En las blanquísimas aceras

Según una placa conmemorativa de origen desconocido, el Martes Santo del año pasado nevó en la calle Echegaray al paso de la Virgen del Rocío l No, no tiene nada que ver con Fellini l ¿Asistimos a un milagro que escapó a todos los partes meteorológicos, o a una metáfora? l Viva la Málaga mágica

Ahí a la derecha está la placa de marras, y bien cerca la Virgen del Rocío. Nevara o no, hay que verla.

01 de julio 2011 - 01:00

MÁLAGA me gusta por muchas cosas, pero sobre todo porque, a pesar de que vivo aquí desde que me parió mi madre en el Hospital Noble, no deja de brindarme sorpresas. Hace unos días caminaba con mi habitual distracción, buscando la sombra como los viejos, y en la esquina de las calles Echegaray y San Agustín (no precisamente en la periferia) encontré una placa que no había visto hasta entonces y que ha sido instalada por tanto recientemente. Una placa preciosa, hecha en mármol, con letras esculpidas en rojo que rezaban el siguiente texto, en español y en inglés (para que nadie pueda decir que no se da por enterado): "El Martes Santo de MMX A. D. nevó en calle Echegaray, cuando a la voz del capataz se abrieron estas esquinas y pasó la Novia de Málaga, la Virgen del Rocío". La placa no presenta firma ni autoría alguna, ni mención a quien la sufraga, aunque todo apunta a la cafetería colindante, cuyo propietario es hermano de la cofradía correspondiente. Pero no me dirán que no es emocionante: uno imagina la calle atestada (ya el año pasado salió la Virgen del Rocío de su casa hermandad en el Altozano a las 15:00, así que aún debía lucir el día) y el blanquísimo elemento cayendo desde el cielo para admiración de todos. Concedamos el beneficio de la duda al autor del lema: éste puede bien referirse a una verdadera nevada, con sus copos de agua helada llenando las aceras, o a una cierta metáfora poética referida a los pétalos de flores blancas que seguro cayeron al paso de la Virgen en la calle Echegaray, como habitualmente lo hacen durante todo el recorrido procesional del Rocío. Pero, precisamente porque las lluvias de pétalos blancos son comunes para esta imagen, que en la calle Echegaray se repitiera este hermoso gesto con la Novia de Málaga no parece motivo suficiente para plantar una placa conmemorativa y bilingüe en la misma vía dando a entender que sólo ocurrió allí. Así que volvamos a la más jugosa hipótesis del milagro. A ver, ningún parte meteorológico dio cuenta alguna de un fenómeno semejante, que por su rareza habría sido pasto de información masiva en todos los formatos posibles. Si realmente nevó en Málaga, lo normal es que tal suceso hubiese sido portada de todos los periódicos al día siguiente, cosa que no ocurrió. Pero también es cierto que los milagros son escurridizos: históricamente ocurren sólo para unos cuantos, con toda la discreción posible, como prueba de fe reservada para el testigo. Por mucho que la Iglesia documente los milagros para la subida de los santos y beatos a los altares, la vulneración de las leyes de la naturaleza sigue siendo una cuestión de particular creencia. Hasta el mismo Cristo rogaba encarecidamente a quienes veían cómo devolvía la vista a los ciegos que no se lo contaran a nadie, porque tampoco aquélla era la cuestión. De modo que sí, quién sabe, igual nevó pero sólo en la calle Echegaray, y sólo el tiempo justo para que lo vieran los afortunados presentes, sin conceder prórroga alguna para que el fenómeno pudiera ser fotografiado, lo que resultaría extraño dadas las cámaras que habitan en los teléfonos móviles del más pintado. Pero como poder ser, pues pudo ser.

Una vez aceptada la hipótesis sobrenatural, propiciada tal vez por la mismísima Virgen del Rocío, o por alguna divinidad superior capaz de tal milagro en su honor, cabe preguntarse: ¿Para qué nevó? Un milagro no se define sólo por su cualidad inexplicable, también por su utilidad, su oportunidad a la hora de consolar a los seres humanos. Cristo, por volver al Nazareno, alimentó a los hambrientos y curó a los enfermos. Si al pueblo de Israel que vagaba en el desierto le hubiera caído nieve en vez del maná, se habría quedado maravillado, pero habría seguido pasando hambre. ¿Para qué servía la nieve en la procesión de la Virgen del Rocío? Una nevada auténtica sólo la habría entorpecido, habría dañado al trono y provocado los patinazos de los portadores. Así que, una de dos, y con todos los respetos: o a Dios, en el fondo, no le agradaba la procesión, o la ocasionó el pérfido Satanás para boicotearla.

De cualquier forma, y más allá de la cuestión teológica, que se las trae (una vez conocí a un catequista que invitaba a quienes aseguraban que se les aparecía la Virgen a obsequiar a la visitante con trescientos euros cada vez que compareciera; así, aseguraba, dejaría la Madre de Dios de meterse donde no la llamaban), hay otra cuestión urbana. A las cofradías y a sus miembros no les basta poder renombrar a su gusto las calles de la ciudad: también quieren pregonar en ellas sus milagros. Pero no es cuestión de ponerse tan serios (bien pusieron los del 15-M sus mensajes en la Plaza de la Constitución, algunos no precisamente agradables): en el fondo, esta Málaga de cuento de hadas es divertida, y estoy seguro de que quien tuvo la ocurrencia tiró mucho de humor y picaresca para, cuanto menos, confundir a los viandantes. Lo contrario sí me parecería preocupante. Esperamos expectantes la próxima ocurrencia. A ver quién mejora la presente.

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