La autopsia confirma que Julen murió minutos después de caer en el pozo
Totalán
El niño sufrió una lesión en la primera vértebra cervical
Se descarta la relación con la piqueta de acero
El pequeño Julen murió apenas unos minutos después de caer al estrecho pozo de la finca de Totalán en la que estaba junto a su familia el pasado 13 de enero. Fue encontrado a unos 75 metros de profundidad, que equivalen a una planta 25. El menor, que cayó de pie, había quedado atrapado, con los brazos en alto, sin posibilidad de salir. Presentaba un traumatismo craneoencefálico y otro vertebral, ambos compatibles con la caída. La lesión que sufrió en la primera vértebra cervical le ocasionó una muerte rápida. Así se desprende del informe definitivo de la autopsia que un equipo de cuatro médicos forenses practicaron al cuerpo sin vida del niño, que tenía 2 años y medio, el mismo día en el que los equipos de rescate pudieron acceder hasta él tras 13 intensos días de búsqueda, según informaron fuentes cercanas al caso.
Durante la caída, que se produjo a gran velocidad y que se vio frenada por el rozo de las paredes con la ropa, el niño sufrió heridas en la zona temporal izquierda y fronto temporal del cráneo. Se había golpeado con una piedra saliente –de pizarra– que había en el interior del sondeo. Pero el daño cervical resultó mortal.
Las conclusiones del minucioso examen forense, que el miércoles de la semana pasada fueron entregadas a la jueza que instruye el caso, contradicen el informe de la defensa de David Serrano, el dueño de los terrenos y único investigado hasta ahora por un presunto delito de homicidio imprudente, que culpa de la muerte del menor a una piqueta de acero piqueta de acero que los servicios de emergencia introdujeron en las primeras horas del rescate. La autopsia descarta de esta forma que existiera ninguna relación entre la muerte de Julen y dicha herramienta, que se empleó por vez primera a las 17:30, tres horas más tarde del fallecimiento.
La teoría ya había sido desmontada días después de conocerse la acusación de los abogados del propietario de la finca, dado que la piqueta que hipotéticamente había golpeado al pequeño en la cabeza no tenía restos de sangre, únicamente tierra y restos de pelos. La jueza desestimó el recurso de la defensa y rechazó las pruebas solicitadas, al no considerarlas pertinentes por faltar una de las periciales principales, como es la autopsia definitiva, que ahora confirma que la piqueta no influyó en la muerte del niño.
Otra de las dudas que ya se han despejado está relacionada con el tapón de tierra que sellaba el angosto pozo por su abertura y que dificultó seriamente las tareas. Los investigadores han podido confirmar que se originó durante la propia caída del niño y también como consecuencia de los desprendimientos originados durante las labores de rescate. Así, se descarta que desde el exterior se arrojaran escombros.
Julen estaba sepultado. Por debajo, había otro tapón también cubierto de tierra, cuyo origen deberá determinar la investigación, que sigue su curso. Aunque el menor permaneció atrapado entre los dos tapones cerca de dos semanas, su cuerpo yacía sin vida poco después de precipitarse.
Los equipos de emergencia, gracias a una “auténtica obra ingeniería civil”, como ya definió el responsable del Colegio de Arquitectos de Málaga, Ángel García Vidal, llegaron hasta el niño a través de un pozo paralelo que hubo que construir y un túnel. Cinco miembros de la brigada minera asturiana se adentraron, de forma altruista, a 50 metros de profundidad de un sondeo paralelo con pala, pico, un martillo neumático y un equipo de respiración para acceder hasta el pequeño.
Julen ya había fallecido, pero el amplio dispositivo de rescate, con más de 300 personas implicadas, logró que su familia pudiera darle, al fin, el último adiós.
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