Málaga

“Un conflicto es una oportunidad”

  • Así trabaja el equipo multidisciplinar que promueve la convivencia en los centros educativos de Málaga y hace frente a situaciones de conflicto y acoso escolar

El equipo de Acción Tutorial y Convivencia de la Delegación de Educación, con su coodinador, Enrique Gallardo, a la cabeza.

El equipo de Acción Tutorial y Convivencia de la Delegación de Educación, con su coodinador, Enrique Gallardo, a la cabeza. / Javier Albiñana (Málaga)

Llevan una semana alternando reuniones en la Delegación de Educación de Málaga con acciones de campo en el IES Camilo José Cela de Campillos, donde el pasado lunes un menor agredió con una tijera a un compañero en el lapso de un intercambio de clase. Estas cinco personas forman el equipo de Acción Tutorial y Convivencia, un grupo que trabaja día a día en la prevención y en el abordaje de situaciones de acoso escolar y crisis.

Dos de ellos se encargan del gabinete de Convivencia Escolar e Igualdad, del que parte el asesoramiento a los más de 800 centros de la provincia en relación a los planes que, por ley, han de desarrollar en sendos ámbitos (Un punto que ahora está en entredicho por la propuesta del veto o mal llamado pin parental que Vox incluyó por escrito en el acuerdo para apoyar los Presupuestos andaluces de 2020). “Son imprescindibles”, valoran, con especial atención al trabajo en acciones de equidad: “Siempre decimos que la igualdad y la convivencia van de la mano”. Según la norma, cada centro docente de Andalucía tienen que elaborar “un Plan de Igualdad de Género” y tanto el profesorado como el equipo directivo tendrán “formación obligatoria”. Estos dos profesionales también han puesto en marca la Red Andaluza Escuela: Espacio de Paz, un programa voluntario que cuenta con más de 500 centros adscritos.

Por otra parte, aunque con continuas sinergias, los otros dos miembros del equipo están al frente del gabinete de crisis, un recurso a nivel provincial que se puso en marcha el pasado mes de septiembre, coincidiendo con el inicio del curso, y que tiene el objetivo de actuar en situaciones que sobrepasan los recursos del centro educativo. Ellos fueron los que se personaron la misma mañana del suceso en Campillos para intentar que el centro retomara la normalidad con la mayor celeridad posible.

“Cuando llegué, me sorprendí de la tranquilidad que hay en ese instituto, respiras un clima de convivencia muy bueno”, cuenta el coordinador del equipo, Enrique Gallardo, que asegura que el centro “está en todos los programas, cuenta con mediadores y destaca por buenas prácticas”.

El trabajo durante esta semana en el centro ha versado en dos líneas: por una parte, se ha llevado a cabo un taller voluntario con los profesores, “que están muy afectados emocionalmente porque, como adultos que son, ven más el peligro y la responsabilidad”. Por otra parte, han trabajado con el alumnado en medidas de control y prevención, “sobre todo para que no se construyan bandos”.

Según explica Gallardo, este caso en particular “tuvo su origen en un seudoconflicto, una falta de comunicación entre ellos que ha ido formando la bola hasta que ha explotado”. Hasta el momento, no han transcendido cuáles fueron los motivantes que llevaron al menor a atacar a su compañero, cuya vida peligró en los primeros momentos. El mismo lunes, la Guardia Civil puso el caso en manos de la Fiscalía de Menores.

Con el foco puesto en este suceso, los profesionales huyen de generalizaciones e insisten que cada conflicto tiene sus particularidades y necesitan un tratamiento distinto. Eso sí, repiten en varias ocasiones que “un conflicto no es malo”. “Es una oportunidad para ir creciendo, para impulsar el desarrollo social y personal. Un conflicto es malo cuando no se soluciona”, precisa Gallardo. Su labor es precisamente esa.

Las situaciones más frecuentes tienen que ver con casos de acoso escolar o bulling, términos que apuntan a una acción que implica una reiteración en el tiempo. Según estos expertos, no existe un prototipo de acosador y víctima. No hay muchos factores que no sean cambiantes. “Hay casos que se ven muy claro pero otros tienen muchos matices”, apuntan, por lo que se hace esencial la implicación de padres y madres, y de los centros educativos, así como la educación en valores.

La pérdida del apetito o del sueño, la reticencia a ir al colegio prolongada en el tiempo o cambios de amigos pueden ser señales de alarma. Aunque “cada niño desarrolla actitudes diferentes, cualquier detalle que muestre un cambio en el clima normal del niño es una alerta”, señalan.

Es fundamental que la víctima se sienta escuchada y encuentre apoyo y, en ese sentido, la línea de trabajo actual está centrada en “la ayuda entre iguales”. “Los menores no quieren hablar con los adultos así que intentamos establecer una red con los propios menores, con niños más empoderados que actúan como mediadores. Al final es lo más fácil, tienen una edad similar, se conocen y se ven muy a menudo, porque hay cosas que no suceden en las aulas”, explican. “Hay que ponerles herramientas: un buzón o un compañero al que poder dirigirse”, ejemplifica uno de los expertos.

En el plano de la prevención, una de las acciones que ha ganado peso en los últimos años está dirigida al uso de las redes sociales. Por una parte, el equipo advierte del peligro de que niños con 10 años tengan perfiles de Instagram o cuentas de Whatsapp sin supervisión de los progenitores. “Hay que estar muy pendiente. En las redes el acoso en más anónimo y más difícil de trabajar porque el daño es muy inmediato, un mensaje que en un segundo recibes y se difunde”, alertan. El uso de estas APP no está permitido para menores de 16 años.

Por otra parte, subrayan el peligro de los grupos de Whatsapp de clase. “No se puede hablar de ningún compañero ni profesor concreto. Generan mucha problemática y mucho enfrentamiento entre los padres y madres de la clase”, afirman.

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