Un babel dispuesto a entenderse

educación Argentinos, marroquíes y ucranianos son los grupos más numerosos

El IES Politécnico Jesús Marín reúne en sus aulas a 129 alumnos de 29 nacionalidades distintas a la española · A pesar de encontrarse con la barrera del idioma los estudiantes se integran casi de inmediato

Mamadou Konate, Dan Xu, Laura Esther Mosquera y Olesya Levshonyuk, ayer, en un aula de su centro.
Cristina Fernández / Málaga

05 de noviembre 2011 - 01:00

Mamadou Konate es nervioso, hablador y bromista. Estudia poco pero gracias a su labia tiene metido en el bolsillo a medio Politécnico. Salió de Senegal cuando era tan sólo un niño. Ahora, con 16 años, ya no encuentra muchas razones para volver. Él es el único alumno procedente del África subsahariana en el IES Jesús Marín. Pero no el único extranjero. En este centro que cuenta con más de 2.400 matriculados, 129 estudiantes de 30 nacionalidades distintas están abocados a entenderse. La integración es una prueba más que ellos superan a diario con total naturalidad.

"Estos alumnos están muy integrados, no necesitan una atención especial, buscan sus propios contactos, les resulta fácil y rápido hacerse con esto", afirma Carmen Bravo, miembro del departamento de Convivencia, del proyecto de Coeducación y Escuela de Paz. Y lo confirman los propios chicos. Mamadou repitió primero y segundo de ESO pero no por la barrera del idioma, "es porque soy vago, las cosas hay que admitirlas", confiesa sonriente mientras asegura estar bien adaptado.

Olesya Levshonyuk, una ucraniana que cumplirá 15 años este mes, es el extremo opuesto a Mamadou. Saca buenas notas, sabe ruso, inglés, un poco de francés y dice que el español "no me costó, me gustaba y lo aprendí rápido cuando llegué aquí". Tiene claro que después de terminar Bachillerato quiere estudiar una carrera universitaria que, probablemente, tenga que ver con los idiomas. El camino ya se lo había allanado su hermano, que estudia también en el instituto y es su pareja de baile de salón. Ambos han llegado a competir en certámenes europeos.

Igualmente le gustan los escenarios a Laura Esther Mosquera, que quiere ser actriz y modelo. Nacida en Venezuela llegó a Marbella con 6 años. Su madre, costurera profesional, ha trabajado para Vitorio y Luchino y Carmen Piedra. Hace un año que se trasladó a la capital. Cursa segundo de Secundaria. "Me cuestan algunas expresiones, no me entendían cuando decía bendición en vez de hola", recuerda.

Yong Lin nació en Jaén hace 16 años pero sólo tiene la nacionalidad china. Y aunque no tenga problemas ni con sus compañeros ni, por supuesto, con el idioma el país asiático es el que considera como propio. "Mis padres se vinieron a Europa para buscar oportunidades", dice sin rastro alguno de acento andaluz. Después de trabajar en Holanda, montaron en España su propio restaurante. Ahora regentan una tienda. "Primero aprendí chino en casa, el español ya lo estudié en el colegio", asegura Lin que cursa primero de Bachillerato tecnológico. Yong piensa estudiar Ingeniería y también Económicas y si tiene hijos en un futuro no dudará en enseñarles chino.

En la misma clase que Yong estudia Roberto Suárez. Llegó de Ecuador cuando tenía 5 años y recuerda lo asustado que estaba cuando entró en el colegio Cristo de Mena por primera vez. "Resultó que el tipo que parecía más chungo acabó siendo mi mejor amigo", comenta este chico de 16 años que en su momento fue el único alumno extranjero de su centro. No tuvo muchas opciones pero asegura que no le resultó difícil integrarse y aún sigue manteniendo el contacto.

Los padres de Roberto han logrado comprar un terreno en Ecuador y sabe que terminarán regresando a su país tarde o temprano. Pero él quiere seguir con sus planes, viajar a Italia y estudiar allí Arquitectura. Pero del nutrido grupo de alumnos extranjeros del IES Politécnico Jesús Marín, que suponen un 5% del total de matriculados, la que tiene que hacer un doble esfuerzo para involucrarse en la vida del centro es Rosa. Así llaman a Dan Xu. Es china y su sordera le obliga a tener una intérprete de lenguaje de signos en clase. Aunque también nació en España con un año se la llevaron sus padres a China y no volvió hasta 2006. Quiere ser diseñadora gráfica y aunque se siente más cerca de oriente que de occidente ya no quiere abandonar esto.

Sus experiencias los hacen referentes para todos aquellos que quedan por venir. "A alguien que llegara ahora le diría que fuese muy abierto con todo el mundo, esa es la clave para adaptarse bien", subraya Mamadou. "Si se queda callado y no habla, no va a aprender el idioma", añade. Visitar lugares, salir y charlar con diferentes grupos, "sobre todo con gente de aquí" son las estrategias que proponen estos estudiantes a favor de la integración. Algunos con el corazón dividido entre dos culturas y otros con las cosas más que claras, como Olesya que asegura que "a Ucrania no quiero volver, sólo de visita".

Argentinos, marroquíes y ucranianos son las comunidades más numerosas pero el director del centro, Arturo Fernández, asegura que no existen "clanes". "Los problemas de convivencia que pueden surgir no son por motivos nacionalistas sino por conflictos de tipo personal", considera Fernández. Él sabe que sus alumnos se han mezclado tan bien como una familia diversa aunque dispuesta a conectar.

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