Como jugar al pasatiempo de las siete diferencias

Tampoco era para tanto: Málaga acostumbra a pararse de buenas a primeras, ya sea a cuenta de una reforma laboral, un 'botellón' feriante, un trono o un festival de cine

El de ayer no fue el mejor día para hacerse con unas buenas 'bacalaíllas' en el Mercado de Atarazanas.
Pablo Bujalance / Málaga

30 de marzo 2012 - 01:00

Que entre una huelga general y la Semana Santa no hay tanta diferencia lo demuestra la pandilla de testigos, en su mayoría hombres barrigones con gafas de sol y guayabera, que a eso de las 10:00 contemplaban ayer la manifestación convocada por los sindicatos en la calle Larios plácidamente sentados en las tribunas instaladas para la admiración de las procesiones. Para más inri, uno de ellos decía mientras apuraba su cigarro y tronaban los primeros petardos: "Ya viene por ahí el Cautivo". Y es que en una ciudad donde de buenas a primeras todo se pone patas arriba para mayor gloria de un trono, el botellón babilónico al que siguen llamando Feria de agosto y un Festival de Cine que extiende la alfombra roja hasta la Plaza de la Marina, una huelga general armada contra una reforma laboral tampoco supone una novedad precisamente distinguida. No al menos en lo que se refiere a paisaje humano y comportamientos sociales. Por haber hubo hasta turistas: a la misma hora antes señalada, un grupo de rubísimos jovencitos y mochileros a los que sólo faltaba el sello Erasmus en la frente permanecían sentados en la fuente de la Plaza del Siglo con cara de y a ver qué hacemos ahora, mientras la veterana zapatería abría sus puertas a sus espaldas y todo el entorno de Calderería y Granada era un páramo. Tampoco resultaba extraño descubrir las bolsas de basura amontonadas en cualquier esquina: ya las habíamos visto peores. Habría sido divertido proponer un juego al estilo de las siete diferencias con una foto tomada ayer a las 9:00 en La Merced o Uncibay y otra tomada a la misma hora en Feria o Semana Santa. De resacas, en definitiva, va el asunto.

Como suele ocurrir con estas cosas, el centro profesó un seguimiento más religioso de la huelga por obra y gracia de los piquetes mientras en los barrios el ambiente de paro era sensiblemente más desigual. Ya el miércoles, un camarero de una de las cafeterías que acostumbro a visitar me informó de que habían decidido trasladar a ayer jueves su día de descanso para "quitarse de problemas". Y sospecho que, a nivel de autónomos y pequeños negocios, esta opción estuvo bastante extendida. En La Victoria y Cruz de Humilladero resultaba difícil encontrar abierto un quiosco de prensa, pero no así en La Paz ni en el Puerto de la Torre, donde también las tiendas, sobre todo las de alimentación, podían encontrarse abiertas en su mayoría. Por contra, en la calle Larios, la calle Nueva y la Plaza de la Constitución casi todo estaba cerrado a cal y canto por la mañana por intervención piquetera. A eso de las 9:30 se produjo un agrio enfrentamiento entre dos piquetes y las dos personas encargadas del establecimiento de La Canasta en la Plaza de la Constitución. Al final la Policía intervino y el local mantuvo su puerta entreabierta sólo para artículos "de primera necesidad", como el pan, según explicó uno de los encargados. A las 14:00, cuando la manifestación ya había quemado sus cartuchos, algunas tiendas de moda abrieron en Larios (bares y restaurantes estaban por contra cerrados en su mayoría, y los pocos que abrieron lo hicieron con total discreción, sin una sola silla en las aceras; igual al Ayuntamiento le convienen para esto más huelgas generales). Y no pocos estudiantes que habían secundado la huelga, con pegatinas reivindicativas en las carpetas, aprovecharon para comprarse unos trapitos.

De nuevo a las 9:00, un joven estudiante de Bachillerato del Colegio Hermanos Maristas, en La Victoria, informaba de la situación desde la ventana de su aula a su padre, que escuchaba abajo en la calle. "Aquí no hay nadie con nosotros", le decía. "¿Ningún profesor? ¿Es que están de huelga?", preguntaba el padre, visiblemente indignado. "Sí, eso parece. Papá, aquí no vamos a hacer nada, yo me voy". "¡De eso nada! ¡Tú te quedas ahí!" Otro diálogo interesante se produjo poco después en la misma calle Larios. Un señor mayor vestido con rebeca de lana acusó a los manifestantes de "vándalos" por el uso de petardos. Algunos de quienes desfilaban le tildaron de "provocador", pero un hombre que lucía su gorra de la UGT se salió de la formación para hablar con él. "Le entiendo, yo tampoco apruebo lo de los petardos, pero es que eso es lo de menos. Lo importante es que los sindicatos y los empresarios firmaron un acuerdo el pasado 25 de enero y este Gobierno lo ha torpedeado. Pero eso no sale en los medios". La conversación se prolongó un par de minutos y al término de los mismos los dos hombres se dieron la mano. Quién sabe: quizá sea más lo que nos une que lo que nos separa. Como las siete diferencias.

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