Málaga

La gloria de la Novia coronada

Virgen del Rocío Coronada. La imagen victoriana creó un nuevo capítulo en la historia cofrade de la ciudad cuando, cerca del mediodía, recibía en sus sienes el halo que le otorgaba el privilegio eclesiástico del título y el reconocimiento de un pueblo volcado con la Novia de Málaga. El 12 de septiembre brilla ya con letras de oro sobre fondo blanco.

La Catedral, casa de la iglesia malacitana, fue el escenario de un pontifical de coronación canónica que destacó por su belleza y elegancia, con especial atención al plano musical, armonizado por el organista del primer templo e interpretado por más de cien personas repartidas entre cuatro coros y la Orquesta Sinfónica Provincial.

El ceremonial exigía el protocolo debido a la Virgen, y junto al hermano mayor de la corporación de San Lázaro, Juan Lupiáñez, se sentaron en el presbiterio el alcalde de Málaga y el máximo dirigente de la Hermandad Matriz de Almonte, representantes de los padrinos de coronación.

La eucaristía se desarrolló arropada por un público que llenó la Catedral, pues muchos malagueños quisieron ver a la Virgen del Rocío en el acto. Las lecturas elegidas, las de la mujer del Apocalipsis de San Juan y la Encarnación de María. Jesús Catalá, obispo de Málaga, destacó que la iglesia malagueña se alegra "de coronar a la madre del hijo de Dios, que transparenta la gracia divina y refleja el candor del sol como las gotas de rocío por la mañana".

Finalizada la homilía del prelado, el secretario de la Hermandad procedió a la lectura del decreto de coronación canónica, tras el que el hermano mayor del Rocío y el obispo subieron al baldaquino para imponer el halo a la Virgen, que quedaría coronada en ese preciso instante. Los aplausos llenaron el espacio y los asistentes no pudieron contener las lágrimas, los vivas y los piropos a la Imagen, con los que se arrancaron incluso monseñor Catalá y Francisco de la Torre.

La eucaristía finalizó con el canto de la Salve Regina y la marcha Rocío, cuánto te quiero, realizada por Pascual González. Las puertas de la Catedral se cerrarían para preparar la procesión de alabanza que empezaría por la tarde, devolviendo a la Virgen al pueblo que la esperaba.

A las 18:00 comenzaría lo que los propios hermanos denominaron como la misma gloria. La emoción contenida, los ojos brillantes, la satisfacción en el rostro de Eloy Téllez, presidente de la comisión de coronación canónica. Los últimos nervios se mezclaban con los aplausos envolventes que provenían de la calle, mientras el trono asomaba junto al atrio del Patio de los Naranjos. La compleja maniobra de salida desde el interior de la Catedral, por lo estrecho de la puerta, fue recibida en silencio, sólo a las órdenes de los capataces. Superada la cancela, nuevos vivas y lágrimas de emoción por ver a la Novia ya en la calle, tras el trabajo duro de los hermanos en los últimos tres años, y bajo una lluvia de pétalos blancos. La marcha Rocío coronada fue la que abrió el repertorio magistralmente interpretado por la banda de música de La Paz.

En calle San Agustín el tiempo se detuvo, pues el halo de coronación quiso ser caprichoso por unos minutos. Calle Echegaray recordaba a un Martes Santo con la saeta de Luz María, la marcha La Coronación del Rocío y las flores que ya tapaban el palio. Si algún hueco se atrevía a permanecer incólume, la hermandad del Monte Calvario se encargaría de cubrir con sevillanas y buganvillas antes de pasar por el arco regalado entre las plazas del Carbón y del Siglo.

Rocío llenaba las calles de cofrades y devotos de toda Andalucía, familias que salían a rezarle en forma de aplausos y algunos turistas que se dejaban guiar por los malagueños ante la imagen de una reina vestida de blanco. No recibía más que cariño en calles abarrotadas y aplausos que la recorrían como un escalofrío de esos que terminan en una sonrisa.

A su llegada a la Plaza de la Constitución, un grupo de baile esperaba a pie de calle mientras de un balcón se encargaba Encarni Navarro de dedicarle sus sentimientos. La Virgen a pulso, como la tradición marca en momentos de auténtica algarabía. Calle Larios se llenó más que en muchos momentos de Semana Santa, con un público dispuesto a no dejarla sola y acompañarla hasta Mesón de Vélez, donde fuegos artificiales morados y blancos orlaron de estrellas el cielo de la ciudad como los astros que circundaban las sienes de la Virgen.

Al cierre de esta edición, la Virgen del Rocío debía contar aún con múltiples ofrendas de la gente que adornó calles y balcones, e interpretaciones como las de Cantores de Hispalis y la comparsa de David Santiago, antes de llegar al amanecer a su casa hermandad.

El esfuerzo de sus devotos mereció la pena. Sus lágrimas también. Sus plegarias, escuchadas. El sentimiento de un pueblo hecho Virgen por las calles y titulado para siempre Rocío Coronada.

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