Málaga

José María, el alma de Bancosol

  • El voluntario, que está jubilado, es la persona que más tiempo lleva colaborando con el banco de alimentos

  • Dedica todas sus mañanas al almacén del banco de alimentos desde hace 18 años

José María Ramos, el voluntario más veterano de Bancosol.

José María Ramos, el voluntario más veterano de Bancosol. / M.H. (Málaga)

Cuando José María Ramos empezó su labor en Bancosol, las instalaciones eran un tercio de lo que son ahora. “Íbamos a los supermercados a recoger el excedente y lo repartíamos nosotros en una furgoneta a dos o tres conventos de la provincia, yo estaba solo en el almacén”. Así relata el voluntario sus comienzos en el banco de alimentos. El 10 de marzo sopló las velas de la mayoría de edad en la labor, tras 18 años ejerciendo este ejercicio altruista, que sus compañeros califican de indispensable. José María echa la vista atrás y reflexiona sobre el funcionamiento actual del banco, que considera que es “otro mundo” y que si a él le hubieran dicho a principios de los 2000 que esto iba a ser la estructura que es ahora “ no se lo hubiera creído”. Bancosol se fundó hace 24 años. 

José María llega puntual, a las 8 de la mañana. Se pone “el mono de trabajo” y comienza la faena. En el almacén siguen las indicaciones de los albaranes para preparar los palés. A sus 76 años maneja carretillas y elevadores como si el tiempo no hubiera pasado por él. Junto con sus compañeros prepara los paquetes para cada asociación, según los informes que han preparado en el área de Atención a Entidades Sociales que determinan cuántos kilos de comida le corresponden a cada entidad. “A José María no se le escapa una. Si nos hemos equivocado en los informes, él es el primero que se da cuenta”, explica Arantxa López, trabajadora social del banco. Son las 11:30 de la mañana, y representantes de algunas asociaciones comienzan a llegar para recoger la mercancía. José María espera a las monjas del convento de la clarisas de la Trinidad, a las que les entrega sus paquetes y conversa con ellas con una confianza latente. “Tanto tiempo aquí, es lo que tiene”. José María explica que lo que más le gusta de su labor es el trato que tiene con los compañeros y con las asociaciones. “Hablamos de fútbol, del Málaga, del Unicaja, de todo. Las horas se pasan volando”.

A medio día ha terminado su labor, aunque sus compañeros confiesan que “tiene hora de llegada, pero no de salida”. Se monta en el autobús y vuelve hasta su casa. Por la mañana ha llegado con su compañero Félix, trabajador del área de Atención a Entidades Sociales, que afirma que es “el alma de Bancosol”. Lola, otra de las voluntarias veteranas cuya labor también es casi diaria, sentencia que es un gran compañero. “Es raro el día que no viene, pero mas raro es el día que viene sin una sonrisa”, dice la voluntaria. Para el presidente de Bancosol, Diego Vázquez, el voluntario es un referente para las personas jóvenes, “durante todos sus años aquí, ha crecido en todos los aspectos. Le han mejorado los latidos del corazón”, indica de manera figurativa. El presidente relata que cuando decretaron el estado de alarma, el voluntario se echó a llorar al enterarse de que no podía ir a la nave. “Refleja a la perfección el espíritu de nuestros 84 voluntarios que vienen durante la semana”, concluye Vázquez.

El voluntario en sus labores en el almacén de Bancosol. El voluntario en sus labores en el almacén de Bancosol.

El voluntario en sus labores en el almacén de Bancosol. / Javier Albiñana (Málaga)

Jose María trabajó durante toda su vida para Colema, la Central Lechera Malagueña que absorbió Puleva. Debido a varios inconvenientes, José María se tuvo que jubilar antes de tiempo. “Estuve buscando trabajo, pero ya era mayor y no conseguí nada, entonces fue cuando un amigo me animó a venirme aquí. Estábamos prácticamente los dos solos”, relata José María. Él se había dedicado toda la vida a labores en el almacén, por lo que le fue fácil desenvolverse. Ahora echa la vista atrás y confiesa que Bancosol le salvó, “si esto no existiera me buscaría otra asociación en la que colaborar, porque pretendo hacerlo hasta que mi físico me lo permita”, indica el voluntario. “Bancosol es como un hijo al que he visto crecer, significa mucho en mi vida”, confiesa mientras recorre con la mirada las altas estanterías de metal que recorren la nave.

Por otra parte, José María no quiere que caiga en el olvido que a pesar de lo bonita que es la labor que hacen, confiesa que “es una pena que tengamos que existir”. “Es mala señal que cada vez trabajemos más, te pones a analizarlo y donde nosotros vemos paquetes de comida lo que hay son familias que se están quedando en paro o que los salarios no llegan para comer”, explica el voluntario quien sueña con que la labor de los bancos de alimentos se limite a situaciones puntuales como la guerra de Ucrania.

Bancosol sigue consolidándose como una entidad referente en la ciudad. Los números no mienten, y el año pasado distribuyeron 7.260.778 kilos de comida a 184 organizaciones, atendieron a 1.165 usuarios en el Área de Inserción Socio Laboral y consiguieron que 405 beneficiaros participaran en acciones formativas. Tanto los trabajadores como la directiva lo tienen claro, el reparto no sería posible sin estos voluntarios. Como José Maria, hay una cuarentena que acude a la nave en el Polígono Trévenez mínimo una vez por semana, pero Rafael Salcedo, mano derecha del presidente, asegura que en La Gran Recogida cuentan con la participación de más de 4.000 voluntarios en la ciudad.

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