Málaga

Los abusos de un abuelo a sus nietas durante una década: "Si lo cuentas puede ocurrir algo muy malo"

Ciudad de la Justicia.

Ciudad de la Justicia. / Javier Albiñana

Fueron 10 años de abusos sexuales en el caso de una de las hermanas y, cuatro, en el de la otra. Ambas, que cuando comenzaron las agresiones por parte de su abuelo paterno tenían 6 y 9 años, respectivamente, han sufrido daños psicológicos que aún tratan de superar. Ahora, 17 años después de los primeros tocamientos, la Audiencia provincial de Málaga ha impuesto una pena de ocho años de prisión y cinco de libertad vigilada al acusado por abusar de sus nietas y llegar a amenazar a la mayor de ellas con que podía “ocurrir algo muy malo” si rompía su silencio. Debía ser su “secreto”.

Los hechos se remontan a 2006. No fue hasta una década más tarde cuando la menor de las víctimas, que se trasladó al extranjero para estudiar Bachillerato, confesó a su hermana que estaba sufriendo abusos por parte del abuelo de ambas. La mayor reconoció que también ella había sido agredida pero que temía contarlo. Fue el padre quien acabó denunciando los abusos y puso el caso en manos de la abogada Mari Carmen Heredia, letrada también de la asociación Redime, que atiende a víctimas de abusos en la infancia.

Un "recuerdo dramático"

La pequeña cursaba Primaria y tenía el “recuerdo dramático” de un episodio que aún le provoca “pesadillas”. Ocurrió un fin de semana en casa de sus abuelos, en la Costa del Sol. El condenado, que ahora tiene 80 años, aprovechó que su mujer había salido a comprar para entrar en la habitación de su nieta y abusar de ella –según reza la sentencia–. Hubo otros momentos en los que su abuelo la observaba mientras ella se cambiaba de ropa. Le tocaba los pechos e intentaba besarla en la boca. Solo deponía su actitud al llegar su esposa a la casa. Sucedió “varias veces en un solo mes”. La menor optó por cambiarse en el baño y cerrar con pestillo “para que su abuelo no pudiera entrar”.

El agresor, “aprovechando los momentos en los que se quedaba a solas con algunas de sus nietas, y movido por un evidente ánimo de satisfacer sus deseos sexuales, efectuó tocamientos en los pechos y genitales de las menores, llegando en alguna ocasión a chuparlos”. Cuando una de ellas estaba viendo la televisión, se sentó junto a ella y “comenzó a meter su mano por debajo de las bragas, tocándole los genitales”. La niña quedaba “paralizada”.

Tras intentar penetrarla, llegó a eyacular sobre su cuerpo. Para conseguir su propósito, se valía, recoge el fallo judicial, “no sólo de la corta edad de las crías, sino de su condición de abuelo lo que generaba en las menores, aparte de cierta tranquilidad, un desconocimiento del verdadero significado de lo que ocurría, especialmente cuando aquel les recomendaba que no dijesen nada a sus padres”.

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