Málaga

Los históricos de la calle San Miguel de Torremolinos

  • Las razones que les han llevado a mantener el negocio en pie durante décadas es “trabajo, trabajo y más trabajo”, aseguran sus encargados

  • La mayoría de los comercios se fundaron en la década de los 60 en la céntrica vía

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Manuel Avisbal, encargado del restaurante La Bodega, posa en la barra del establecimiento.

Manuel Avisbal, encargado del restaurante La Bodega, posa en la barra del establecimiento. / Mercedes Bryan (Málaga)

Hay negocios que se mantienen durante décadas. Que resisten generaciones. Año tras año, siguen abriendo las persianas y se han ido convirtiendo, gracias a una clientela fija y una ubicación excepcional –en plena calle San Miguel de Torremolinos– en comercios emblemáticos de la Costa del Sol.

El secreto de su éxito, afirman, es “trabajo, trabajo y más trabajo”. Así lo mantiene José Fernández Alcaide, encargado de la heladería San Miguel, histórico establecimiento que lleva sirviendo helados, cafés, zumos y sándwiches desde 1980.

Fue en ese año cuando la madre de Fernández se alió con Salvador Balbuena para crear la primera heladería de la calle San Miguel. De aquellos primeros años Fernández conserva buenos recuerdos.

Terraza de la heladería San Miguel. Terraza de la heladería San Miguel.

Terraza de la heladería San Miguel.

Asegura que se crió jugando detrás de la barra, cuando tan solo contaban con “una pequeña neverita para guardar los helados” y la fabricación “se traía de fuera”. Años más tarde adquirieron una “pequeña mantecadora” para comenzar a fabricar sus propios helados, que situaron en la planta de arriba del establecimiento. Con el paso del tiempo lograron comprar su propia fábrica en Torremolinos.

El éxito de este primer comercio les permitió abrir otras heladerías por la zona: una más también en la calle San Miguel y dos en la Carihuela, una de las cuales se inaugurará próximamente. Desde allí seguirán sirviendo sus clásicos helados de Marrakech, de turrón y de Nutella, que son, según Fernández, sus “tres productos estrella”.

José Fernández Alcaide posa con los helados que fabrican. José Fernández Alcaide posa con los helados que fabrican.

José Fernández Alcaide posa con los helados que fabrican. / Mercedes Bryan (Málaga)

Un recorrido similar lleva la papelería Góvez. Fue en la calle San Miguel donde abrieron la primera de sus tiendas. Era el año 1961 y desde entonces se han ido expandiendo hacia Málaga capital y Fuengirola.

Sobre las razones que les han permitido continuar con el negocio durante 61 años, Maica Rodríguez, empleada de este comercio desde sus albores, asegura que se debe, entre otros factores, al tamaño de sus superficies. “Papelerías de esta envergadura no vas a encontrar en Málaga y yo creo que en casi ningún sitio. A veces viene gente de fuera y se quedan asombrados cuando ven que nuestras papelerías tienen dos plantas. Eso en otros lugares no lo encuentras, solo aquí”.

Rodríguez también sostiene que han sabido adaptarse a las circunstancias, importar productos que les permiten diferenciarse del resto e intentar dar "siempre el mejor servicio posible, incluso a domicilio".

Fachada principal de la primera tienda de las papelerías Góvez en Málaga, situada en la calle San Miguel. Fachada principal de la primera tienda de las papelerías Góvez en Málaga, situada en la calle San Miguel.

Fachada principal de la primera tienda de las papelerías Góvez en Málaga, situada en la calle San Miguel. / Mercedes Bryan (Málaga)

Si la papelería Góvez abrió sus puertas en 1961, tres años más tarde, en 1964, lo hicieron La Casilla y el bar El Toro.

La primera comenzó como ferretería, droguería, perfumería y comercio con menaje de cocina y con la llegada de los centros comerciales a Málaga "nos tuvimos que ir replegando porque en las grandes superficies ya se empezaron a vender cubiertos, cristal, vajilla...", según sostiene Pepa Montes, propietaria y fundadora de La Casilla.

Montes cuenta que la idea de montar la tienda fue suya porque “lo mío era vender” y allí mismo, en plena calle San Miguel, donde vivía con su hermana y su madre, montaron “una pequeñita tienda que hacía a la vez de casa y de almacén”.

Las tres se encargaron del negocio, un comercio que en poco tiempo cerrará sus puertas por la jubilación de Montes. Ya solo quedan ella y una empleada a cargo de la tienda. “Tengo la tercera generación que viene a comprarme y cuando ven que voy a cerrar, me dicen que qué lástima, que la tienda es un museo, y les digo que sí, que qué pena, pero yo ya tengo que hacer otras cosas. Vivir un poquito”.

Pepa Montes, a las puertas de su tienda. Pepa Montes, a las puertas de su tienda.

Pepa Montes, a las puertas de su tienda. / Mercedes Bryan (Málaga)

A Montes el paso del tiempo le ha obligado a cambiar su oferta de productos. “Los primeros años, por ejemplo, yo recibía camiones de los clásicos botijos de barro de Las Ramblas porque se vendían a cientos por día. Fue cambiando el tema, ya no se venden botijos, entonces no los traemos”.

Lo mismo ocurría con otros productos, como los vasos de tubo y las jarras de cerveza, que solo se vendían en La Casilla. Era Pepa Montes quien los distribuía a todos los bares de la zona. Pero los tiempos cambian y los botijos, los vasos y las jarras hoy se han convertido en casas de muñecas, objetos de decoración y vajillas que adornan cada rincón de este emblemático comercio.

Interior de La Casilla. Interior de La Casilla.

Interior de La Casilla. / Mercedes Bryan (Málaga)

Otro de los históricos de la calle San Miguel es el bar El Toro. En pie desde 1964, sobre sus paredes cuelgan los recuerdos de toda una vida. Imágenes que evocan a aquella calle San Miguel sin turistas y casi sin asfaltar por la que aún podían circular los coches.

Si casi todo ha cambiado a su alrededor, el bar permanece casi impasible ante el paso del tiempo. Siguen sirviendo el cóctel de champán que ya preparaban hace 50 años, un refresco por el que los clientes vuelven para volverlo a probar una vez más. “Es nuestra insignia, muchos de nuestros clientes vienen por este cóctel, son personas que ya tienen 60 ó 70 años y lo recuerdan de cuando eran más jóvenes”, sostiene Diego Jesús Perea, quien lleva 27 años trabajando en este establecimiento.

Retrato de las imágenes que adornan las paredes del bar El Toro, fechadas en la década de los 60. Retrato de las imágenes que adornan las paredes del bar El Toro, fechadas en la década de los 60.

Retrato de las imágenes que adornan las paredes del bar El Toro, fechadas en la década de los 60. / Mercedes Bryan (Málaga)

Pero hablar de la calle San Miguel es casi imposible sin mencionar La Bodega, que lleva sirviendo pescaíto frito desde 1967. Manuel Avisbal, hermano del antiguo dueño –ahora lo regentan sus hijos, Domingo y Raquel Avisbal– cuenta que cuando su hermano tomó las riendas del bar, en el año 1981, “tenían cuatro cosillas y un solo salón con siete mesitas” que poco a poco fueron ampliando hasta lo que es hoy: un restaurante de tres salones divididos en dos plantas que sirve boquerones, sardinas y pulpo casi a cualquiera que se cruce por allí.

Avisbal, quien mantiene que la pandemia ha sido la “peor de todas las malas rachas” que han conocido hasta ahora, también asegura que “hay mucha gente que viene buscando los viejos recuerdos y más ahora después de la pandemia. Había gente que llevaba tres años sin venir por aquí y tenían ganas ya. Acordarse de cuando eran más jovencitos y los buenos ratos que pasaban aquí, pues esa gente sigue viniendo”.

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