Un imperio caído en la Costa del Sol con 15 narcos condenados: el castigo para un alijo histórico de 1.000 millones

La macrooperación en el polígono Santa Teresa, con 4.800 kilos de cocaína, ya tiene sentencia: 11,5 años para los líderes

Condenadas siete personas de un grupo dedicado al tráfico de drogas en Málaga desde 2017 dirigido desde una cárcel belga

Cocaína intervenida en platanos en una imagen de archivo
Cocaína intervenida en platanos en una imagen de archivo / M. H.

El 23 de octubre de 2018 marcó un punto de inflexión en la historia del narco. Lo que la Guardia Civil descubrió en una nave del polígono industrial Santa Rosa dejó atónitos incluso a los agentes más veteranos: 4.813 kilos de cocaína de gran pureza, ocultos entre cajas de bananas procedentes de Costa Rica. Era, entonces, el mayor alijo de esa droga incautado hasta esa fecha en Málaga y el segundo a nivel nacional en tierra firme. Su valor en el mercado habría rozado la friolera de mil millones de euros.

Siete años después de aquel golpe histórico, la Audiencia Nacional ha dictado sentencia contra una trama propia de novela negra: un cargamento escondido en fruta, millones de euros en metálico guardados en trasteros, relojes de lujo apilados como si fueran lingotes de oro y armas de guerra listas para usar. Quince miembros y colaboradores de aquella organización criminal han sido condenados a penas que van de los 6 a casi los 12 años de prisión. El fallo judicial revela la magnitud de un entramado delictivo que combinaba el narcotráfico a gran escala con la fabricación de drogas sintéticas mediante laboratorios clandestinos.

En su resolución, el tribunal reserva las condenas más duras para los dos considerados líderes del grupo: 11 años y medio de prisión. Los dos deberán pagar, además, el equivalente al triple del valor de la cocaína intervenida: una cifra astronómica que supera los 934 millones de euros. Y, por el contrario, la Sala absuelve a tres de los acusados.

En el operativo, los investigadores consiguieron descabezar una red que había tejido conexiones internacionales, almacenado armas de guerra y reunido un patrimonio ilícito de millones. El retrato que dibujan los jueces es el de una organización criminal que hizo de la Costa del Sol su cuartel general, que trató de inundar Europa de cocaína y drogas sintéticas, y que terminó cayendo por la presión de una investigación que desveló cada rincón de su engranaje.

En el centro, dos hombres, a quienes el tribunal identifica como los cabecillas de una banda que durante años convirtió la Costa del Sol en una plataforma logística del narcotráfico internacional. Pero la droga era solo una parte del negocio. Los registros posteriores desvelaron el nivel de opulencia en el que se movían los líderes.

Atesoraban un arsenal bélico impropio de delincuentes comunes, con abundante munición

En las viviendas vinculadas a uno de los acusados, se hallaron desde pequeñas cantidades en efectivo —2.075 euros en su bolsillo en el momento de la detención— hasta fajos de billetes en diferentes divisas, relojes Rolex y dispositivos para almacenar criptomonedas. En total, más de 150.000 euros en efectivo y un arsenal de relojes de alta gama.

En el caso de otro de ellos, la ostentación era aún mayor. En un trastero ocultaba 218.750 euros, en una caja de seguridad bancaria 275.000 más, y en su Mercedes estacionado en Puerto Marina, la cifra más abrumadora: 938.100 euros en efectivo, acompañados de 18 relojes de lujo —Rolex, Audemars Piguet, Richard Mille— y un colgante de diamantes y turquesas.

La investigación no se ciñó al dinero. También reveló que la banda internacional con epicentro en la capital malagueña estaba preparada para fabricar drogas sintéticas a gran escala. En un inmueble de Benalmádena, alquilado por uno de los investigados con una identidad falsa, se intervinieron casi 40.000 pastillas de MDMA, cocaína en polvo, resina de cannabis y todo tipo de utensilios para su manipulación. Lo más llamativo se destaparía en un sótano de Arroyo de la Miel: bidones, garrafas y depósitos con miles de kilos de precursores químicos.

Según los peritos, con esa materia prima se habrían podido fabricar más de 1.000 kilos de sulfato de anfetamina y decenas de miles de pastillas de éxtasis, con un valor potencial en el mercado negro que superaría los 380 millones de euros.

El fallo judicial también refleja el hallazgo de un arsenal bélico impropio de un grupo de delincuentes comunes: un fusil AK-47, varios subfusiles, pistolas modificadas, granadas de fragmentación y abundante munición. Todo ello en perfecto estado de funcionamiento. El tribunal lo interpretó como una muestra del nivel de violencia y de seguridad que los líderes estaban dispuestos a desplegar para proteger su negocio.

La organización funcionaba como una empresa criminal en toda regla. Hacían uso de sociedades mercantiles, identidades falsas, coches a nombre de terceros y teléfonos móviles encriptados. Cada acusado tenía un papel definido: transporte, almacenamiento, distribución, logística, adquisición de productos químicos o gestión del dinero. Los cabecillas movían los hilos desde la cúspide.

El negocio estaba blindado. En un garaje, los investigadores hallaron un arsenal propio que daba cuenta de la peligrosidad de los narcos: cinco subfusiles (tres con silenciador), un fusil kalashnikov, pistolas, un revólver y cuatro granadas de mano listas para ser utilizadas. Tanto el AK-47 como el revólver estaban cargados y preparados para disparar. En el caso de las granadas, eran de fragmentación, capaces de lanzar metralla letal en todas direcciones.

El Tribunal destaca la gran capacidad delictiva de la organización habida cuenta de la diversidad de sustancias estupefacientes a cuyo tráfico y fabricación se dedicaba en cantidades muy elevadas, así como los numerosos medios materiales con que contaba como vehículos, inmuebles, sociedades y teléfonos. Este negocio, apunta el magistrado, “era muy lucrativo atendidas las condiciones de vida de sus miembros, que disfrutaban de viviendas y vehículos de lujo o relojes y joyas de elevado precio”.

El llamamiento de los dueños de la nave para recoger los plátanos

“Es un disparate lo que ha pasado”. Así se pronunciabanclos propietarios de la nave del polígono Santa Teresa en la que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se incautaron de seis toneladas de cocaína. Todavía desconcertados por los hechos ocurridos, entonces se veían con cientos de kilos de bananas a los que pretendían darle salida y distribuir entre los más necesitados. Así, hicieron un llamamiento para que los malagueños acudieran con furgones a su almacén, situado en calle Valle Niza, donde la Policía propinó el golpe, para recoger la fruta, que está conservada en cajas. Cada una, según sus cálculos, contenía unos 15 kilos. La aprehensión de la sustancia estupefaciente, que llevó consigo un amplio dispositivo policial, sorprendió a los trabajadores del polígono. Varios coincidieron en destacar que la nave estaba abandonada desde hacía al menos siete años.

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