La hija mayor de Rosalía, víctima del machismo asesinada en Motril: "Era la tercera vez que la mandaba al hospital; le puso 36 denuncias"

La familia espera que el presunto autor, ya en prisión, “no vuelva a ver la luz" y relata las agresiones que la mujer sufrió

La mujer asesinada en Motril y su pareja, detenida como presunto autor, eran de Cártama

Rosa, la mujer que fue asesinada en Motril el pasado 24 de agosto
Rosa, la mujer que fue asesinada en Motril el pasado 24 de agosto / M. G.

Rosa María Campos habla al otro lado del teléfono acongojada, con la rabia y el dolor atravesándole la voz. Es la mayor de los cuatro hijos de Rosalía, la vecina de Cártama asesinada a sus 54 años el pasado 24 de agosto en una vivienda en Motril. El presunto autor, su ex pareja, un hombre con antecedentes por violencia de género al que una orden de alejamiento le impedía acercarse a la víctima a menos de 500 metros hasta 2030. La noche de autos quebrantó la medida. El testimonio de su hija refleja una supuesta vida marcada por los malos tratos, el acoso y la persecución de un agresor que -relata- nunca dejó de hostigar a su madre en los tres años de relación que mantuvieron. Su desolación ahora se mezcla con la indignación: 36 denuncias, asegura, había interpuesto la fallecida contra su verdugo, que, a tenor de las primeras pesquisas, acabó con su vida a golpes. "Era la tercera vez que la mandaba al hospital, hasta que consiguió matarla", sentencia este familiar en una entrevista con Málaga Hoy.

Rosa, en otra imagen captada en Málaga
Rosa, en otra imagen captada en Málaga / M. G.

La víctima, según su versión, estaba atrapada en una espiral de maltrato. Las denuncias y la protección judicial nunca fueron suficientes. Rosa María subraya que no era la primera vez que el presunto homicida ponía al borde de la muerte a su progenitora, superviviente de dos episodios graves. “Una vez, con una plancha de hierro le golpeó la cabeza y la dejó en la UCI. Él estuvo tres meses en prisión", afirma. Otra agresión, en Coín, la obligó a permanecer "un mes completo" en un hospital. "La había drogado. Él saltó del vehículo en el que viajaban, para, después, tirarla por un terraplén", asevera.

"Mándame ayuda, que me mata": los mensajes desesperados de la víctima

La hija mayor de Rosalía reside desde hace 15 años en Alemania, donde se refugió también como víctima de la violencia de género. Desde allí había tenido que pedir ayuda en varias ocasiones a la Guardia Civil después de que su madre lograra enviarle mensajes desesperados mientras estaba retenida. “Le quitaba el teléfono o se lo rompía, la dejaba incomunicada”, afirma. Y relata con zozobra el día en el que su ex pareja la encerró "en un baúl, sin teléfono y con las piernas amarradas". Cuando la liberó, pudo, en un descuido, hacerse con el teléfono y llamar a su hija. "Mándame ayuda, que me mata", atinó a pronunciar. Según el testimonio de Rosa, su madre había sufrido "golpes en todas partes". Requirió varios puntos de sutura en la cabeza. "Siempre conseguía dar con ella, como el día en el que la mató", remacha.

Rosalía constaba en el sistema VioGén desde octubre de 2024 por varias denuncias a su ex pareja. Su caso estaba considerado de riesgo bajo, según fuentes próximas. Los hijos denuncian que el sistema no la protegió como debía: "Mira qué riesgo había, hoy está muerta". El Ministerio de Igualdad confirmó este lunes que fue un crimen machista. Había firmado su condena, recalca, el día en el que conoció al que sería su asesino. "Sufrió malos tratos desde el principio. Mi madre no podía arreglarse, ni hablar por teléfono ni venir a mi casa. La perseguía y, si la veía comiendo en una cafetería, formaba un circo, la insultaba y se la llevaba a la fuerza", narra. Según su relato, "la obligaba a beber y a tomar pastillas para dormir" y, si desobedecía, "le pegaba más fuerte".

La noche del crimen

La noche en que fue hallada en estado muy grave, la víctima había estado cenando con otra de sus hijas y regresó a su piso de alquiler en la Estación de Cártama, donde vivía. "No sé cómo mi mamá amaneció en Motril y muerta. Hay una hora y pico de distancia. No entiendo cómo -el presunto autor- logró subirla a su coche y llevársela. Ella siempre nos llamaba ante cualquier emergencia; una vez incluso a su abogado porque la tenía secuestrada en su casa", resalta la hija de la fallecida.

La familia cree que la última sentencia judicial se había convertido en la cuenta atrás hacia el crimen, perpetrado en un bajo de la calle Zinnia que colinda con el Camino del Pelaillo, uno de los lugares más transitados de la playa de Motril. Rosalía tuvo el final que sus hijos temían. Aunque todavía buscan respuestas, contemplan un posible detonante. El día antes, había recibido una indemnización por daños y perjuicios de un procedimiento abierto tras una de las agresiones sufridas a manos de su ex pareja. "El viernes cobró el dinero y él le advirtió que no lo iba a disfrutar. El sábado la mató”, denuncia la mayor de los cuatro hijos.

Tras, supuestamente, asesinarla, el presunto autor "se vistió bien, se peinó y acudió ocho horas después" a una farmacia próxima a su vivienda para pedir auxilio, bajo el pretexto de haberla encontrada en el suelo y con mucha sangre. Entonces, contó que su "novia se había caído de la cama y no respondía", según la versión aportada por Rosa. La Policía y los sanitarios acudieron al domicilio donde ocurrió todo y localizaron a una mujer que, inconsciente, tuvo que ser trasladada al Hospital Virgen de las Nieves de Granada. "Mi hermana me llamó con un ataque de nervios porque la Policía le había dicho que mi madre había tenido un accidente; que llegáramos lo más rápido posible porque no iba a durar más de dos o tres horas", recuerda. Estaba en muerte cerebral. Los hermanos, desde el hospital, realizaron una videollamada para que también Rosa pudiera desde Alemania darle el último adiós a su madre.

"Le dio una muerte muy dolorosa"

A la espera de los resultados de la autopsia, la familia se muestra convencida de que el presunto autor pudo hacer uso de un objeto contundente con el que le golpeó la cabeza, a tenor de las graves lesiones que había sufrido. "Mis hermanos le pidieron a los médicos que por favor intentaran salvarla, pero tuvieron que desconectarla. No se merecía esto. Le dio una muerte muy dolorosa", se lamenta.

Rosalía había nacido en Córdoba y, cuando se casó con el que sería el padre de sus hijos, se marchó a Estación de Cártama. Allí vivieron hasta 2010. Tras separarse, pasó unos cinco años en Alemania, junto a su hija mayor. "Iba y venía, hasta que conoció a su nueva pareja. Fue su perdición", denuncia. A renglón seguido defiende que la de su madre fue una vida sencilla con un final injusto. Una trombosis la obligó a jubilarse anticipadamente, pero siempre estuvo volcada con sus hijos y nietos. “Era una mujer excepcional, siempre con su delantal, cocinando para todos, disfrutando de sus nietos”, asegura la hija mayor entre sollozos.

Ahora espera que el responsable de su homicidio, que duerme en prisión después de que el Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 2 de Granada decretara su ingreso en prisión provisional, comunicada y sin fianza, "no vuelva a ver la luz del día". Pero ni siquiera eso, reconoce, reparará su desgarro: "¿Justicia? Debería sufrir en sus carnes lo que hizo a mi madre", apostilla. La víctima recibió sepultura en Campanillas, donde reposan los restos mortales de sus padres, tíos y abuelos. Allí descansa mientras sus hijos alzan la voz para endurecer la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Y no se olvide a las víctimas.

Cártama se une en recuerdo de su vecina

Mientras tanto, Cártama mostró este martes su consternación mediante una concentración de repulsa y un minuto de silencio, por Rosa, vecina de esta localidad, considera la última víctima de la violencia de género en Andalucía.

La concentración se desarrolló a las puertas del Consistorio y de la Tenencia de Alcaldía de la Estación de Cártama. "Vivir estos hechos, tener que hacer este minuto de silencio, con una sensación de deseo que todo esto no vuelva a ocurrir", declaró el alcalde, Jorge Gallardo. Según explicó, tanto agresor como víctima son vecinos del municipio de Cártama; "familias que conocemos, incluso personalmente, y la verdad es que no te lo crees". "Es algo que tenemos que lamentar y que queremos que no vuelva a ocurrir", señaló el regidor, convencido de que este suceso "trunca" la realidad de ambas familias.

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