El turismo grafitero, la nueva amenaza de la Policía en Málaga: “Vienen, bombardean la ciudad y se van”
Así actúan los detectives del vandalismo costoso que repunta con la moda hip hop
Cuatro grafiteros detenidos en Málaga en un golpe al vandalismo ferroviario

El hip hop, con medio siglo de vida, regresó hace un par de años con fuerza ante el interés de la Generación Z que vuelve a sentirse inspirada por el universo del skateboarding. La cultura que alumbró una estética callejera tan compleja como denostada traía la vuelta del calzado ancho, un clásico de los 90. Y también los grafitis. Los investigadores constatan ahora un repunte de artistas en Málaga que, como antaño, dejan su sello en fachadas de calles y trenes. Pero ni son artistas ni la suya es considerada una obra digna. Ninguno de ellos “tiene calidad grafitera”. “No son profesionales, se buscan un pseudónimo de tres o cuatro letras y lo marcan por toda la ciudad. Diseñan una firma, la monocromática, además de un grafiti tipo pompa y bombardean las calles”, explican investigadores que bien conocen el movimiento local.
Ahora, la amenaza que más preocupa a la Policía es la del “turismo grafitero”. El túnel de la Alcazaba fue una de sus víctimas. Las primeras indagaciones de aquel caso condujeron hasta un “suizo muy activo” que pintarrajeaba en vagones de toda Europa. “El problema es que no se les puede hacer un seguimiento porque se quedan en Málaga sólo tres o cuatro días”, subrayan fuentes policiales. Y esos resquicios legales dificultan poner punto y final a su actividad ilegal: “Son grafiteros en su ciudad de origen, pero no ocurre como con las multas de tráfico a los extranjeros, que quedan con el coche intervenido hasta que la pague. Aquí se aplica la ordenanza y no pagan, salvo que sea un delito”, describen. La normativa municipal establece que las sanciones económicas por esta conducta oscilan entre los 300 y los 3.000 euros, que puede duplicarse en caso de reiteración.
En la capital malagueña no existe, como tal, una brigada antigrafitis, pero sí un grupo de agentes que compatibilizan la lucha contra las pintadas en espacios públicos sin autorización con su servicio diario. A través de Whatsapp intercambian “inteligencia policial”.

Los expertos estudian la grafística de las pintadas para perseguir estos actos vandálicos. Para recabar todos los indicios que permitan la imputación de los responsables, los efectivos se sirven de la grafística, una ciencia que permite la aplicación de técnicas y la elaboración de un informe policial donde se establece la “unidad de acción” del grafitero. En Málaga, es estrecha la colaboración de los policías con nuevas unidades de Madrid y grupos de información de la guardia urbana de Barcelona.
El 'retrato robot' de los grafiteros
Las mismas fuentes conocedoras del fenómeno hacen un retrato robot de quienes manchan la capital de la Costa del Sol: casi todos hombres, pertenecientes a una tribu urbana y reincidentes. Salen de madrugada, camuflados con capuchas y, a veces, cubren su rostro con mascarilla. Entre algunos, como en el narco, es frecuente una guerra civil en la que “se pisan y se amenazan a través de las redes sociales”.
Un escaso puñado lo forman los artistas callejeros que sí han sabido ganarse la fama. La mayoría ha cursado estudios de Bellas Artes y tienen sobrada capacidad para finiquitar diseños y bocetos en los que prima la pared como soporte. Es el caso de Imón Boy, el grafitero anónimo que alterna la clandestinidad de las acciones callejeras con exposiciones que le han trasladado a galerías de Ibiza, Los Ángeles o Londres, a las que acuden de incógnito. “También a ellos les gusta, aunque sólo de vez en cuando, sentir la adrenalina de pintar en la calle, donde empezaron. Después los contratan, van creciendo y tienen familia”, explican los investigadores.
Pero pocos de los que se saltan las normas del juego sobresalen. Sólo un porcentaje ínfimo tiene talento. El 99% actúa por “egocentrismo”. “No saben, ni siquiera, hacer una caricatura”, sostienen los expertos. La mayoría son “vándalos sin cualidades”, como quien actúa bajo la firma de Koof, “un chico que no llama la atención de ninguna manera”, pero a quien el grafiti, pese a ello, “le ha dado nombre”. Otros, en un intento por borrar su pasado, cambian de pseudónimo.
De Tous, el joven de Cerrado de Calderón, al menor que pintaba en el Museo Aeronáutico
En el negocio del grafiti hay perfiles “de todos los estratos sociales”. Desde el conocido Tous, un veinteañero de Cerrado de Calderón que acabó esposado tras una investigación que arrancó con las pintadas sobre el muro del Cementerio Inglés, hasta el menor grafitero detenido en 2024 en Churriana conocido por sus pintadas en el Museo Aeronáutico de Málaga.
La Policía, pese al impacto en la ciudad, los mantiene a raya, sometidos a vigilancias. “En Málaga hay un censo de grafiteros. Alguno caerá antes de que acabe el año”, adelanta uno de los efectivos que les estrechan el cerco.

En ese batiburrillo de perfiles, los hay más “temerarios” que “pintan en todo” y hasta quienes evitan “problemas” y se afanan en dejar su sello en “paredes muertas”, alejados de repercusiones legales. La tónica habitual es que, provistos de un rotulador en el bolsillo y, en cualquier sitio, “suelten la firma”. Cuanto más peligrosa es la acción prevista, más infractores participan. “De dos en dos es lo normal. Ellos lo llaman salir de misión. Lo hacen de noche; pueden ser de la misma tribu o no”, destacan las fuentes. El reto que se le antoja a la Policía es triple: no sólo reconocer la firma y averiguar a quién pertenece, sino demostrar que el autor está detrás de la gamberrada.
“El grafiti vandálico es una infección"
En calle La Hoz, en Huelin, o San Juan, en pleno Centro, las persianas se convierten en lienzos encadenados a lo largo de varias cuadras cuando se apagan las luces de los comercios. También en los alrededores de la Sala París 15 lucen firmas –muchas de ellas desconocidas para la Policía. “Son de gente de fuera que vienen a hacer botellón, sacan el spray del coche y estampan su firma”, apostillan investigadores bregados en estas prácticas. A sus ojos, sólo hay un golpe de efecto, el borrado inmediato, porque así se consigue que el grafitero “no tenga visibilidad” y que, por segunda vez, vuelva a grafitear, lo que facilita su captura. “El grafiti vandálico es una infección. Como pinten una pared y se deje en un año tenemos una calle llena de grafitis”, alertan.
"La guerra no se está ganando porque hay pocas tropas"
Los expertos entrevistados, desde el anonimato, admiten que, si bien varios distritos de la capital han impulsado iniciativas de control, la guerra “no se está ganando porque se están colocando pocas tropas”. Aunque Málaga no es una de las ciudades más “manchadas de grafitis”, abogan por “más voluntad política”. “Los particulares están cansados de borrarlos y sólo algunas denuncian. Hay un conflicto entre lo público y lo privado”, resaltan policías especializados, que defienden, no obstante, la postura de los ayuntamientos, “que no tienen la obligación de ceder espacios a estos sujetos para que pinten”. "Pueden contratar a un grafitero para hacer una obra en una fachada, pero parece que la administración no tiene por qué satisfacer la demanda artística”, advierten.

Los trenes son el fetiche de estos vándalos, un objeto de deseo especialmente codiciado. “Para ellos, pintar en vagones y superar todas esas barreras de seguridae es lo máximo, porque están muy vigilados y protegidos”, remachan las mismas fuentes policiales. Aunque Madrid es el epicentro, hay numerosas líneas afectadas, en Álora, Antequera y Los Prados”, detallan. Con todo, la presión policial ha provocado una caída de la actividad. Hubo un punto de inflexión desde la pandemia, en 2020. “El río Guadalmedina ha sido un ejemplo de política antigrafitis efectiva”, señalan las fuentes.
La factura de los destrozos en los trenes
Las pintadas en los trenes supone para Renfe “una intensificación de las labores de mantenimiento y limpieza para mantener la flota en óptimas condiciones”. Además del esfuerzo económico, la compañía tiene que invertir capital humano. La operadora ferroviaria advierte a este periódico que la limpieza de grafitis no solo afecta a la operatividad de los suburbanos, sino también a los viajeros, entre otros porque limpiar los trenes requiere retirarlos momentáneamente de la circulación. Los usuarios pueden sufrir “retrasos o cancelaciones de servicios” como efecto de estos actos vandálicos. Además, muchas unidades deben ser inmovilizadas durante días para su eliminación, lo que repercute en la disponibilidad del servicio. los grafitis en los trenes tienen una huella ecológica. Renfe calcula que en las pintadas borradas, los grafiteros debieron de utilizar unos 16.000 litros de pintura cada año -2023 y 2024-, compuesta de elementos tóxicos como el benceno y el butadieno que dejaron un “residuo peligroso” equivalente a 40.000 botes de pintura. Para minimizar el impacto medioambiental, Renfe ha desarrollado protocolos específicos para impedir que los residuos lleguen al suelo o taparlo con mantas absorbentes.
El último gran operativo de la Policía Nacional, ha supuesto un duro golpe al vandalismo ferroviario, con 29 detenidos por cerca de 300 pintadas en vagones de toda España. En Málaga la Policía Local practicó cuatro de esos arrestos. “Eran tremendamente profesionales; pata negra. Los boinas verdes del grafiti. Nunca antes los habían pillado”, reconocen impresionados. Los investigadores consideran que son “los grafiteros que más trenes han pintado de la historia”. Actuaban “como comandos”, estudiando la rutina de los vigilantes y el enfoque de las cámaras. Había caras conocidas, como la de Tute, que volvía a caer.
Pese al incremento de pintadas ilegales detectadas en la vía pública, la Policía considera que esta práctica “se ha estancado”. Y ello, en cierta medida, gracias a un aliado. “Normalmente, buscan muros perimetrales de obra en locales que llevan mucho en alquiler, pero ahora convierten estos locales en viviendas de uso turístico”, destaca. Los investigadores también actúan contra las pintadas callejeras, con injurias, calumnias o alusiones a la violencia de género o al terrorismo –Gora ETA o Viva el Daesh–.
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