El dolor llegó para hacerse real
Los familiares de Francisco Javier Soria a Córdoba fueron trasladados por el Ejército a Córdoba para asistir al homenaje que recibió en Cerro Muriano
Abatidos por el reguero de malas noticias, por los temores iniciales que provocaron el pellizco en el estómago, por la confirmación posterior que inició la pesadilla, oída en un televisor. Sin aún poder dar crédito, los familiares del cabo malagueño iniciaron ayer por la mañana viaje hacia Córdoba. Un militar vestido de uniforme llegaba hasta su bloque, en el barrio del Cónsul, para trasladarlos hasta la base militar de Cerro Muriano. Allí, horas después, se le rendiría homenaje. Pero el último destino de Francisco Javier Soria Toledo, fallecido el pasado miércoles en Líbano, será su cuidad, Málaga.
"No me lo creo, porque además no es justo, mi hijo iba en misión de paz, no sé lo que hacía en un fuego cruzado, creo que alguien me tendrá que decir por qué estaba allí, porque mi hijo se fue en misión de paz, no iba a un frente", se lamentaba ayer Margarita Toledo, con los ojos consumidos por la tristeza. "Él decía que estaba bien, pero me imagino que si había algún problema no nos lo iba a decir tampoco, solo sé que lo habían cambiado de puesto, precisamente mi nuera me lo contó ayer antes de saber nada", agregó Margarita, que nunca quiso saber demasiado del trabajo que realizaba su hijo en Líbano. El temor a una desgracia era grande y "se ha confirmado", decía. "Le dije que no se fuera, que por mucha paz que hubiese estaba en medio, es como cuando dos vecinos se pelean, que cuando te metes en medio puedes recibir tú también, pero decía que era militar, que había estudiado para eso...", relató Margarita, cerca de Paco, su marido, al que la emoción no le permitía soltar palabra.
Hace cinco años perdieron a otra hija, que había nacido con parálisis cerebral. Por eso, el golpe cayó en la familia con especial contundencia. "19 años luchando con una hija y se va, y ahora otro... Es que, Dios mío, esto es demasiado, no sé cómo lo vamos a superar", decía la madre.
En la hermana de Francisco Javier, Esther Soria, además del dolor hervía la impotencia y la rabia. "Esto parece un sueño, parece que no es real, vas escuchando noticias... Porque yo me enteré que era él por la televisión. Esto parece una pesadilla", afirmaba y relató cómo su cuñada cayó al suelo al recibir una llamada y entró en estado de shock. "No podía hablar, su padre vino corriendo a la casa diciendo que había pasado algo en Líbano, mi padre ya había visto en las noticias que había un militar muerto, salimos todos corriendo al hospital con mi cuñada y aparcando el coche me llamaron diciendo que había salido el nombre y los apellidos en el informativo. Así me entero de que mi hermano ha fallecido en Líbano en una misión de paz, de paz... Siento mucha impotencia", lamentó Esther.
"Estamos indignados, porque lo que sabemos es lo que vamos conociendo por los periodistas", criticaba la hermana del cabo malagueño. Ella ya se imaginaba lo peor cuando dijeron que venían psicólogos del Ejército desde Córdoba, pero se quejaba de que Defensa no se hubiera puesto en contacto con sus padre o con ella. La incertidumbre aún reinaba por la mañana, cuando no sabían a qué hora ni a dónde llegaría el cuerpo de su hermano. Tampoco tenían claro que su cuñada pudiera acompañarlos. Ante el mazazo de la muerte de su marido tuvo contracciones pero pudieron estabilizarla y frenaron el parto.
La niña que viene de camino era un bebé muy buscado y deseado por todos, como dice su futura tía. Su abuela Margarita verá en ella a su hijo y con la pequeña nacerá una nueva esperanza. "Me consuela un poco que algo me queda de él en su niña, pero en mi corazón falta mi hijo", confesaba Margarita, que no paró de recibir llamadas y palabras de aliento de vecinos y allegados. Gente sencilla a la que las granadas de mortero del ejército israelí pusieron la vida del revés.
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