Bloguero de arrabal
Ultraoceánicos
Sé que puedo llegar a ser un coñazo insoportable. Mi propia mujer me lo decía: “Pablito, ¡qué coñazo eres!”. Educada y compasiva, no llegó a más en sus imprecaciones, y mira que en ocasiones me podría haber llamado de todo. Mi madre, que se las tenía que ver con nueve hijos, solía ser más expeditiva, y descartando la zapatilla, que ya aparece en algunos kilyx griegos, recurría a objetos más contundentes: conservo una olla de aluminio con un bollo que se adapta perfectamente a uno de los promontorios posteriores de mi cráneo. Ella me tenía por un niño tranquilo que aguantaba los latazos de sus hermanos durante meses, pero que, al fin, bruto, estallaba y soltaba alguna que otra ‘llamará’ (en cenero, porque deja encendida la mejilla del receptor). Pesado, pesado, en las reuniones familiares donde se trataba de la administración de los bienes comunes, con intervenciones prolijas y reiterativas. ¿Qué decir de los claustros de los institutos en los que trabajé? Ahí están las actas que no me dejarán mentir. Y también la memoria de los compañeros damnificados, que, en ocasiones, llegaron a mirarme bastante mal, y no sin razón. Así que pelmazo, sin duda. Y ustedes, lectores mártires, habrán observado que suelo en mis columnas hacer frecuentes referencias a libros y autores. Cursi, pedante, sobaco ilustrado, esos adjetivos me cuadran. Lo hago cuando entiendo que un clásico respalda mis posiciones, expresadas sin regomello alguno en mis columnas y porque abomino de un adanismo suicida que borra de un plumazo el pasado. Para mí tengo que un solo verso de Góngora vale más que todas las letras del reguetón juntas. Y todo este retrouso (sic en galego), para contar que, leyendo a Galdós (¡sorry!), he encontrado, entre otros términos que usa para referirse a los ultraconservadores –serviles, España negra, carcamales, oscurantistas, neos(católicos)–, uno muy curioso: ‘ultramontanos’, que convenientemente maquillado como ‘ultraoceánicos’, podemos aplicar a nuestros trumpistas. Los ultramontanos galdosianos eran aquellos compatriotas que seguían al pie de la letra las directrices del Vaticano, estado situado más allá (ultra) de la cordillera de los Alpes. Llamaré ultraoceánicos, si los lectores me dan licencia para ello, a nuestros ultraderechistas que siguen, ciegos, consignas y directrices del papa naranja de Washington.
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