José Luis, tercera generación de afiladores de cuchillos en Málaga, a sus 70 años: “No me quiero jubilar”
El granadino aprendió el oficio a los 14 años de la mano de su padre y su abuelo y desde hace más de una década recorre las calles de la ciudad atendiendo a todos sus clientes
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En un mundo donde la rapidez y la tecnología a menudo eclipsan las tradiciones más simples, un día se escucha a lo lejos el habitual sonido que anuncia que por la zona está llegando un afilador. Una profesión tan antigua como la vida misma. Con una pequeña flauta de plástico aparece chiflando, en pleno centro de Málaga, José Luis Hernández Martín, un granadino de 70 años afincado en Málaga desde hace 11 y que se dedica a afilar cuchillos desde los 14 años.
Tras escuchar su habitual silbido, camareros de diferentes restaurantes salen a su encuentro, cuchillo en mano, para afilar sus utensilios. Una bicicleta que se queda parada y con un mecanismo especial que la conecta con unas poleas que le permite afilar los cuchillos. Pedaleando sin parar durante unos minutos, José Luis va afilando uno a uno los cuchillos que les han dado. “Son tres euros cada uno”, le asegura a los trabajadores. Después de recoger su dinero, desmonta el apoyo de su bicicleta y continuó su camino por el centro de Málaga.
A sus setenta años, José Luis recorre las calles de Málaga y más allá, llevando consigo no solo sus herramientas de trabajo, sino también una pasión que ha sido transmitida de generación en generación en su familia. Desde que tenía catorce años, Hernández ha afilado cuchillos, tijeras y herramientas con la destreza de quien ha dedicado toda una vida a su oficio.
Su abuelo y su padre lo eran, él les cogió el relevo. “Nací en Motril y desde pequeño acompañé a mi padre en el trabajo que me iba enseñando lo que sé hoy”, asegura Hernández. Además, hace tapicería y albañilería, pero “con esto me defiendo mejor”.
Su día a día es una rutina sencilla, pero que está acompañada de una profesión que lleva ejerciendo casi 60 años. Desde primera hora del día se pasea por las calles de Málaga a la espera de que sus clientes necesiten sus servicios. “Trabajo con hoteles y restaurantes desde hace muchos años”, sostiene.
Lo que más le gusta de su trabajo es que todo lo que gana “es libre”. No tiene que comprar materiales, ni esperar que lleguen, ni decir que le falta algún utensilio, “me libro de problemas”. Eso sí, al igual que la inflación ha subido los precios de muchos productos, sus servicios se han encarecido en el último año. De cobrar 2,50 euros el cuchillo, ha pasado a los 3 euros.
El trabajo de Hernández no se queda solo en Málaga. Con una furgoneta va recorriendo toda España. “Yo me muevo por Bilbao, Santander, San Sebastián, Barcelona, Gerona, Valencia, Castellón, Tarragona, Murcia, y Cádiz”, explica.
A pesar de los años, José Luis no está solo en su camino y es que en muchas ocasiones este afilador tiene compañía en sus viajes. Durante muchos años ha vivido en Burgos. Allí residen sus hijos que, del mismo modo que hizo él, han heredado esta antigua profesión y también son afiladores.
A sus 70 años, José Luis tiene una vida plena y no necesita mucho más que su bicicleta para afilar y su flauta para pasearse por Málaga. Con una sonrisa en el rostro, explica que su trabajo le proporciona todo lo que necesita para vivir cómodamente: un techo sobre su cabeza, comida en la mesa y la libertad de disfrutar de la vida a su manera. Aunque algunos podrían considerar la jubilación a su edad, José Luis rechaza la idea con firmeza. Para él, esta profesión es su pasión que sigue latente y sobrevive al paso de los años. Cada día que pasa afilando cuchillos y compartiendo historias con sus clientes, le recuerdan que su trabajo es más que un simple oficio, es parte de su identidad y su manera de vivir.
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