"No se está haciendo bien, una sociedad organizada no puede concebir el paro"
Balcón de notables
Profesor de Matemática Financiera, jefe de contabilidad en Citesa e instalador de los primeros ordenadores en Málaga, a sus 82 años aún se emociona al recordar cómo le recibió Picasso en Cannes tras diez días de viaje
El 6 de noviembre de 1957, siete amigos con inquietudes artísticas se embarcaron en un viaje inolvidable. Por entonces, El Pimpi era punto de encuentro de tertulias, veladas de pinturas y madrugadas flamencas. José Guevara Castro tenía 23 años y muchos sueños por cumplir. Una Nochevieja, en la misma taberna donde se gestaba la bohemia, el malagueño comenzó a trazar planes de Año Nuevo con sus compañeros de pincel: "¿Por qué no vamos a ver a Picasso?, y ¿llamándonos peña Montmartre por qué no exponemos en París?". La respuesta llegó tras diez días de viaje a Cannes, en una furgoneta cargada de productos de la tierra y con los cuadros amarrados a la baca del coche. Al verles entrar en Villa California, Picasso les abrió los brazos. El resto de la historia es el tesoro mejor guardado en la -prodigiosa- memoria de un hombre que, a sus 82 años continúa haciendo planes. "El arte de vivir", confiesa y su sonrisa se despliega.
-Cuenta que Picasso les recibió en su casa emocionado y con ganas de saber cosas de Málaga, ¿qué le preocupaba entonces?
-Preguntaba por los bancos de mármol de Plaza de la Merced, porque cuando era niño saltándolos se dañaba las rodillas [risas]. Y preguntaba por las palomas, que su padre pintaba tanto. Nos tarareó luego unos tanguillos del Piyayo que se sabía.
-¿En qué momento se encontraba?
-Estaba pintando por entonces Las Meninas. Nos enseñó toda la casa y la verdad es que la única pieza organizada era la cocina, todo lo demás era un lío [sonríe]. Recuerdo una delicada pregunta que lanzó Jaime Sabartés: "¿Qué se dice de Picasso en Málaga?". No le dijimos la verdad. Yo intervine antes de que alguien dijera una inconveniencia como que Picasso era un mamarracho, que también se decía.
-¿Y eso?
-Aquí en Málaga por entonces solo había dos pequeños cuadros de Picasso -que están hoy guardados en el Museo de Málaga- de cuando él tenía 8 o 10 años, antes de marcharse a La Coruña con su familia. Yo le respondí a Sabartés que no se hablaba mucho de él porque a Málaga no llegaban reproducciones de sus obras ni de sus publicaciones, que era la verdad. Y entonces Picasso le pidió que nos entregara un ejemplar de todo lo que se había publicado. Ese es hoy el legado Sabartés.
-A usted fue a quien primero recibió del grupo de malagueños...
-Sí, recuerdo que nos recibió llorando, se emocionó. Y todavía se me ponen los vellos de punta pensar en aquel momento. Él decía: "¡No me habléis de usted, de tú que yo soy vuestro abuelo!" Quería ver nuestra pintura. Estaba interesado en que expusiéramos antes de irnos en una galería de París. Recuerdo que al día siguiente de llegar colocamos nuestros cuadros en su jardín. Él entró a la casa, sacó cuadros suyos, y los puso entre los nuestros para que fuera una exposición de malagueños. Decía "ahora que soy viejo pinto como un niño, y cuando era un niño pintaba como Rafael".
-¿La visita reforzó en usted la afición a la pintura?
-Bueno, yo desde que era niño ya me gustaba dibujar. Con decirte que cuando entraron las tropas nacionales me quemaron un saco lleno de dibujos. Con 7 años dibujaba los mapas de España y señalaba por dónde iba el Frente. Dibujaba tanques, aviones y barcos de guerra.
-Pero nunca llegó a dedicarse profesionalmente al arte...
-Porque me pude defender con mi carrera. Pintaba por el placer de pintar. Por entonces aquí en Málaga solo podías estudiar Perito Industrial, Magisterio o Comercio. No había más posibilidades. Yo era un alumno muy aplicado porque tenía un maestro buenísimo. Hice la carrera de Comercio con sobresaliente y matrícula de honor. Me nombraron luego profesor de Análisis Matemático y de Matemáticas Financiera. En la mili impartí clases de topografía y además me permitían pintar .
-Y se fue de Málaga...
-Me fui a Barcelona para hacer el doctorado de mi carrera y poder estudiar además en la escuela de Bellas Artes. Pero murió mi padre y me dejó ocho de familia como herencia. Me tuve que venir a Málaga a dar clases de Matemáticas. Cuando terminaba me ponía a pintar, de ahí mi serie de nocturnos.
-¿De vuelta a Málaga continuó formándose como pintor?
-En 1942 empecé a estudiar en la Escuela de Bella Artes a escondidas todas las tardes, porque mi padre no quería. Decía que los pintores nos moríamos de hambre, y era verdad. Tenía mis bártulos en la Alcazaba, que por entonces se estaba restaurando. Cuando terminaba de estudiar cogía mi caballete y me ponía a pintar.
-¿Comparte el proyecto del futuro museo de La Aduana?
-Pienso que el edificio da mucho de sí para el Museo Arqueológico y para acoger la pintura del XIX, que es tan rica. Y creo que sería magnífico que, además, el Museo del Prado depositara más obras, porque necesitamos llenar algunos huecos. Aunque hay algún Zurbarán, Murillo y Ribera, no son suficientes. Sería interesante que tuviéramos más obras del neoclasicismo, de la época barroca, etc.
-¿Y el proyecto del Thyssen?
-El Thyssen de Madrid vino a llenar un hueco que los que dirigían entonces la cultura de España no se preocuparon en hacerlo: el de todos los movimientos de finales del siglo XIX hasta las vanguardias. Ahora el Thyssen de Málaga ha llenado un pequeño hueco en este sentido, pero está más dirigido a la pintura costumbrista y romántica andaluzas. El nombre es un atractivo y la colección es interesante, es bueno que lo tengamos.
-¿Y qué echa de menos en la apuesta de Málaga por la cultura?
-Pienso que Málaga necesita volcarse más en la cultura, que esto no sea solo un destino de playa. La culpa está en el retraso que ha habido en tener una universidad. La primera Facultad, la de Económicas se inició en el 65, dependiente de Granada, donde también me matriculé. No te puedes imaginar la de reivindicaciones que hicimos para que, siendo Picasso malagueño, pudiéramos tener una Facultad de Bellas Artes con su nombre. Lo único que tiene en la UMA es el símbolo de la paloma de Picasso.
-¿Ve entonces en la universidad un espacio de posibilidades?
-Sería muy interesante que se prodigaran las conferencias y un campo virtual como el de la Universitat Oberta de Cataluña, para que cualquiera, independientemente de la edad que tuviese pueda desde su casa entrar con una simple conexión a ese campus. La extensión universitaria para mayores sería aún más amplia si tuviéramos acceso a un campus virtual, se debería aprovechar la tecnología.
-Usted es desde este año miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo e imparte clases de dibujo, ¿cree necesario que quienes se forman hoy como artistas emigren para poder dedicarse a lo suyo?
-En la primera mitad del siglo XIX el centro artístico era Roma, luego fue París y más tarde se trasladó a Nueva York. Era donde los artistas consideraban que podían culminar su preparación. A partir del impresionismo el centro volvió a París, de ahí que los pintores catalanes fueran mucho allí. Y por eso Picasso, que vivía en Barcelona, se trasladó a París. Pero hoy no es necesario, el arte está ya globalizado.
-¿En el mercado del arte vale todo?
-Existe un mercado de arte y de las subastas que ve cómo algunos quieren entrar en el circuito comercial de las galerías y figurar en determinadas instituciones para que su nombre empiece a sonar. El mercado del arte está dificultando en cierta manera la producción artística, porque arranca al individuo de sus cauces para atender a una moda. Considero que el arte es un síntoma de una sociedad que todavía el ser humano no ha alcanzado.
-¿A qué se refiere?
-A una sociedad ideal, tal vez utópica, donde el individuo no tenga que vivir inquieto por el dinero. El arte es una manifestación del ser humano. Se puede considerar como evasión de las preocupaciones diarias, pero es también comunicación, captación de mensajes, que requiere de una preparación, si no pasas de largo.
-Hay que saber mirar un cuadro...
-Hoy día existe una masificación de visitas a los museos, pero ¿qué miran? La mayoría no se para y obstaculiza al conocedor, al que se sienta a contemplarlo y se queda media hora. Hay que entrar con una preparación. En eso las facultades de Bellas Artes y de Historia del Arte tienen mucho que decir. No solo basta con practicar arte, aunque yo aconsejaría a todo el mundo que lo hiciera, porque todos tenemos capacidad para reproducir lo que vemos y transmitir lo que sentimos.
-Haber nacido en 1930 le ha obligado a vivir más de una crisis económica, ¿se siente con tablas para afrontar la actual?
-Los años 30 fueron tremendos y no te digo los 40. Mi padre era técnico en una fábrica de harina del barrio de la Trinidad, y menos mal que había que comer pan (risas). Era una época de miseria, me acuerdo que me tenía que poner en una cola para comprar carbón y en otra para comprar patatas. Ahora el problema es que somos más.
-¿En qué se equivocan quienes nos gobiernan?
-No se está haciendo bien. Una sociedad bien organizada en lo económico no puede concebir que haya desempleo, siendo al mismo tiempo una sociedad de consumo. Desde que empiezan a subir los índices de paro se tiene que flexibilizar la jornada por sectores y ajustar los salarios, si es necesario, para que no haya despidos y no permitir que lleguemos al 24% de paro de ahora.
-¿En qué se ha equivocado Málaga
-En enfocarlo todo al turismo. Aquí se han destruido industrias, yo he estado en empresas como Citesa durante 20 años, por ejemplo. Siempre me pregunto por qué se ha destruido Intelhorce que era la segunda textil europea con 75.000 usos, tras Hamburgo con 100.000.
Tenemos que exportar artículos que tengan un gran valor añadido. Y el campesinado tendría que formar cooperativas y eliminar intermediarios, al igual que el resto de las industrias extroactivas. Deben funcionar así, ya que no tenemos una industria transformadora.
-¿Está de acuerdo con retrasar la edad de jubilación a los 67 años?
-Yo padecí la prejubilación a los 55 años y tuve parte de culpa de esa prejubilación porque desarrollé un sistema integral de gestión informática en la empresa. Era jefe de sistemas y la automatización de la fábrica hizo que se redujera personal. Pero en mi caso me permitió dedicarme a pintar. Recuerdo que yo les decía a mis compañeros, ¡si jubilación viene de júbilo! (risas)
-¿Ha podido ponerse al día en nuevas tecnologías?
-Yo instalé el primer ordenador en Málaga en los años 60, estudiando los manuales de IBM en inglés. Trabajaba por libre con un compañero. Entonces en empresas como Citesa pagábamos 100.000 pesetas por el alquiler de un equipo.
--¿Cree en el poder de las redes sociales?
-Son muy interesantes, mira lo que ha pasado con el 15-M. Hay que cambiar el mundo. En los 90 trabajaba en Apple y creé comunidades virtuales. Una se llamaba Utopía, otra era Interactos y otra Icaria virtual, donde publiqué durante siete años y que recibía colaboraciones de Canadá, EEUU y Australia. Hasta hace poco tenía mi web ubicada en una isla del Pacífico, joseguevara.tk. Ahora voy a crear un blog para la Asociación Nerjeña de Arte de la que soy presidente. Me falta tiempo [sonríe].
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