Del cielo al infierno en siete años
Isofotón ha pasado de ser la undécima empresa más importante del mundo en energía solar e inaugurar una fábrica con la presencia del Rey en 2006 a estar ahora al borde del abismo
28 de noviembre de 2006. Hay tensión en el PTA y varias decenas de policías, que llevan días peinando la tecnópolis. Era un gran día para Málaga y para Isofotón y nada podía fallar. El Rey Juan Carlos I iba a inaugurar su nueva fábrica, asentada sobre una superficie de 28.000 metros cuadrados, en la que trabajaban 650 personas. Rodeado de los directivos de Grupo Bergé y de políticos, el monarca procedió e Isofotón se convertía, de forma oficial, en la nueva joya de la corona del PTA tras el fiasco de Vitelcom.
Eran tiempos de gloria. Era la undécima empresa más importante del mundo en la producción de células fotovoltaicas, con 53 megavatios y una cuota de mercado del 4%. El entonces consejero delegado José Luis Manzano explicaba orgulloso que desarrollarían un plan estratégico entre 2007 y 2011 para multiplicar por seis su producción y duplicar la plantilla, hasta los 1.400 trabajadores. Invertirían 250 millones de euros.
Todo aquello resultó el cuento de la lechera. Hoy en día, Isofotón tiene otros dueños, han despedido a más de la mitad de la plantilla, planean cesar al resto mediante otro Expediente de Regulación de Empleo (ERE) en breve, y está en concurso de acreedores. La compañía quiere vender cinco megavatios al mes para alcanzar una cuota de mercado internacional del 0,19%, pero, en estos momentos, solo tiene un mega contratado y hay serias dudas sobre su futuro.
Pero la historia de esta compañía emblemática va más allá. Surgió en 1981 de un proyecto universitario y fue un ejemplo de éxito hasta 1991, cuando un fuerte descenso de ventas obligó a la Junta de Andalucía a entrar en el capital para evitar su quiebra. En 1997, una vez retomado el rumbo, la compró el Grupo Bergé, y empezó a crecer como la espuma en el mercado internacional vendiendo paneles solares en medio mundo y llevando la luz a aldeas perdidas de África o Suramérica con sistemas de electrificación rural con el sol como fuente de energía. Abrió numerosas filiales y tenía presencia directa en más de 60 países.
Habían dado un gran salto exterior y la fábrica del polígono Santa Teresa de la capital se les quedó pequeña, por lo que decidieron crear una gran factoría en el PTA. La hicieron, la inauguró el Rey... Y todo empezó a derrumbarse. La materia prima necesaria para hacer las células fotovoltacias es el silicio, pero su precio se disparó porque también se utilizaba para la fabricación de transistores o chips. La rentabilidad de la empresa disminuyó a pasos agigantados y, para no depender de terceros, Isofotón anunció que fabricarían su propio silicio abriendo una planta en Cádiz con una inversión de 250 millones de euros, llamada Silicio Energía, que nunca se hizo. Se planteó salir a bolsa de la mano de Banca March, pero también se frustró.
De cara al exterior, todo parecía ir bien pero la procesión iba por dentro. Manzano, que llevaba vinculado a la empresa desde 1987, dejó el cargo de consejero delegado en mayo de 2008 y, unos meses después, Isofotón le puso una demanda en un Juzgado Mercantil de Madrid acusándole de falsear las cuentas. Le condenaron a pagar 168,5 millones de euros a Bergé en 2011, en una sentencia histórica. La Audiencia Provincial de Madrid, en junio de 2012, la revocó.
En medio de todo este galimatías, en enero de 2009, Bergé presentó un ERTE para 715 empleados, el 95% de la plantilla, entre los ubicados en Málaga y en la oficina de Madrid. Lo justificaron alegando la reducción de primas en España y la falta de crédito para financiar proyectos internacionales. El horizonte estaba bastante negro y la única noticia positiva era que habían llegado a un acuerdo con el estado de Ohio (EEUU) para construir una fábrica allí, algo que a la plantilla de Málaga no le olió bien.
Bergé quería vender y hubo todo tipo de rumores y protestas laborales. Se apoyó en la Junta de Andalucía para encontrar un comprador y, tras un año de especulaciones, los elegidos fueron la española Affirma, que se quedó con el 80% del capital, y la coreana Top Tec, que compró el otro 20%. El acto oficial de presentación se hizo en la delegación provincial de la Junta el 30 de junio de 2010 y parecía que regresaba la calma. Había un plan para volver a situar a Isofotón entre las empresas líderes del mundo y una inversión prevista de 50 millones de euros. "No solo hemos venido a invertir dinero. Isofotón es una empresa con futuro y vamos a hacerla puntera", dijo aquel día Lee Jae-Hwan, presidente de TopTec. La empresa coreana tiene puesta a la venta sus acciones desde hace casi un año y, al menos oficialmente, no se le conoce ningún comprador interesado.
En estos tres años, la situación de Isofotón, desde fuera, ha sido de locos. La empresa abrió la fábrica de Ohio, firmó un acuerdo con Samsung a través del cual la multinacional invertiría 50 millones de euros y hasta patrocinó el equipo de Mercedes de Fórmula 1 con Michael Schumacher a la cabeza. Sin embargo, los trabajadores empezaban a denunciar que no había producción y que no cobraban sus nóminas. Isofotón reconocía que la competencia china le estaba haciendo daño y que el mercado está débil por la crisis.
A partir de ahí, la historia es más que conocida. En junio de este año presentó un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que afectó a más de la mitad de la plantilla, 354 personas, y entró en concurso de acreedores con un pasivo de 184 millones de euros. Además, está pendiente de un juicio en EEUU que, si pierde, podría suponerle el pago de otros 100 millones de euros. La compañía presentó hace unos días un plan de viabilidad, adelantado por este diario el pasado jueves, que contemplaba el despido de otros 164 trabajadores siempre y cuando produjeran cinco megavatios al mes. El administrador lo rechazó porque apenas tienen un mega contratado, por lo que se prevé que el nuevo ERE afectará a casi la totalidad de la plantilla restante.
Muchos trabajadores, cansados ya de tanta tensión, quieren irse, cobrar el paro y buscarse la vida. La plantilla, además, pide explicaciones a la Junta de Andalucía, que en la última década le ha dado ayudas por más de 60 millones de euros. La última, una de 8,4 millones, estaba condicionada al mantenimiento del empleo e Isofotón no lo ha cumplido. En los próximos días se verá qué ocurre. Si Isofotón resurge de sus cenizas o se hunde y acaba siendo liquidada. Del cielo al infierno en siete años.
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