La familia de un malagueño preso en Bolivia espera el indulto
Kiko Ramírez, que ha sido juzgado 30 meses después de ser detenido, ha contraído tuberculosis
La familia de Francisco Ramírez espera del indulto que sus abogados tienen previsto solicitar estos días la llave para la libertad, el fin de un calvario que comenzó en 2011, desde cuando este malagueño de 30 años permanece en la cárcel boliviana de Palmasola.
La presión social y la ayuda de una plataforma de derechos humanos que opera en el país andino contribuyeron a que el pasado 2 de junio Kiko, como le conocen sus familiares y amigos, fuera, al menos, juzgado. Tres semanas después recibía la sentencia que le condenaba a ocho años de prisión por tráfico de estupefacientes. "Está muy arrepentido. Intentó refugiarse en temas de droga para tratar de salir adelante. Llevaba mucho tiempo desempleado y tiene una niña pequeña", recalca su hermana Jara, cabeza visible de la lucha para conseguir traer a Kiko de vuelta.
Aunque la familia asegura no haber tenido constancia hasta hace unas semanas de la vista oral, la cual ha tardado "dos años y medio" en celebrarse, aplaude que ahora empiece a cobrar forma la idea de que el Gobierno le exima de cumplir la pena de más de cinco años que el hombre aún tiene pendiente. Los abogados, según detalla Jara, han reunido ya toda la documentación necesaria para el proceso judicial que demuestra que Kiko no tenía antecedentes penales y que el delito cometido es, según precisa, menor. Los papeles deben pasar a régimen penitenciario, desde donde se encargan de elaborar un memorial con argumentos que justifiquen la petición. El paso final, y que aún queda pendiente, es que el informe llegue a los juzgados de Santa Cruz.
Pero eso sí, cuando lo consiga, Kiko traerá en su maleta el diagnóstico que venía sospechando: el de la tuberculosis. "Desde que entró en la cárcel no ha recibido asistencia sanitaria. Él me decía que estaba bastante mal, que le habían salido manchas por todo el cuerpo e intuía que era algo malo. Cuando empecé a gestionar el asunto, nos enteramos de que tenía una tuberculosis bastante avanzada desde hace un año", manifestó Jara. Su estado se vio agravado por la adicción a las drogas que, según su hermana, allí había desarrollado y a un "mala alimentación". "Cuando lo pesaron no llegaba a los 50 kilos. No parecía él", subraya.
Como el de Kiko, hay, en palabras de Jara, otros 12 expedientes de presos españoles en trámite con posibilidad de volver a España desde Bolivia por tener sentencia firme y cumplir los requisitos. Su hermana agradece la labor del nuevo cónsul general de España en Santa Cruz, Joan Borrell, que se preocupa, asegura, de que su hermano reciba tratamiento. "Nunca antes nos habían respondido con claridad. Kiko es alérgico a algunos antibióticos y estuvo en observación para ver cómo reaccionaba. Al principio tuvo una alergia en la piel, pero ya está mucho mejor. Ahora toma siete pastillas al día muy fuertes", explica.
El malagueño, ahora, sueña con el día en que sea indultado. "Me cuenta que por la noche no duerme pensando en cómo será el día en que vuelva a ver a su hija y en lo arrepentido que está. Ella, que no tenía ni tres años cuando detuvieron a su padre, estaba loca con él. Le decimos que está trabajando lejos y que ya queda menos para que vuelva. Espero que Kiko pase las Navidades con nosotros", relata.
Mientras tanto, Jara trata de hacerle llegar a través de voluntarios productos de primera necesidad y, a principios de cada mes, deja pagado los almuerzos. Asimismo, sigue moviendo el caso tanto en las redes sociales como en la plataforma Change.org, que ya recoge "20.000 firmas". "Me he derrumbado en alguna ocasión, pero la gente se vuelca con nosotros", expresó.
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