese a que la proporción ha cambiado, la Casa de Guardia sigue siendo uno de esos lugares con solera y sabor añejo en la que los vinos se sirven directamente de barril y la cuenta se apunta con tiza sobre la barra de madera. Mientras Alejandro Garijo, cuarta generación desde que el local fue traspasado a su familia, atiende al cronista, una pareja de turistas del norte de España pide dos vinos, “uno dulce y uno seco, por favor”. El camarero los sirve de los barriles apilados tan característicos de las bodegas de la zona, como se debía hacer allá por el siglo XIX cuando abrió.

Barriles de vino en la Casa de Guardia. Barriles de vino en la Casa de Guardia.

Barriles de vino en la Casa de Guardia. / J. P. (Málaga)

Asegura Alejandro que echa en falta a los turistas, como no podía ser de otra manera, pero que por fortuna “el cliente malagueño nos ha arropado y acompañado cuando nos faltó el turista”. Y ahora que se empiezan a ver más turistas y ven la luz al final del túnel agradecen y siguen recibiendo al cliente local, al de toda la vida.

La Farmacia Mata lleva desde 1881 en el centro de la ciudad, primero en la plaza de la Constitución y más tarde en el número 8 de calle Larios. La centenaria farmacia leva desde 2015 regentada por Pilar Romero, año en el que la heredó de su padre. “Claro que es lo peor que he vivido aquí”, asegura Romero, “suerte que mi padre siempre me enseñó a tener ahorros como para estar cerrada la farmacia tres meses, porque esto lo he levantado yo a pulso con mis ahorros”.

Pilar Romero posa en el interior de su farmacia. Pilar Romero posa en el interior de su farmacia.

Pilar Romero posa en el interior de su farmacia. / J. P. (Málaga)

El de las farmacias es un caso particular, cuando todos los comercios permanecían cerrados, ellos abrían por imperativo legal “y además no podía incluir a nadie en ERTE, debo ser la única empresaria que se alegra de tener a tres embarazadas a las que no he tenido que sustituir” y es que durante la pandemia se han visto solos en la principal arteria comercial de Málaga junto con los vecinos del número 1.

El centro como polo de atracción de turistas y visitantes aleja al vecino habitual y en la farmacia lo han sentido, “estoy esperando a los turistas, llevamos un año sin hablar inglés y antes era el pan de cada día”, asegura Romero.

Tras haber pasado ya lo peor y con la esperanza en la vacuna, los comercios centenarios de Málaga siguen con fuerza para seguir cumpliendo años.

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