Dos años de Covid en Málaga, 3,4 millones de vacunas y luz al final del túnel
Los primeros casos del virus se detectaron en Málaga a finales de febrero de 2020
Desde entonces ha habido 2.275 fallecidos infectados, 255.725 contagiados y 12.980 hospitalizados
Dos años apenas y parece un siglo... Eso es lo que lleva la pandemia en Málaga. Han pasado seis olas, 2.275 fallecidos con el virus, 255.725 contagios, 12.980 hospitalizados, más 146.000 trabajadores en ERTE y miles de encuentros perdidos o postergados. Después de 3.377.934 dosis de la vacuna administradas en la provincia, se ve cierta luz al final del túnel. Porque gracias a la inmunización –pese a que los casos de Covid en 2021 se cuadruplicaron respecto a 2020–, su impacto en víctimas mortales y hospitalizados fue proporcionalmente menor.
La vacuna fue la clave además para rebajar la gravedad de los infectados. En estos dos años de una pesadilla compartida por el mundo entero, los ciudadanos han incorporado al lenguaje cotidiano las palabras PCR, antígenos, vacunódromos, rastreadores, contactos, pasaporte Covid... Rara es la familia que no ha sido golpeada por el virus. Sea por muertes, contagios, ERTE, pérdidas económicas o, nada menos ni nada más, que saludos a los abuelos desde debajo de un balcón y abrazos en las residencias protegidos por un plástico.
En Málaga, todo comenzó el 26 de febrero de 2020. Hasta unas semanas antes, el virus de Wuhan era un problema de los chinos. Pero las imágenes de la gente prácticamente huyendo del norte de Italia ante un virus desconocido, disparó las alarmas:el Covid había llegado a Europa. Y no tardó en entrar también en Andalucía. Precisamente, por Málaga. Un paciente de 62 años ingresado con neumonía en el hospital sevillano Virgen del Rocío fue el primer caso. Los rastreadores concluyeron que había contraído el coronavirus en Marbella. Se infectó en una oficina de esta localidad tras el contacto que mantuvo con una pareja asiática.
Y así empezó el goteo de casos. El 28 de febrero de 2020 se confirmó que otras tres personas de Marbella, relacionadas con el paciente ingresado en Sevilla, tenían neumonía causada por el Covid 19. Unos días después, el 13 de marzo, se notificaba el primer fallecido oficial con coronavirus. Oficial, porque entonces no había tanta capacidad diagnóstica y los infectados que morían sin una PCR que confirmara el positivo, nunca han contado en las estadísticas.
Contrarreloj, los hospitales crearon camas UCI hasta en las cafeterías y se instaló el Hospital Auxiliar de Carranque. Afortunadamente, esta infraestructura nunca tuvo que abrirse –como ocurrió en Madrid, con Ifema, debido al colapso hospitalario–.
En 2020, la tensión estuvo sobre los hospitales, que si no colapsaron fue por el esfuerzo, el compromiso, la vocación y la responsabilidad de los profesionales. Y también por inversiones extraordinarias espoleadas por la pandemia para reforzar servicios. Obras postergadas durante años –como la ampliación de la UCIdel Clínico o las Urgencias del Regional– se acometieron con prisas para poder responder a la crisis sanitaria. Fue el único lado bueno del Covid. 2020 fue la época de los cierres perimetrales y de los establecimientos no esenciales; del miedo a un virus desconocido, de las muertes en las residencias y del impacto sobre todo entre las personas de avanzada edad. El pánico al Covid provocó que incluso pacientes con patologías graves –como cáncer o infartos– acudieran a los centros sanitarios de forma más tardía, con la consiguiente peor evolución de su enfermedad. No hubo más remedio que suspender operaciones programadas menos urgentes para hacer sitio a los pacientes Covid.
2020 fue el año en que todavía no había vacuna, porque ésta llegó el 27 de diciembre. Así que, en realidad, la inoculación cogió ritmo ya al año siguiente.
Entró 2021 y seguía la pandemia. Aunque la vacunación lo fue cambiando todo. Se crearon vacunódromos, algo nunca visto por las generaciones actuales. El más importante, el instalado en el Palacio de Ferias de la capital, que llegó a poner más de 2.000 dosis por día.
A medida que la población se inmunizaba, la presión asistencial se fue trasladando de los hospitales a los centros de salud. Porque el virus seguía infectando pero, gracias a la vacuna, lo hacía de forma menos grave. Y las tasas más altas de la infección fueron pasando de los mayores –por lo general ya vacunados– a edades más jóvenes en las que aún no había comenzado la inoculación.
Por eso aumentaron los contagios entre los veinteañeros, dado que entonces eran la población no vacunada. Entró la variante delta y hubo miedo. Luego llegó la ómicron y se acrecentó el miedo. De la mano de esta última hubo una explosión de infectados. Y la Atención Primaria sufrió una presión asistencial sin precedentes; tras el verano, prácticamente colapsó.
Los pacientes crónicos denunciaron –y denuncian todavía– que las patologías de siempre se estaban descuidando, tanto en los centros de salud como en los hospitales. El sistema, ya saturado antes de la pandemia, no daba abasto –y no da aún– para atender el Covid y lo no Covid. En todo este tiempo, las listas de espera se han agrandado y los usuarios insisten en la dificultad y la demora para acceder al médico de cabecera. Precisamente, para denunciar el “empeoramiento” de la sanidad pública hace una semana se realizó una manifestación convocada por UGT y CCOO a la que adhirieron numerosos colectivos.
La clave para contener la situación epidemiológica ha sido la vacunación. Los datos son los siguientes: en 2020 (sin vacuna todavía), en 10 meses de pandemia, hubo 38.855 contagios y 780 decesos con el virus. En los 12 meses de 2021 (ya con la progresiva inmunización), los infectados fueron 148.488 y los fallecidos ascendieron a 1.280. En términos absolutos, el Covid golpeó más. Pero con cuatro veces más positivos –148.488 frente a 38.855– las víctimas mortales se duplicaron –1.280 frente a 780–. Cada vida humana importa y es una tragedia familiar. No obstante, proporcionalmente, el virus tuvo menor impacto en 2021 que en 2020. Una realidad que los sanitarios explican por la vacunación.
“La última ola [la sexta] de no ser por la vacunación, habría sido horrible porque la cepa ómicron es súpercontagiosa”, sostiene la directora médica del Clínico y jefa de la UCI, María Antonia Estecha. Este hospital es el que más pacientes ha tenido ingresados con Covid de la provincia y uno de los que más ha sumado de Andalucía. En la tercera ola (enero a marzo de 2021), en total, acumuló casi 1.200 hospitalizados. En la sexta (finales de diciembre de 2021 y principios de 2022), sumó más de 800.
Estecha apunta que en estos dos años se ha pasado del miedo a la esperanza. “Pero el Covid se va a quedar, no se va a extinguir”, aclara. Luego añade que ya no será el impacto de la primera ola cuando no había nadie vacunado ni inmunizado. “El gran problema es el cansancio de los profesionales porque ya llevamos seis olas. En realidad, no hemos estado en ningún momento libres del virus y estamos agotados. Además, la gripe es estacional, pero esto no. Esto puede ser todo el año”, acota. No obstante, lanza un mensaje esperanzador al apuntar que disminuirá. “Habrá subidas y bajadas, pero ya no habrá ni el miedo ni la mortalidad de las primeras olas”, añade. Y recuerda:“En la primera ola, la gente sin vacunar, llegaba de su casa a la UCI”.
Estecha insiste en la importancia de la inoculación porque hace hincapié en que los no vacunados de estas últimas olas han tenido una peor evolución, igual que ocurría con la primera cuando no había vacuna. La vacunación, en cambio, ha permitido que un menor porcentaje de pacientes con inmunodeficiencias, inoculados, requirieran ventilación mecánica o, los que la precisaban, la necesitaran por menos tiempo. De estos dos años tan difíciles, la facultativa se queda con “el trabajo en equipo, que ha funcionado”. Lamenta el sufrimiento y los miedos de los pacientes y sus familiares. A la vez, describe la situación de aislamiento de los enfermos y que motivó iniciativas para que con el uso de las nuevas tecnologías pudieran comunicarse con sus seres queridos. También deja claro que si el hospital restringió al acompañamiento en la sexta ola, fue por los brotes originados por los familiares. “Las restricciones han sido para proteger a los pacientes y a los profesionales”, concluye.
José María Reguera es el jefe de Enfermedades Infecciosas del Regional. Estuvo en primera línea de lucha contra el Covid desde el minuto uno. Recuerda el primer caso que llegó al hospital en la última semana de febrero de 2020. “Cuando se decretó el estado de alarma, en la primera ola, pasamos de tener cuatro o cinco pacientes ingresados a 150”, relata. Era el tiempo del miedo y la incertidumbre ante un virus desconocido. “Somos profesionales, pero también somos personas. Teníamos cierto respeto y nuestros temores. La mortalidad era elevada, algo que es mal soportado”, comenta sobre aquella primera ola.
Cuando se le pregunta cuál es el cambio fundamental de entonces a ahora, contesta con rotundidad. “Las vacunas, que son efectivas y seguras. En la sexta ola, la mayor mortalidad ha sido entre los no vacunados”, asegura Reguera. Destaca que “de estar encerrados en la primera ola [por el confinamiento], hemos pasado a llevar una vida más o menos normal. Si hemos pasado de estar confinados a convivir con el virus ha sido gracias a las vacunas”.
Vaticina que con el tiempo este virus será como el de la gripe, resalta la “solidez” del sistema sanitario para responder a la pandemia y pone en valor el trabajo en equipo de “todo el hospital”. A modo de conclusión afirma:“Atodo el que no esté vacunado le digo que lo haga porque las vacunas son seguras y reducen las hospitalizaciones y la mortalidad”.
Otro cambio entre el primer y el segundo año de la pandemia ha sido en el plano económico. Frente a los cierres de los establecimientos no esenciales –entre ellos la hostelería y el ocio nocturno–, con la progresiva inmunización de la población se pasó a su reapertura. Para aumentar la seguridad e impulsar la vacunación, la Junta de Andalucía estableció el pasaporte Covid el 20 de diciembre de 2021. Había que tener este documento que certifica la pauta completa hasta para entrar a un establecimiento a tomar un café. Desde el 16 de febrero pasado ya no es necesario.
Si 2020 acababa con las primeros pinchazos para los mayores en las residencias el 27 de diciembre, el 15 de ese mes pero ya en 2021–prácticamente un año más tarde– se ponía en marcha la inmunización para los niños de 5 a 11 años.
La mitad de estos menores aún están sin vacunar. Los temores de los padres a los efectos secundarios los convierte en la actualidad en el tramo de edad con el menor porcentaje de inoculación.
Han pasado dos años de pandemia. Tras todo este tiempo de lucha contra el Covid, los profesionales de los centros sanitarios de la provincia reconocen que están exhaustos. También la población. Casi 2.300 familias malagueñas han perdido a un ser querido con el virus, más de 255.000 personas han contraído el virus y otras miles han sufrido pérdidas económicas debido a esta crisis sanitaria. Han pasado sólo dos años, pero parecen un siglo...
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