Eugenio Pire, el lobo de mar de Puerto Banús

Salió a dar la vuelta al mundo en un velero sin saber navegar, convivió con un juez sentenciado a muerte por la mafia italiana, remontó a vela el Amazonas y fue patrón de yate de Mario Conde

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Eugenio Pire, en una imagen.
Eugenio Pire, en una imagen. / Archivo personal

Eugenio Pire hace casi cincuenta años tuvo la peregrina idea de dar la vuelta al mundo en solitario, sin haber navegado nunca en un barco de vela.

-Susana Estrada, símbolo erótico del destape, de la que soy amigo, me propuso que le contase mi proyecto a Antonio Asensio, que quizás le interesase. Me consiguió una cita con él y me advirtió de que fuera concreto. Así lo hice, le dije que iba a dar la vuelta al mundo en solitario en un barco muy pequeño, que necesitaba un poco de dinero y le dejé una foto del barco.

Con Susana Estrada.
Con Susana Estrada. / Archivo personal

Tenía dos bares de copas en Oviedo, una novia guapísima para casarme, simultaneaba la universidad con la escuela náutica de Gijón y de vez en cuando me embarcaba en un mercante. Tras la muerte de Francisco Franco (1975) se respiraban aires de libertad, que en mi caso se acercaban más al libertinaje. Me dejó mi novia, abandoné los estudios de Económicas, vendí los bares y me compré un velero en Barcelona. El barco de 6,40 metros de eslora, con un calado de 1,35 metros y 600 kilos de lastre en la quilla lo hacían insumergible. La embarcación venía sin velas ni motor y yo solo tenía la idea de marcharme. Al dejar la facultad se habían acabado las prórrogas y me llegaban las citaciones para la mili.

A la semana de la reunión con Asensio me llamaron para la firma del contrato, me dieron medio millón de pesetas. Fue el primer barco patrocinado, el velero llevaría el nombre de la revista Interviú (la primera publicación de la Transición con fotografías de mujeres desnudas en su portada). Basaban su éxito en el sensacionalismo, al enterarse de que no tenía ni idea de navegar a vela me patrocinaban no porque les interesara mi aventura, sino por mi naufragio: "Queremos tener la exclusiva cuando te vayas a pique", me dijeron.

El comodoro del club Marítimo de Barcelona me pidió que Susana Estrada, que era la madrina del barco, no apareciera desnuda con la botella de champán a la hora de la botadura. El comandante de la Marina de Barcelona al enterarse de que no tenía título de navegación, que el barco estaba sin papeles y que al mes siguiente debía incorporarme a la mili puso a una patrullera a vigilar para impedir la salida del velero. El once de diciembre de 1979 abandoné el puerto por la noche, con el barco de un amigo tapando el mío, para evitar la vigilancia. Como a la revista le daba lo mismo que hiciera el viaje en solitario o acompañado, cuando Nica ¬ mi novia desde el verano anterior¬ vino a despedirme la invité a acompañarme a la aventura y aceptó sin pensárselo.

A partir del segundo día de navegación con rumbo a Menorca, tuvimos once días de tormentas capeando el temporal. Había sido un error zarpar en diciembre.

El barco permaneció a la deriva, para finalmente, en vísperas de Nochebuena, encallar en la playa de Calasetta, en Cerdeña (Italia). Durante cinco meses la pareja permaneció en el pueblo que la acogió hasta que reparasen los daños del velero. El mal tiempo retrasó su salida.

Velero encallado en Calasetta.
Velero encallado en Calasetta. / Archivo personal

-Cuando pudimos abandonar Calasetta fuimos a Porto Cervo a buscar trabajo, me encontré con un sitio aburridísimo, con barcos impecables donde no había nada que reparar. Entonces nos dirigimos al Norte de Italia, a Puerto Ercole, donde nos ofrecieron trabajar en el mantenimiento y navegación del motovelero de un abogado de Roma. En el verano hicimos un crucero por Grecia y en septiembre otro, de pesca submarina, por el Peloponeso en el que viajaba Sidney Rome como invitada. En octubre, de vuelta a Puerto Ercole, pasamos el segundo invierno en Italia. En este tiempo recuperé la navegación, aprendí italiano y participé en regatas.

Unos meses después le propusieron reparar un Swan 371 en el puerto siciliano de Trapani. Dos buques de guerra escoltaban el velero del juez Giácomo Montalto, que se encontraba atracado en el muelle militar. La mafia había intentado destruir la embarcación con una bomba, que afectó a la escotilla de entrada y la escalera de acceso al salón.

-Una vez reparado, comencé a hacer algunas salidas con el juez por la bahía de Trapani para poner el barco a punto. Él estaba amenazado por la mafia, razón por la que siempre íbamos escoltados por un helicóptero que nos sobrevolaba. Con escoltas para ir a comer o cuando iba en la Vespa.

En un Swan en Grecia.
En un Swan en Grecia. / Archivo personal

El juez me propuso ir de patrón en un crucero por Grecia y Turquía. Iban a ser sus primeras vacaciones en tres años. Sin escolta, el juez se dedicaba a tocar el piano eléctrico en las escalas.

Al volver al Sur de Italia, por un tema de seguridad, un helicóptero recogió al juez. Cuando iba a Trapani a recoger mi velero los Carabineros me informaron de que había sido incendiado. La cubierta había desaparecido, el casco tenía un agujero de cuatro metros cuadrados y el palo de metal se había fundido. El juez me consiguió un lugar donde reparar el barco, vivíamos en su barco en el muelle militar. A final de año terminamos de reparar el barco y a modo de fiesta de despedida, con todos los accesos al muelle cerrados, compartimos un cuscús con el juez. Como regalo me trajo un permiso de residencia indefinido, que me permitía trabajar en Italia. Fue la última vez que vi a Giácomo. Al año siguiente la mafia acabó con su vida en un atentado en su coche, con los años se supo que el asesinato lo había ordenado Totò Riina, el jefe de la Cossa Nostra siciliana.

Velero reparado despues del incendio.
Velero reparado despues del incendio. / Archivo personal

Hace 35 años que Eugenio Pire recaló en Puerto Banús

-Recuerdo a Jaime de Mora con su mujer en la Harley Davison. Jaime venía y se llevaba a la perrita fox terrier, que yo tenía, a comer al restaurante Cipriano. En este tiempo he tenido que mover algún yate de 42 metros de eslora para que entrara otro al muelle de honor. O bregar con tripulaciones con ocho o diez personas, donde siempre hay follones, y si trabajas con cuatro amigos donde debe haber doce, hay muchas tensiones por las maniobras, la cocina o la limpieza.

En 1993 preparó el motor de su barco de 15 metros para realizar la expedición Amazonas 94, en la que se proponía remontar en el motovelero de poca quilla los más de seis mil kilómetros del Amazonas para llevar medicamentos a un caserío que alberga a leprosos y es atendido por Hermanas Hospitalarias en San Pablo de Loreto (Perú).

Expedición Latina 2000.
Expedición Latina 2000. / Archivo personal

-Unos días antes había hablado demasiado. Estuve contando en una emisora de radio acerca de nuestra misión humanitaria, de la carga de medicamentos que llevábamos y del sofisticado equipamiento náutico con que estaba dotado el barco. El partir del Amazonas al amanecer nos libró de ser víctimas de los guerrilleros colombianos de las FARC, cuando llegaron ya habíamos zarpado. De esto nos informó el departamento militar peruano de Leticia, en la triple frontera de Brasil, Colombia y Perú. Las FARC hacían incursiones en lanchas rápidas a la costa peruana para realizar saqueos. Fuimos escoltados por militares con metralletas, que nos sugirieron navegar de noche para evitar a los guerrilleros, que solo lo hacían durante el día.

Un 23 de diciembre, después de navegar por el Amazonas, nos convertimos en el primer velero en llegar a Iquitos (Perú). En ese viaje he reunido a dos tribus que no se hablaban, los Yaguas y los Boras. En el barco tenía varias cajas de coñac que me había dado Osborne. Fueron tres días de fiestas, de bailes, de colocón y ayahuasca. Después de esas noches las dos tribus acabaron amigas. De regreso, tuvimos un caluroso recibimiento en Puerto Banús.

En el verano de 1995 me ofrecieron trabajar como capitán de yate. No sabía con quién iba a navegar, se trataba de Mario Conde. Fue después de la primera vez que estuvo en prisión y había alquilado un barco en Puerto Banús. (En las navidades de 1994 el exbanquero permaneció un mes de prisión preventiva por el Caso Banesto, y después, de 2002 a 2006, volvería a la cárcel para cumplir una condena de cuatro años por estafa y apropiación indebida).

Fuimos a Mallorca todo el verano. El primer día Mario Conde me pidió mi teléfono para hacer las llamadas ya que el suyo lo tenía pinchado. Todas las mañanas llamaba al director de Antena 3 Televisión, a Luis María Anson de ABC y a Pedro Jota de El Mundo, para darles el tema que tenía que salir al día siguiente sobre el GAL, que acabó con el Gobierno de Felipe González. (El exbanquero se había hecho con los documentos sobre la guerra sucia con ETA que Juan Alberto Perote, el coronel del Cesid se había llevado al dejar el servicio de espías). Durante todo el verano venía su abogado, Jesús Santaella.

El puerto de Mallorca estaba rodeado de paparazzis, en el muelle estaba La Belle Poule, el barco de ETA que intentó matar al rey Juan Carlos, a continuación otro de un íntimo amigo de Felipe González y un velero del rey Harald V de Noruega. Para despistar a los fotógrafos nos íbamos al Puerto Cocodrilo en la bahía de Pollensa. Hasta que un día Mario Conde se puso al timón del barco, un yate clásico de dos pisos, y su foto salió en la revista Lecturas.

-¿Y ahora qué?, le dijo a Julián San Cristóbal, el director general para la Seguridad del Estado, cuando coincidieron en la cárcel de Alcalá Meco (acusado de malversación de fondos públicos y una causa relacionada con el GAL), contaba Mario Conde. Cuando volvió al trullo, yo le escribía a la cárcel y él me contestaba. En las fiestas tenía a Chiquito de la Calzada y tocaba la guitarra de puta madre. Yo lo veía muy inteligente, un buen tío, me pagó el doble.

En octubre de 1999 Eugenio Pires partió de Puerto Banús con la expedición Latina 2000 rumbo al Amazonas. Un viaje, que se prolongó hasta mediados de 2000, para ayudar a la reconstrucción de escuelas arrasadas por el huracán George y la construcción de un hospital. Un año después realizó, su tercera incursión al Amazonas.

Expedición Latina 2000.
Expedición Latina 2000. / Archivo personal

-Coincidí con la muerte del navegante Peter Blake a manos de un grupo de piratas para robarle en el delta del Río Amazonas, durante una expedición que hacía de un programa de Medio Ambiente para las Naciones Unidas. El regatista neozelandés, que ganó la Vuelta al mundo a vela y dos veces la Copa América como director de equipo, fue asesinado cuando su barco se encontraba anclado. Estaba en el pequeño despacho del barco cuando subió a la cubierta con un rifle que se disparó al resbalar y uno de los atacantes con una pistola le alcanzó en la yugular. Los piratas le quitaron el Rolex que llevaba y huyeron en una Zodiac. En el funeral, al que asistí, estaban el ministro de Nueva Zelanda, y varios embajadores. Nuestro barco estaba fondeado al lado del suyo en Belem (Brasil).

Ha compartido navegación con Alejandro Vallejo Najera y Ricky Trujillo, el nieto del dictador dominicano.

-Ricky me ha contado toda la historia de su abuelo antes de que la escribiera Mario Vargas Llosa. Brindó con champán cuando salió en la revista la boda de Jaime Ostos con María de los Ángeles Grajal. Su madre, Lita, que hasta entonces era novia del torero, no lo sabía.

En Marruecos he trabajado de capitán para un saudí que tenía dos barcos grandes y una flota de pequeñas embarcaciones, navegaba poco y me sentía muy limitado. Los últimos nueve veranos los pasé en Estepona, trabajando de diez a diez, seis viajes de dos horas al día para avistar delfines.

En noviembre espero ir a Canarias y quiero volver al Amazonas. Lo haré con una amiga, Gloria Pidal, la youtuber que vive en una furgoneta en Baja California. Allí pesca, cocina y graba sus recetas.

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