El fin de los coches de caballos en Málaga

Los trabajadores aseguran que los animales están "en perfectas condiciones" y auguran que los llevarán al matadero

Bienestar animal, empleos en riesgo y turistas divididos

Caballos parados en la Plaza de la Marina esperan a los clientes del día.
Caballos parados en la Plaza de la Marina esperan a los clientes del día. / Javier Albiñana

Son las 11:00 cuando Domingo, un cochero de 36 años, mira desde la Plaza de la Marina hacia el puerto con una mezcla de resignación, nostalgia y algo de esperanza por si alguna persona se anima a dar un paseo en su coche de caballo. "Llevo más de 20 años en esto, casi toda mi vida, me encanta mi trabajo, pero parece que nos quieren quitar de aquí", comenta mientras acaricia el cuello de Campero, su caballo blanco de cinco años. A su lado, el carro, marcado por los años y los paseos -pero como si estuviera nuevo- permanece como un símbolo de una tradición que parece estar llegando a su fin.

El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, anunció el 14 de enero su idea firme de que 2025 sea el último año que se vean coches de caballos en la ciudad. Todavía quedan 25 licencias que el Ayuntamiento pretende amortizar, pero les quedan 11 años de permiso. La decisión, justificada por razones de bienestar animal, ha puesto a Domingo y a sus compañeros en una situación desesperada: "Dicen que es por los caballos, pero ¿qué va a pasar con ellos? Si no trabajan, ¿quién los mantiene? Esto es caro: el pienso, la paja, el veterinario, el herrero… Y si no los podemos mantener, ¿qué hacemos? Los mandarán al matadero, porque nadie puede tener un caballo solo por tenerlo".

Para Domingo, este oficio es más que un trabajo, es su vida. "Yo tengo cuatro hijos, este es mi pan, y me lo quieren quitar; si me saliera otro trabajo, me iría, pero ¿qué hago ahora? Mi vida siempre ha sido esta y nos están dejando tirados", explica casi en un susurro. Ya piensa en lo que vendrá después. Si esto se acaba, tendrá que "buscar otra cosa" porque no puede esperar a quedarse en el paro. Defiende que esto no es solo un trabajo, es lo que es. Lleva en el oficio más de dos décadas.

Recuerda cómo lo aprendió todo en su juventud. "Yo me crié con esto, desde niño he visto coches de caballos en Málaga, siempre han estado aquí, es una tradición, algo de toda la vida, y ahora nos la quieren quitar como si no valiera nada", lamenta. Vive en Carlinda, es de allí "de toda la vida", por lo que asegura que "sabe de lo que habla". En su barrio tiene un establo para cuidar a Campero y a Caramelo, el otro caballo que tiene. Alterna las jornadas entre los dos equinos y solo descansa un día a la semana.

Para Domingo, el día empieza temprano. En verano, a las 7:00 ya está en pie. Hay que cepillar al caballo, alimentarlo, revisarlo todo. Campero, que fue comprado siendo un potrillo, ha crecido bajo su cuidado. "Lo domamos nosotros, desde pequeño", asegura con una sonrisa de orgullo mientras lo mira. El aprendizaje empieza cuando tiene 3 años: primero con los arreos, luego andando detrás de él, hasta que aprende a parar, andar, en el establo y por el barrio. Luego se le engancha el carro que, según garantiza, "pesa poco" y lo lleva al Centro: "Tarda como mucho una semana en acostumbrarse, además es en llano, si subiera una montaña sería otra cosa".

El trabajo de cochero no tiene horarios fijos. Aunque suela empezar sobre las 9:00 -mucho antes empieza a prepararlo-, en invierno, a las 17:00 o 18:00 ya abandona la Plaza de la Marina porque no hay más clientes, pero en verano puede estar hasta las 22:00. "Cuando me harto, me voy. Esto no tiene más", dice con una sonrisa ligera. Señala el cuerpo de Campero. "Está gordo, come lo que tiene que comer, no tiene mal aspecto, muchos dicen que están desnutridos y eso es mentira", comenta con cierta incredulidad.

Cada día, Domingo recorre con sus clientes los lugares más emblemáticos de Málaga: la Catedral, la Alcazaba, el puerto, la plaza de toros, el Paseo de la Farola, el Paseo de los Curas. "A los que se suben les gusta que les expliques lo que ven, las historias, siempre me preguntan si les puedo contar algo, y yo les voy diciendo según vamos pasando por delante", comenta con picardía. Aunque no se maneja mucho con el inglés, hace que los turistas puedan entender, todo dependiendo de cómo sea la conversación con ellos.

Los clientes son perfiles variados: parejas que buscan un paseo romántico, familias que disfrutan juntas y turistas que llegan desde cruceros, que bajan a pocos metros de la parada para contratar un paseo con los caballos: "Los extranjeros vienen mucho, pero sobre todo españoles que no son de Málaga". Algunos hasta reconocen a Campero. Sonríe con orgullo al recordar que alguna persona le haya dicho que se acordaba del equino: "Me dicen emocionados que se acuerdan del caballo y eso lo valoro, pero yo no me acuerdo de ellos, llevo a mucha gente a lo largo de los días".

Paula, de 25 años, lleva seis meses con el coche de caballos de su madre y explicaba esta semana a Efe que a los turistas les encanta y que ahora reciben mucha clientela malagueña. "Antes de que lo quiten, me voy a subir", confiesan los del terreno. Les gusta mucho a visitantes del Norte y hay muchos de Valencia, añade. Antonio destaca que esta actividad "es un patrimonio" y que "no se puede quitar así como así" porque -recuerda- en algunos casos hasta cuatro generaciones de una misma familia han realizado esta tarea.

El futuro de los coches de caballos en Málaga sigue siendo todavía incierto, marcado por el debate entre la tradición, el patrimonio cultural y las demandas de bienestar animal. Mientras tanto, cocheros como Domingo, Paula o Antonio continúan recorriendo las calles de la ciudad con sus compañeros de cuatro patas, ofreciendo tanto a locales como turistas una forma distinta de conocer Málaga y sus puntos clave.

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