De la clausura al bullicio del mercado: las Hermanas Clarisas llevan su repostería a Huelin

La congregación abre un punto de venta temporal para acercar sus dulces artesanales a otros barrios de Málaga

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Alejandra Scheuerlein atendiendo en el puesto de reposteria de las Hermanas Clarisas
Alejandra Scheuerlein atendiendo en el puesto de reposteria de las Hermanas Clarisas / Adrián Gámiz

Desde 1825 solo se compraban tras una ventanilla de clausura, en el Convento de la Calzada de la Trinidad. Hoy, los dulces artesanos que elaboran las Hermanas Clarisas han cambiado el recogimiento del convento por el bullicio del mercado de Huelin, donde conviven con puestos de pescado y fruta como parte del paisaje cotidiano del barrio.

Allí, entre el trasiego del mercado, las monjas de clausura han abierto su primera sede fuera del convento para vender su repostería artesanal, una pequeña extensión de su día a día que acerca estos dulces tradicionales a vecinos que hasta ahora solo los conocían por las colas navideñas de la Trinidad. El puesto funciona como una prolongación natural del obrador.

Puesto de las Hermanas Clarisas en el Mercado de Huelin
Puesto de las Hermanas Clarisas en el Mercado de Huelin / Adrián Gámiz

“El objetivo es que los productos de la congregación lleguen a la gente y, sobre todo, a otros puntos de la ciudad, porque a veces ir hasta la Trinidad les queda lejos”, explica Alejandra Scheuerlein, colaboradora de las Hermanas Clarisas y responsable del puesto en Huelin. La iniciativa responde a la necesidad de sostener la vida del convento y a la comunidad que lo habita.

“Son muy pocas monjas, unas diez, y algunas ya mayores”, cuenta Alejandra. “Ellas trabajan todo el día allí dentro y esto permite que sus productos se expandan”. Para una comunidad de clausura, el contacto con el exterior es limitado. “Necesitan colaboradores porque pueden salir muy poco. Vinieron el otro día a ver el puesto, pero poco más. Siguen vendiendo en el convento, claro, pero la idea es que sea más accesible”, añadía.

De momento, el puesto se mantendrá durante la campaña navideña, aunque no se descarta su continuidad. “Si tiene mucho éxito y hay ventas, lo mantendremos todo el año”, señala Alejandra. Lo que no varía es el destino de lo recaudado. “Todo el dinero va para las monjas, para la manutención del convento y para sus obras. Los precios son exactamente los mismos que en el convento”.

Tampoco cambia la forma de elaborar los dulces. Recetas transmitidas durante generaciones, ingredientes sencillos y ausencia de conservantes. “Son productos de calidad, muy naturales, y eso la gente lo aprecia mucho. Tienen una mano milagrosa, porque todo está muy rico”, dice la responsable del puesto. La oferta es amplia: roscos de vino, mantecados, borrachuelos, bolitas de coco, torta Santa Clara, etc. aunque entre todos, hay un claro favorito. “Sin duda, el que más éxito tiene es el tocino de cielo”.

Puesto de las Hermanas Clarisas en el Mercado de Huelin
Puesto de las Hermanas Clarisas en el Mercado de Huelin / Adrián Gámiz

Resulta llamativo que uno de los puestos con dulces más tradicionales sea también uno de los más vistosos del mercado. Colores, carteles y una decoración cuidada rompen con la imagen sobria asociada a los conventos. “Cuando abrimos estaba todo en blanco, sin carteles. En una semana lo hemos decorado y ahora llama muchísimo la atención”, explica Alejandra.

La acogida ha sido inmediata. “A la gente le ha encantado que estemos aquí. Muchas veces en el propio convento hay colas y vienen directamente al mercado”, cuenta. Para las monjas, el efecto va más allá de lo económico. “Están muy emocionadas, porque sienten que su dulce trasciende, que llega a sitios donde antes no llegaba”.

No es casual que este pequeño paso fuera de la clausura haya aterrizado en Huelin. “Es un mercado muy de barrio, muy del día a día, muy ligado a la tradición, igual que los pasteles del convento”, reflexiona Alejandra. Entre puestos de pescado, fruta y conversaciones cotidianas, los dulces de las Hermanas Clarisas encuentran un nuevo lugar sin perder su esencia: la de una repostería hecha a fuego lento que, sin salir del retiro, ya forma parte del pulso diario del barrio.

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