Málaga

Un bombero que perdió un oído, en lucha por seguir trabajando

  • Samuel, que ha sido ahora declarado incapacitado para su puesto, permaneció bajo la hélice de un helicóptero durante 10 minutos

Samuel, en una intervención reciente

Samuel, en una intervención reciente

"En septiembre de 2017 tuve un accidente en un rescate y perdí un oído. Soy bombero”. Así comienza el testimonio de Samuel Aguilera, que a sus 33 años lucha por lograr una adaptación de su trabajo al no poder continuar con las labores de extinción que venía realizando desde hace casi una década en los parques de Ronda, Manilva y Archidona, donde ha permanecido el último lustro. “Han sido nueve años ejemplares. No he faltado ni un día en ese tiempo. Esto es un palo gordo”, expresa el efectivo, que pide un puesto de mantenimiento de personal laboral compatible con la discapacidad del 33% que le ha sido reconocida. La condición de funcionario de carrera ya la ha perdido.

El siniestro en el que Samuel perdió el 80% de la capacidad auditiva del oído izquierdo se registró en la zona de El Torcal de Antequera. Un aviso alertaba de que se había producido un accidente de parapente y que una persona había resultado herida. El bombero acudió junto al resto de la dotación desde el parque de Archidona. Era necesaria la evacuación en helicóptero del accidentado dada la complejidad del acceso a la zona. Según su testimonio, permaneció “durante unos 10 minutos debajo de la hélice del aparato en marcha”, ya que tenía que “sujetar el parapente para que éste no se enrollara con las aspas”.

Llevaba un protector auditivo, que se le terminó cayendo. “Fue instantáneo. Se me quedó un zumbido, como cuando sales de una discoteca después de haber estado junto a un altavoz”, recuerda. Esa misma tarde se desplazó hasta un centro de salud, desde donde fue derivado al Hospital Civil. “Me pusieron un tratamiento que no sirvió de nada. Escucho a partir de 90 decibelios, un claxon fuerte o la sirena de un camión”, explica el bombero.

Samuel continuó trabajando durante dos meses. Pensaba, reconoce, que podría llegar a recuperarse. No fue así y la empresa a la que pertenece, el Consorcio Provincial de Bomberos, terminó dándole de baja y le hizo llegar un escrito en el que, con fecha de 13 de agosto, se le informaba del cese por “incapacidad permanente total”, además de una indemnización de 36.000 euros, que con las deducciones fiscales se ha reducido a 27.000. La situación, según recoge la notificación, “se produce por la falta de regulación y, por tanto, inexistencia de puesto en segunda actividad en el Consorcio de Málaga”.

Su caso fue abordado en el último pleno de la Diputación, en el que el presidente, Elías Bendodo, afirmó que la empresa está “intentando solucionar” el problema “dentro de los márgenes legales, que son muy estrictos y no dependen de la Diputación”.

En palabras del bombero, ninguno de sus compañeros está exento de que le ocurra algo similar. “No pueden afrontar su trabajo con normalidad porque por cualquier error estarían en la calle”, apostilla. Aunque se ha reunido con los responsables de la empresa y ha denunciado los hechos, todavía no ha encontrado una solución. “La respuesta que he obtenido ha sido la carta de despido. Según la normativa actual, la segunda actividad es incompatible con mi incapacidad. En otras comunidades esto sí está regulado”, se lamenta.

Respecto a la muerte de José Gil, el bombero que falleció arrastrado por la corriente de agua en Campillos por las inundaciones, Samuel se preguntó “hasta qué punto arriesgan –las administraciones para salvar una vida”.

Por su parte, el Sindicato Andaluz de Bomberos (SAB) reivindica los “mismos derechos” que los efectivos pertenecientes a la Diputación de Málaga. “Estamos cansados de ser bomberos de segunda. Morimos y se les queda una paga ínfima a nuestra familia”, denuncia un representante del colectivo.

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