De La Línea a Nueva York, ‘El Pinto’ sigue en la fiesta
El bailaor de Marbella, hermano de Pansequito y amigo de Camarón, inauguró el auditorio de la Expo 92 con Rocío Jurado, actuó con Lola Flores, recorrió Europa, Japón y EE.UU
Antonio Calvo, de gerente de una cadena de hamburgueserías a rescatador de animales en Marbella
El Pinto demostró su talento como cantante y bailarín en "Los Cabales”, rezaba la crónica de The New York Times del dos de febrero de 1990. Ahí se informaba del espectáculo coreografiado en colaboración con José Greco, que la compañía del bailarín presentaba durante tres semanas en la Gran Manzana.
–En esa ocasión yo actuaba como solista, al margen del ballet, donde bailaba y cantaba, recuerda Manuel Cortés, El Pinto, hijo de José Cortés Romero, Panseco, de Larache, y de Juana Jiménez Montoya, tía de La Chispa, la viuda de Camarón.
Eramos trece hermanos en La Línea de la Concepción (Cádiz). Mi padre se dedicaba a la venta de género, era ditero, vendía ropa de señoras a plazos, le pagaban cada semana. Iba con un compañero y una canasta de mimbre, donde llevaban el género. Era viajante, así sacó adelante a la familia.
Mi madre me decía que yo ya zapateaba en su barriga. Mi hermano Pansequito, era un cantaor diferente que no se puede comparar con nadie, tenía su propio estilo. Solo los dos nos dedicamos al flamenco. Mi madre cantaba muy bien, era prima hermana del cantaor El Chocolate. La abuela de Juan de Dios Ramírez Heredia ¬primer diputado gitano del Parlamento español¬ era hermana de mi abuela. Y, por supuesto, yo gitano, entre artistas.
–Hay bailaores, cantaores y artistas. Tú eres un artista, me decía Lola Flores, que moría conmigo.
A los cuatro años la familia de El Pinto se trasladó a Sevilla, y cuatro años después al Puerto de Santa María (Cádiz),
–Con Camarón estuve desde niño, él vivía en San Fernando y yo en el Puerto Santa María. Y también estaba Rancapino, que era el mayor de lo tres. Íbamos y nos metíamos, por hambre, en los tentaderos para comer arroz en las capeas. A Camarón le gustaban los toros, si no hubiese sido cantaor habría sido torero.
Curro Romero había cortado dos orejas en la feria de abril de Sevilla y luego hizo una fiesta en su chalé, estaba el Gitanillo de Triana (Rafael Vega de los Reyes, hermano menor del malogrado torero Francisco, el verdadero Gitanillo de Triana, del que adoptó su apodo). Rancapino cogió el dinero que nos dieron por bailar y a la hora de repartirlo él se quedó con más que nosotros, entonces le reñíamos. Camarón, ya de niño, iba a la venta de Vargas de San Fernando, al igual que Rancapino, yo iba menos.
A los 17 años actué en el teatro Villamarta de Jérez, bailé por bulerías, y luego en el Puerto Santa María. A Marbella llegué en 1965, dos años después estuve con Camarón en el cuadro flamenco de Miguel de los Reyes. Con él y Enrique Montoya actuamos en Cádiz y por toda España.
Hice una gira por distintos países de Europa, que organizaba Información y Turismo (el ministerio del Régimen de Franco, destinado al control de la información y la promoción del turismo como herramienta económica). Participaba con stands de los hoteles Marbella Club, Pez Espada, Los Monteros y Andalucía Plaza. He dormido en todos los hoteles de la cadena Hilton. En Londres coincidí con Raphael, que se alojaba en el mismo hotel. Yo no le daba valor a las cosas que me ocurrían, lo veía normal, a la gente con la que estaba no le echaba cuenta.
El Pinto ha sido el primer bailaor en participar en espectáculos con Camarón, con Aurora Vargas y Rancapino. Desde los años sesenta actuó en el tablao de Ana María en Marbella. Y luego en La Pagoda Gitana con El Güito, Mario Maya, Carmen Mora, Juanito Villar o Diego Montoya.
–En el hotel Marbella Club bailé para los duques de Windsor, el príncipe Hohenlohe me quería muchísimo y el conde Rudi un hombre estupendo.
Su hermano, Pansequito, que actuaba en el Florida Park, en las Cuevas de Nemesio, en el Torres Bermejas, tiró de El Pinto.
–En Madrid trabajé con La Chunga en el tablao Torres Bermejas, con muchos grandes, como Camarón durante un mes. Estuve en los cabarés el Cisne Negro, el Molino Rojo y el Lido. Del Lido salieron Norma Duval o Fernando Esteso. Fue una época dorada, en Madrid, había 40 o 50 tablaos con cantaores como El Lebrijano o Chiquetete. También actué en el Madrid Florida Park, en el Retiro, donde José María Iñigo hacía su programa de televisión.
Lo de mi nombre El Pinto salió que cuando fui a examinarme en el teatro Lope de Vega de Sevilla para conseguir el carné de artista. En el jurado estaba el gran cantaor Pepe Pinto, que estaba casado con Pastora Pavón, La niña de los Peines. Él era muy amigo de mi padre, le regaló el número trece en oro por la cantidad de hijos que tenía. Mirándome a mí, Pinto le dijo a mi padre; este es muy gordito, se parece a mí cuando era chico y me puso El Pinto. Para mi llevar su nombre es un honor.
Japón me sorprendió, era como otro planeta. En Osaka te encontrabas con cinco o seis tablaos flamencos. A los japoneses les gusta de Andalucía hasta el potaje gitano. Allí me sentía como en casa. Eso sigue, en las academias de flamenco los japoneses vienen a vivir el ambiente gitano. En 1976 actué en México con el cuadro de María Albaicín, con Felipe y Juan Maya. Ahí estuve con Cantinflas y Anthony Quinn.
–José Greco me iba a ver al tablao de Ana María, él me quería llevar a América y ella le decia: Mi Pinto no se va. Yo aquí ganaba mucho dinero. Años después, estando en Madrid, Greco me fue a ver al Lido. El elegía a los artistas y los presentaba en América, con él conocí a Paco de Lucía. En 1985 viajé a Nueva York con Greco, llevaba un espectáculo sobre García Lorca Romance de la luna. Me fui seis meses con él y me quedé un año viajando por toda América.
En un pabellón de baloncesto de Nueva York a las nueve de la mañana dábamos a la gente charlas sobre flamenco. A las torres gemelas no quería subir en ascensor, llegué hasta la planta 50 y lo tuve que coger para llegar arriba, veía pasar a los aviones que podías tocarlos con las manos. Cuando ocurrió el atentado estaba en la casa de mi hermano en Puerto Banús. No los creía, me decía que era una película. En la calle de la Montera de Madrid había una casa que alquilaba trajes de luces. Estando en Tampa (EEUU) con Eduardo Montemayor y Fausto Ríos, los tres nos vestimos de toreros. A mi me tocó el traje que había sido de Paquirri cuando era novillero. Lola Flores vino a verme al tablao y me regaló unas castañuela de oro que me puse en la solapa.
La peña Nuestra Andalucía de Londres lo presentaba como El duende del baile brujo.
–A finales de los 80 actué en Londres en varias ocasiones para celebrar el Día de Andalucía. La gente se emocionaba mucho.
Salía a actuar fuera y volvía a Marbella. En Alemania he estado en un tablao que era del suegro de Solera de Jérez. Me llevó a bailar tres meses y me quedé un año. Había muchos españoles y todavía estaba el muro de Berlín. En 1989, estuve bailando hasta dos días antes de que lo derribaran. Si nos hubiera pillado allá, me imaginaba a las gitanas con trajes de lunares ante las ruinas del muro.
En la Exposición Universal de Sevilla de 1992 inauguré junto a Rocío Jurado el auditorio de la Expo, con Pansequito hijo, Juan el Musillero y Paco El Manga. Yo llevaba colgada una cadena.
–Tienes arte hasta para atar el nudo de un cordón de oro como una corbata, me dijo. Como Rocío Jurado ningún espectáculo, era una fenómena.
Con Lola Flores actué en el Pabellón de Jerez de la Expo, que fue televisado por una cadena de televisión de México. En 1997 volví a Estados Unidos para actuar en New York con mi hermano Pansequito, Aurora Vargas y El Niño de Pura. En el tablao flamenco había una pantalla de televisión y me veo en la pantalla con Lola Flores bailando por solea en el pabellón de la Expo. Estuve luego un mes de turné por Trinidad Tobago.
–No quería ir a la escuela, me escapaba, aprendí a leer en la mili en Melilla, hace unos años volví y quise ver el cuartel y yo lo habían echado abajo. En Madrid pasé por la academia de flamenco Amor de Dios, que tenía estudios de baile. Lo mío siempre ha sido una cuestión de inspiración y corazón. Veía a El Güito y a otros bailaoares y yo lo hacia a mi forma. En el baile hago lo que me sale. No podría hacer coreografías ni dirigir en el baile con tiempo y compás. Los guitarristas me dicen que es difícil pero que al final me ajusto al compás.
El flamenco es lo más rico porque está inmerso en un sentimiento. Como con la música de los negros expresa un sufrimiento que los blancos no tienen, técnicamente pueden ser muy buenos, pero le falta ese pellizco que tenemos los gitanos.
Ahora hacen seguiriya con tres violines y dos cajones, antes era un cantaor, un guitarrista y un bailaor. Yo respeto lo moderno. A Camarón se le criticó de que no fuera flamenco puro. La Leyenda del Tiempo espantó a los puristas y luego fue un clásico. José de la merced, ha tenido que vivir de lo moderno.
No voy a decir que alguna vez no he tomado una raya, otra cosa es meterte dos gramos todos los días. Vi caer gente en la droga, cuando veía el ambiente por la noche, me iba al hotel. Siempre he tenido mucha disciplina. Hace dos años me encontré con Joaquín Cortes y le dijo a su mujer, nadie ha tenido la cabeza como él.
En los años ochenta en una Gala Benéfica contra el cáncer en Marbella, compartió escenario con su hermano Pansequito, Solera de Jerez, La Cañeta y José Salazar. Entre el público se encontraba la duquesa de Kent o Antonio el bailarín.
–Esa noche fui a darle un abrazo a la duquesa de Kent y ella se tiró para atrás. Yo no sabía quien era. Después terminamos hablando al borde de la piscina, era simpatíquisima. Antonio el bailarín cuando venía a su casa El Martinete en Marbella siempre buscaba al lugar donde yo actuaba. He estado con la princesa Soraya, con Antonio Banderas y Melanie Griffith pero no me hacía fotos. Venían a verme bailar desde la hija de la duquesa de Alba hasta Marujita Díaz. Lolita, y Guilllermo Furiase pasaron por el tablao de Ana María después de su boda en los juzgados. Jesús Gil presumió de haber derribado el tablao de El Pinto, cuando éste fue a comprar tabaco.
–En los 80 monté El rincón de El Pinto, había muchos árabes en el casino. El tablao estaba al lado de la casa de Gil, me llevaba bien con él, quería quitar el tablao, en la zona de la circunvalación donde había prostitución. Yo estaba en Quito (Ecuador) y mi mujer me dijo que el alcalde iba a tirar el tablao. Lo hizo y me dio algo de dinero.
Tengo dos hijos y seis nietos, llevo 52 años con mi mujer. Siempre he sido muy humilde, no te has dado a valer, me dicen. He querido hacer feliz a la gente. Lola siempre me decía: cuando salgas ante el público abre las manos, lo que hagas, véndelo. Es la forma de conectar con el publico. Ahora bailo y canto bulerías en la Puerta del príncipe, en Marbella. Sigo haciendo galas, bodas y fiestas particulares. No cuelgo fotos ni estoy en las redes. Yo estoy en la fiesta.
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