Un enigma al descubierto
Descubren que la aristocracia romana se construyó torres residenciales al desatarse la crisis del imperio romano al no poder mantener las villas · Una de estas torres, enclavada en la falda del tajo de Ronda, todavía está habitada
Luis Guerrero, de 76 años, arrebata al vuelo un trapo y se cubre: "¿Ves? ¡Como un rey moro!", dice con guasa en la penúltima habitación de su torre, bajo la bóveda baída construida hace por lo menos 15 siglos en el valle de los Molinos de Ronda.
Su familia vive desde hace 200 años en esta edificación. "Hubo un tiempo en que éramos hasta 12 personas aquí: Los seis hermanos, mis padres, un par de trabajadores y una mujer que le ayudaba a mi madre". En 1945 la familia compró por 75.000 pesetas la casa-torre que hasta entonces tenían arrendada a terratenientes locales. Luis cuenta que hace unos meses, "poco antes de que comenzaran las vacas flacas", le llegaron a ofrecer 420.000 euros. Admite que la cifra le tentó, pero Josefa, su mujer, se opuso a vender.
El profesor de Historia Medieval de la Universidad de Málaga Manuel Acién Almansa incluye la torre de Los Molinos entre el centenar de edificaciones de estas características en las que se instaló la aristocracia romana al desmembrarse el imperio romano. El investigador ha puesto al descubierto uno de los agujeros negros más intrigantes que todavía perduraban de aquel periodo. "Durante el imperio las clases pudientes vivían en villas en el campo, que tenían una parte palaciega y otra de producción. Sin embargo, hacia el siglo V las villas son abandonadas y no sabíamos qué había pasado con la aristocracia, dónde había vivido entre los siglos V y VIII".
Acién ha comprobado que las clases pudientes abandonaron las villas, grandes y suntuosas, y se construyeron torres, mucho más pequeñas y fáciles de mantener. Esto explica otro enigma: por qué hay decenas de torres romanas en valles, hondonadas y fincas que desafiaban cualquier lógica defensiva. "Es que simplemente se construían allí donde tenían los terrenos agrícolas, sin otra finalidad que la de vivir en ella".
"Al entrar el imperio en crisis se produce un cambio muy profundo. Se pone fin al sistema de esclavitud que sustentaba la vida en las villas y la aristocracia se militariza. Dejan de ser clases cultivadas y empiezan a convertirse en lo que luego serían los señores feudales", explica el profesor.
"En aquella época el estado casi desaparece. Ya no había conquistas estatales de esclavos y había que alimentarlos incluso si no producían. Mantener las villas era difícil. Eran grandes, en parte se dedicaban a la producción y en ese momento tampoco había mercado. La producción era de auto consumo".
Todas estas torres comparten el mismo tipo de arquitectura: el acceso principal se encuentra en la planta baja. Después en la Baja Edad Media se localizaría en la primera planta.
Una escalera interior de piedra sube hasta la planta superior, rematada por una torre baída (formada por un hemisferio cortado por cuatro planos verticales, cada dos de ellos paralelos entre sí) y sobre ella una terraza diáfana.
También se caracterizan por tener la puerta dintelada, con un arco de descarga y es frecuente que se reutilizaran sillares y elementos procedentes de las villas abandonadas.
El profesor Acién Almansa encontró el cabo que le llevó hasta las torres residenciales romanas estudiando las revueltas muladíes contra el emirato de Córdoba. "En la documentación histórica aparecen muchas referencias a estas edificaciones, unas veces en latín (turrush) y otras en árabe (burj), términos que dieron lugar a topónimos como Torrox y El Borge". Las fuentes, además, hacían alusión a que todavía en el momento de la conquista árabe se utilizaban estas construcciones e, incluso, en los archivos existentes sobre el repartimiento de Sevilla a la llegada de los cristianos aparecen alusiones a la torre del historiador y filósofo de la Edad Media Banu Jaldún, aunque en el siglo XIII "los señores ya viven en Sevilla".
A partir de estas mimbres documentales, el investigador de la UMA trató de ubicar las edificaciones. Hasta la fecha tiene localizadas 80 en las provincias de Málaga Cádiz, Córdoba y Sevilla, aunque tiene constancia de que esta fórmula residencial se utilizó en todo el Mediterráneo.
El estado de conservación de estas construcciones es diverso: "Muchas están abandonadas. De otras apenas si queda algún rastro, pero también quedan bastantes en muy buen estado de conservación", apunta Acién Almansa. La mayoría son propiedad de particulares y algunas de ellas han acabado como guindas arquitectónicas en chalés de nueva factura.
La torre de Los Molinos de Luis Guerrero y su familia es una de las que ofrecen un mejor grado de conservación y posiblemente una de las pocas que desde su construcción ha estado siempre habitada. A lo largo del siglo XX se incorporaron anexos para añadir a la vivienda una cocina, un salón, un segundo y el cuarto de baño, pero la estructura original es aún evidente.
Luis y Josefa están especialmente orgullosos de su torre, un apego que comparte su nieto Rubén, un adolescente de Estepona que prefiere abandonar la Costa "de la corrupción", matiza, "para venir cada vez que puedo y eso a pesar de que mis abuelos ni siquiera me dejan salir de noche en el pueblo y que tengo que coger varios autobuses y después llegar hasta la casa andando".
El valle de Los Molinos está al pie del tajo de Ronda, apenas a unos kilómetros del casco urbano. Protegidas del viento del Norte por el tajo, estas huertas son generosas produciendo verduras en invierno y hortalizas en verano. "Una vida tranquila, pero dura". Tanto que los hijos de estos campesinos se esforzaron en huir y acabaron casi sin excepción convertidos en una brillante generación de primeros universitarios de sus familias. Por eso, este matrimonio de septuagenarios empujado por los achaques de los años hizo cálculos y pensó vender la propiedad. "Pero al final no, qué va. Aquí tenemos las mismas comodidades que en Ronda, pero muchísima más tranquilidad, aunque dé trabajo", apunta Josefa Bravo.
El matrimonio todavía cultiva la huerta y cría cerdos, pollos y gallinas, "pero ya sólo para el gasto. Y si un día tenemos que ir al pueblo nos vamos con un vecino y volvemos en taxi. No hay comparación", cuentan.
La comarca de Ronda es una de las de Málaga en las que el profesor Acién Almansa ha localizado más torres romanas de uso residencial. Ninguna es ocupada como primera vivienda, aunque otro par de ellas han sido recuperadas y conviven junto chalés de fines de semana.
El investigador indica que estas construcciones aunque gozan de una protección genérica carecen de normas de conservación específicas que les garantice su pervivencia. "Se encuentran en tantos sitios, en tantas comunidades autónomas y sujetas a legislaciones tan variadas que lo primero que se debería hacer es darlas a conocer y mostrar el valor que tienen. Eso, por lo menos, sería un buen comienzo".
No hay comentarios